miércoles, 24 de junio de 2015

Huir siempre es huir.

Un día volverás, 
como vuelven todos a los que les pesa la nostalgia 
más que las esperanzas.

Pero volver cuando ya nadie te espera, 
es la forma más cruel de encontrarte contigo mismo, 
y ver hasta que punto soportas tu presencia.

Si te caes bien, 
si te invitarías a una copa.

La poesía también es eso, 
tener el valor de volver al epicentro de tus recuerdos 
y afrontar que lo tuviste todo 
mientras tú te empeñabas en coger otro camino.

Como desistir de un orgasmo 
cuando estás a punto de alcanzarlo.

Y se supone que no debería entenderte, 
que tendría que estar enfadada, 
pero lo cierto es que otras veces 
he sido yo quien ha dejado sin orgasmo a otras manos
cuando lo tenía todo.
O más bien, 
cuando se lo había prometido todo.

Que imagino que la vida es eso, 
negar y ser negado.

Y luego escribir, escribir mucho 
y leer aun más. 
Encontrar respuestas y salidas en otras palabras. 
Dejar que pase el tiempo 
y permitir que de vez en cuando, 
una boca que no conoces 
te diga lo bonita que estás 
cuando no te cabe ni una sola decepción más en los bolsillos; 
cuando estás a punto de descoser las costuras 
y lanzarte al vacío.

Y el vacío siempre es otra cama, 
ni la suya 
ni la tuya. 
Otra.

Otra que no sabe que está allí por descarte. 
Que de todas las opciones de aquella noche, 
le escogiste a él porque es quien menos se le parece.

Y puede sonar triste, 
y hasta quizás lo sea, 
pero es que todo eso de ser feliz a cualquier precio, 
es el tópico más manoseado 
de todas las redes sociales, 
y es una mentira tan enorme 
que por debajo del vestido 
le asoma la piel de lobo feroz.

La felicidad es un engaña bobos, 
si llegas al final del día sin ganas de vomitar recuerdos, 
ya es más que suficiente, 
al menos con los tiempos que corren.

Y de ser feliz ya hablaremos 
cuando la falda de lunares deje de recordarme a ti. 
Cuando estar en otra cama 
no sea sinónimo de no pensarte. 
Cuando se vuelvan a poner de acuerdo la razón y el corazón, 
y este deje de recordar tus últimas promesas. 
Cuando todo el amor me quepa en otros planes 
y pueda volver a leer poesía 
sin acabar tropezando siempre con tus huidas 
envueltas en una nebulosa celeste 
que se aleja de mi con tal templanza, 
que pasan días hasta que consigo entender 
el significado de aquello.

Huir siempre es huir, 
te vayas dándome voces 
o jurándome que lo haces 
porque merezco algo mucho mejor.

Huir siempre es huir, 
en cualquier diccionario, 
en cualquier vida, 
en cualquiera de las cientos de veces que lo has hecho.

Pero tenemos la extraña virtud de acostumbrarnos a todo, 
aunque familiaricemos con monstruos tempestuosos 
que nos auguran nostalgia y canciones suicidas.

Los primeros monstruos te roban el sueño, 
pero todos los sucesivos terminan durmiendo a tu lado 
a ‘’pata tendida’’.

No es que no duelas, 
es que chirrías, 
como cuando el vecino de arriba se pone a mover sillas 
a las cuatro de la madrugada. 
Justo así. 
Chirrías porque ya nada encaja 
y las tuercas están oxidadas, 
supongo que he intentado arreglarlas con saliva demasiadas veces.

No se donde estás, ni que haces, 
ni siquiera se a que dedicas las cientos veces 
que giran las agujas del reloj 
en ese círculo perfecto que es el tiempo 
cuando se tiene encerrado a modo de trofeo, 
pero aun sin saber si me piensas, 
yo necesito dejar de hacerlo.

Voy a meter en una maleta lo imprescindible, 
es más, 
igual ni siquiera me llevo maleta. 
He dejado la llave en el alféizar de la ventana 
y he tendido la lavadora. 
Todas las cartas están en el cajón de la mesita,  
salvo una, que está fuera, 
en ella encontrarás los pasos que debes seguir para no volver, 
porque ya no quiero que lo hagas 
y me apetece ayudarte a que lo consigas.

Además, he dejado el armario ordenado, 
para que parezca que no ha pasado nada 
y puedas sentirte cómodo. 
La cama huele a ti, 
y en el cabecero sigue escrito aquello de: 
‘’todos mis sueños caben en tus lunares’’. 
Me pareció bonito 
y nunca he tenido valor para borrarlo. 
Hazlo tú si quieres, 
haz cuanto necesites para sentirte bien.

Yo por mi parte, no voy a volver. 

La diferencia es que yo no huyo, 
me despido, 
porque hoy ha sido el primer día 
en el que girarme para mirar a tu recuerdo, 
no me ha generado mareos, 
así que creo que estoy preparada.

Ahora tú, por tu parte, 
puedes quedarte en casa que lo he dejado todo a tu gusto, 
y vayas a donde vayas, 
incluso aunque no vuelvas, 
incluso aunque lo hagas, 
vas a encontrarte a ti mismo, 
y a ver como cojones le explicas 
que me he ido cuando estaba a punto 
de quedarme para siempre.





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