sábado, 31 de octubre de 2015

Simulacro.

He recorrido toda la calle 
sin ni siquiera mirar atrás.

Me duele la nuca de obligarme 
a mirar hacia delante 
mientras la respiración 
de cientos de personas 
que no conozco, 
me ondean el pelo.

Pero lo he cortado, 
y por mucho que suba ahora, 
dudo que seas capaz de verlo 
desde tu ventana.

He recogido todos los lunares 
que se me han ido cayendo por el camino, 
y los he repartido por otras camas.

Llevo la piel tan desnuda 
que se me notan todos los secretos 
agrupados en las costillas, 
al lado de cientos de colillas 
que siguen encendidas 
por más tiempo que pase 
de nuestro último polvo.

Vuelan tus cenizas 
al mínimo soplo de otra boca 
y se instalan lejos de la ventana, 
tienen vértigo a todo 
lo que no termina en mis piernas.

Me he dado cuenta del pánico 
que me da huir de aquello 
que ni siquiera ha existido, 
porque nunca termino de saber cuando parar.

O nos curamos 
o nos matamos de pena. 

Pero déjame que vuelva a sentirme hogar.

Grítales a los vecinos 
que soy insoportable 
y que ya no me ves bonita 
ni leyéndote uno de esos poemas tan tristes 
que nos hacen siempre creer 
que nos queremos mucho más 
de lo que nos podemos permitir.

Hoy es un día tan bueno para olvidarte 
como lo han sido los cien anteriores, 
pero a mi todo me recuerda a Noviembre 
y se me apagan los veranos.

Y las velas de todas las tartas 
que no me has preparado.

Trato de mimetizar tus formas mentalmente 
hasta que me duele tanto la cabeza 
que me quedo dormida, 
y entonces te sueño, 
y me siento dentro de un laberinto 
jugando a perseguirte a lo largo de una ciudad 
que siempre tiene los semáforos en rojo.

Y eso que la que corría, 
era yo.

No se cuanto de feliz podría llegar a ser 
si dejase de perder las bragas 
en todos tus simulacros 
de quedarte para siempre.

No lo se, 
ni me importa.

Así que es culpa mía esta tonta manía 
de esperarte aun cuando todavía 
no has dicho que te irás. 

Pero yo ya lo se, 
claro, 
después de todas las vidas 
que tu gato interior ha compartido conmigo, 
se cuando estás a punto de abrirle la jaula 
a tus fantasmas.

Soy yo quien te da la llave 
porque se en que momento necesitas 
escapar de ti mismo 
y jugar otro partido 
al que no le importen tus tiempos muertos.

Y vuelves cuando uno de ellos 
te habla de poesía.

Te suena el piano en el salón 
pero nadie lo toca; 
y una voz te recita a Bukowski.

Estamos recuperándonos 
mientras perdemos la cabeza.

Ahora que la elegancia 
son un montón de gemidos en tus oídos 
que no quieren escuchar hablar de futuro, 
me sobran once meses del calendario.

Y el verano me resulta innecesario.

Si consiguieses que la misma ciudad de siempre 
dejase de parecerme desconocida 
igual podría quedarme aunque no estuvieses.

Antes,
que yo no corría 
ni tú tampoco.

Antes,
que nos corríamos juntos
de punta a punta
como si todo mapa 
nos pareciese poco.

Antes, 
y no ahora.

Antes siempre 
y ahora, 
solo es ahora. 


sábado, 24 de octubre de 2015

Todas nuestras formas.

He ido recogiendo todas las migas de pan 
que he encontrado en el camino; 
me he rellenado el corazón con ellas, 
y he sacado uno a uno todos los momentos 
en los que mirándome a los ojos, 
supiste mentirme con tanta elegancia.

Nosotros, 
que nos hemos querido 
mientras el mundo jugaba a odiarse con tanta rabia, 
que empezamos a usar las fronteras 
como armas arrojadizas; 
que nos hemos odiado más 
de lo que se han querido todos aquellos 
que no saben lo que es saltar desde la quinta planta 
porque abajo, él tiene los brazos extendidos 
y parece un aeropuerto.

Y sentirse avión, 
por un momento.

Nos hemos amado mas 
de lo que aparece en los libros de poesía 
y nos hemos detestado con tantas ganas, 
que no nos quedan vajillas.

Pero podemos comernos, 
y no me importa que lo hagas con las manos.

Nosotros, 
nos hemos querido tan mal, 
que parece que buscamos la manera 
de que doliera eternamente, 
y tan bien que, vete tú a saber 
si algún día podré volver a escuchar a Sabina.

Me has robado la música, 
los libros, 
lugares 
y películas, 
y el mundo sigue empujándome 
a vivir como si nada.

Nos hemos querido con enfados, 
con riñas, 
con ganas de mandarlo todo al traste; 
alejándonos de nosotros mismos, 
evitando espejos que pudiesen decirnos la verdad a voces.

Y hemos vuelto, 
claro, 
atraídos, 
casi en llamas; 
y nos hemos jurado que no nos importaba quemarnos 
mientras nos arrancábamos la piel a tiras, 
arrasando con los rastros de otras salivas.

Nosotros que hemos sido distancia 
contabilizada en intensidades, 
mientras todos los relojes giraban sus agujas ensangrentadas 
de la última vez que acabamos con la historia.

Como animales también, 
con las piernas abiertas en forma de bucle, 
de final repetido, 
de esperanza manoseada.

Y como desconocidos; 
jugando a no importarnos, 
a haber olvidado tu desayuno preferido 
y la hora de tus fantasmas; 
como si no recordase todas tus sudaderas 
y el póster de tu habitación.

Nos hemos querido tanto tantas veces; 
acallando teorías 
que nosotros mismos habíamos creado 
para autoconvencernos de que dejarnos ir 
era la única opción, 
y las hemos apuñalado 
como un amigo apuñala a otro, 
por la espalda.

Y nos hemos querido tan poco otras veces, 
que nos esforzábamos por ser personas distintas 
que no se dolían por separado.

Pero cuando se tienen los órganos vitales conectados, 
volver es la única salida.

Volver hasta que sangren las heridas, 
metiendo los dedos en la llaga, 
hundiendo cigarrillos en las cicatrices.

Volver sin piedad.

Porque la piedad es un absurdo 
cuando hemos resucitado varias veces 
de nuestra propia muerte sentimental.


viernes, 16 de octubre de 2015

Así que estoy bien, pero no tanto.

No se como decirte 
que estoy bien 
pero no tanto. 

Que las gaviotas de papel de mi habitación 
me recuerdan a los viajes que no hemos hecho 
y a los vuelos que no hemos tomado.

Y a todas las caídas, 
claro.

Los gatos de la pared de la cama 
han separado las colas 
y ya no hacen esa graciosa forma de corazón.

Marilyn no está tan rubia 
y Audrey desayuna sola y sin diamantes.

Así que estoy bien, 
pero no tanto.

Puedo leer a Cortázar sin odiarle 
por escribir sobre nosotros: 
‘’aunque estemos destinados a no ser’’
y le perdono porque de alguna forma 
él te mantiene vivo por mi 
y puedo darme un respiro.

Aunque lo que me entre en los pulmones 
me arañe la garganta como aguijones de escorpión.

No hay ni una foto tuya, 
porque soy una viuda 
en plena superación de mi duelo sentimental, 
y mi psicólogo me ha dicho 
que tengo que empezar a alejarme de ciertos recuerdos.

Así que los he movido, 
de la almohada a los pies de la cama.

Parece que tengo un poco más de movilidad, 
pero aún no la suficiente 
para perseguir todos esos sueños 
que aunque tuyos o nuestros, 
se quedaron en mi.

En este divorcio, 
los niños me los he quedado yo, 
y todos tienen tus ojos.

Me encantaría que fuese fácil 
cambiar a la persona 
y seguir con la historia; 
una sucesión de personajes secundarios 
por si el principal decide que la princesa 
no es para tanto cuento.

Entramos a la vez en otras camas, 
pero con personas diferentes 
y en lugares distintos, 
y de nuevo Cortázar: 
''algo infinitamente perdido y distante, 
seguía, sin embargo, uniéndonos.''

Aunque fuesen orgasmos en otras piernas; 
aunque fuesen las ganas de olvidarnos 
sin la mínima intención de dejarnos atrás.

Hemos follado como animales, 
a pelo, 
sin el miedo del que tiene miedo.

Tremendamente desnudos, 
hasta que nos dolían los lunares 
de intentar borrar constelaciones 
por si otros cielos.

Por si otros cielos 
y no el nuestro.

Así que estoy bien, 
pero no tanto, 
porque tengo una torre Eiffel encima del escritorio 
y veo a los suicidas al borde del abismo; 
solo tengo ganas de gritarles que salten.

Los suicidios por amor 
son los únicos que alimentan la poesía.

Así que tú, 
dejándote caer mientras me gritas 
todo lo que tu garganta no te permitió susurrarme, 
debes de ser tremendamente poético.

Pero habrá quien te diga 
que no lo hagas, 
porque dejarse caer al vacío 
por una persona diferente 
a la que te baja la bragueta 
en un intento de que solo quieras follártela a ella, 
es la forma más sincera de serle infiel a alguien.

Y sinceridad e infidelidad 
no pueden ir juntas en la misma frase, 
y no sabes como me molesta la coherencia gramatical.

Eres mi canción favorita 
hasta cuando estás en silencio.

Así que estoy bien, 
pero no tanto, 
porque he intentado escribirle a otros 
hablando de ti 
mientras prometo haberte superado.

Y tú, 
en la otra punta de un mapa 
que juega al despiste, 
juras no recordar todas las tonalidades de rubio 
que tiene mi pelo, 
mientras mentalmente repasas una a una.


Así que estoy bien, 
pero no tanto, 
porque tan bien sería no estar mal 
y sin embargo, 
todas las noches 
me pregunto como estarás. 


martes, 13 de octubre de 2015

Y entonces lloro, porque se cura.

Yo siempre he sido de perder 
hasta que perdiendo gané contigo.

Y se que no tiene mucho sentido. 
Pero perder algo repetidas veces 
de alguna forma incansable 
lo hace tuyo.

Ya no se muy bien en que creo. 
Si el amor eterno existe 
o si es más bien el declive 
lo que conseguimos repetir hasta la saciedad.

Si un amor estable puede perdurar 
más allá incluso de una lista de posibilidades 
que se presenta cerrada, 
o si son los amores intermitentes 
los que consiguen hacerse hueco 
entre bragas y borracheras 
para romper con ideales de película.

Igual todo lo que te trajo hasta a mi 
ha sido una secuencia cinematográfica 
con un guion que nos recuerda a los suburbios 
de una ciudad que rara vez duerme.

Porque dormir es solo retrasar la evidencia 
de que tú y yo despiertos nos rompemos tantas veces 
como aguante el cuerpo.

Ya no se a que bando pertenezco, 
si me declaro nacionalista 
de una patria que me vomita repetidamente 
hasta lugares a los que no quiero volver, 
o anarquista en contra de protocolos exhaustivos 
que no te dejan alzar la risa.

Pero se que andamos en guerra. 
Y prefiero eso a una paz que no te traiga de vuelta.

Somos rebelión, 
revolución 
y bandera. 

Y si una noche nos acostamos 
sin cargar el revólver, 
habremos dejado de tenernos miedo.

Y no se si creo en el infierno, 
en el cielo, 
o en todo lo que se queda en medio. 
Pero lo primero me recuerda a unas piernas abiertas 
que nunca son las mías; 
y lo segundo, 
a tu saliva esparramándose por mi piel 
hasta borrar cualquier intento de sobrevivirte.

No busco que me hagas promesas. 
Ni que jures haber enterrado a todas tus distracciones 
en las profundidades del jardín del vecino de al lado. 
Ni siquiera necesito aparecer en tu epitafio 
ni que tú escribas en el mío que siempre me recordarás.

De nada me sirven todas tus muertes 
si no eres capaz de quedarte una puta vida.

Solo necesito una de las siete. 
Las restantes dejo que las malgastes 
entre callejones sin salida, 
asegurándoles que hace mucho que no te corres 
pensando en mi capacidad para llevarte la contraria.

De un polvo con una a un polvo conmigo 
solo hay una copa de distancia 
y un mensaje ilegible. 
De irte a que te quedes, 
solo hay una canción adecuada 
cualquier tarde de domingo.

Hace tres días que me colé en tu casa 
y te resintonicé la radio. 
Ahora vas a culpar al destino 
que siempre te trae hasta a mi, 
mientras yo me callo como una puta barata 
que oculta que tiene tres tallas menos de sujetador.

Les he llorado a todos mis esfuerzos 
por mantenerte atado a una mesa 
en la que ya no se cena en familia; 
todos los platos se enfrían 
y ya no tengo calor ni entre las piernas.

Pero el puto corazón sigue palpitando 
y tú te ríes. 
Te ríes tan fuerte 
que ya no lo escucho bombardearme el organismo 
a golpe de pólvora.

Ha debido de pararse. 
Y me lluevo encima.

Alguien me toca el pelo 
mientras me susurra suave, 
como quien limpia una lámina de cristal 
con miedo a que se haga añicos, 
que si lloro, se está curando.

Que si lloro se está curando.

Curando.
Curando.
Curando.

Y entonces lloro, 
porque se cura.



Tu no cumpleaños.

Se acerca un día tan importante, 
que el día que te marchaste pasa a un segundo plano.

Pero sigue ahí, 
por eso espero que entiendas 
mi forma de decirte que no me he olvidado, 
y que me gustaría ser yo 
quien encendiese la vela de la tarta 
y te mirase con ojos de deseo.

No puedo acercarme a ti 
porque eso sería, irremediablemente, 
alejarme de mi, 
y ahora que he vuelto a recuperar 
el contacto conmigo misma, 
que nos hemos sentado a hablar de nuestros límites 
y a enseñarnos a querernos 
sin cada uno de los trozos que tú te llevaste, 
no puedo volver a defraudarme.

Es un ‘’o yo o tú’’ continuo.
Y ya no puedo elegirte.

Se que estás en contra de que no hablemos, 
pero recuerda que tú tienes la perspectiva del que se marchó; 
la mía es la de quien se queda cuando ya no hay nadie.

Pero nunca me olvido de ti. 
Ni de los días que son importantes. 
Eso tienes que saberlo.

Es un absurdo estar preparada para que vuelvas 
y sin embargo, 
no poder tener contigo una conversación; 
pero dejé de entender de motivos y de razones 
justo cuando empecé a entender de nosotros.

Todos los días pienso en como habría sido 
si hubieses elegido quedarte, 
antes podía llegar a imaginar hasta el color 
de las paredes de nuestra habitación; 
el número de vecinos que se enemistarían 
por nuestros gemidos, 
y el lugar que ocuparía el tarro del café 
en la estantería de la cocina.

Ahora cierro los ojos, 
y ni siquiera consigo ver la casa. 
Y sin embargo te veo a ti, 
de un lado a otro del pasillo, 
cogiendo los vaqueros y el jersey; 
besas a una chica rubia y sin rostro en los labios, 
ella viste de azul claro, 
y nunca consigo verle la cara.

La imagen se diluye en cuanto obligo a mi mente 
a dejar de pensarte: 
‘’ya no vamos a ninguna parte’’.

Pero eso no hace que me haya olvidado de ti. 
Dijiste que me cuidara y es lo que intento, 
aunque tenga noches de tormenta 
en las que mis demonios internos 
se pelean por hacerle el amor a tu recuerdo.

Ya no pienso en si otras piernas o en si otras faldas; 
estoy agotada sentimentalmente. 
Y he obligado a todas mis recaídas al exilio emocional.

Ojalá todo pase pronto, 
y me quede la paz de quien ya no llega tarde a ninguna parte; 
porque cuando nadie te espera, 
el reloj es solo un mero trámite.

He besado, 
he follado, 
y me he puesto guapa para otras intenciones. 
Y al final, 
siempre llega el final 
cuando vuelve tu comienzo.

Y eso que nunca comienzas del todo.

Ojalá, como te dije, pase pronto, 
y me olvide del miedo: 
quien tiene miedo aun teme perder algo. 
Y yo ya no puedo permitirme perder nada más.

Pero claro que me acuerdo de ti, 
y dentro de mi siempre habrá una pequeña parte 
que simula ser el estadio diminuto de un pueblo de montaña 
donde se canta al unísono el feliz cumpleaños, 
mientras miro al fondo de una piscina vacía 
y recuerdo cuanto va a dolerme la caída, 
así que ya nunca subo, 
pero te canto.

Posiblemente nadie lo haga más fuerte que yo, 
y confío en que sepas a que me refiero.

Se que aun faltan unos días, 
pero si espero al día exacto, 
no seré capaz de articular palabra, 
y posiblemente, 
conseguiría que no pudieses quitártelo de la cabeza, 
y no quiero eso.

Espero que me leas, 
y sé que así será, 
y que me entiendas, 
que comprendas porque lo hago ahora 
y porque así.

Necesito más tiempo 
porque aun salgo de casa 
y espero cruzarme contigo.


Felicidades K, 
con todo mi amor.




lunes, 5 de octubre de 2015

De que tengo que hablar parar hablar de nosotros.

No se si hablar de ti, 
o hablar sobre mi. 
O dejar de hablar de los dos.

Me tienes hasta el moño.

Hasta un moño despeinado, 
enredado. 
Un moño mal hecho 
que recuerda al buen sexo.

A tirones. 
A enfados que duran 
cuatros habitaciones de la casa. 
Dos sofás. 
Una cocina. 
Y enemistarse con todos los vecinos.

Nadie me trae bizcochos 
cuando llego nueva al edificio, 
porque tú siempre tienes puesta tu cara 
de pocos amigos. 
Y a mi, 
que tanto debería de molestarme, 
solo me dan ganas de hacerte el amor.

Tu antipatía me despierta las cosquillas.

Me miras de arriba abajo, 
como quien contempla un buen postre 
antes de llevárselo a la boca. 
Como si el disfrute fuese más 
tener el poder de decidir cuando devorarlo.

Y te miro: ‘’ahora no’’.
Sonríes, 
con cientos de orgasmos entre los dientes 
y te avalanchas.

Me recuerdas a un tsunami 
en los países más subdesarrollados; 
yo soy la casa que se parte por la mitad.

Me tiemblan las piernas 
lo justo para que se me caiga la falda.

Nuestra historia de segunda mano 
nunca tiene suficiente. 
Tenemos una conciencia barata. 
Y lo barato siempre sale caro.

A veces no se que resulta más lógico, 
si acordarme de todo lo que hemos vivido 
o elegir una amnesia voluntaria 
que me lleve a creer que todos los días 
te conozco de nuevo.

Que siempre es la primera vez.
La primera vez que te vas.

Absuélveme de mi misma, 
de mis propios reproches. 
Y dime que camine con Dios, 
mientras te profetizas como a la mejor religión.

Como no ibas a cogerme el teléfono 
por muy guapa que fuese aquella 
con la que compartías el intento mil en olvidarme, 
si yo siempre aparezco vestida de añoranza.

‘’Ven cuando quieras, menos tarde’’.

Y noto como me precipito sobre un colchón 
que es como el de ayer pero diferente, 
porque hoy no cojo la postura 
y huele a otras caídas en las que no me reconozco.

Caer nunca es volar, 
aunque no tengas los pies en el suelo.

Vamos a subir al tejado 
a matarnos a reproches; 
antes de que el nosotros acabe con los dos.

Y si después de gritarte uno a uno 
todos tus defectos 
aun crees que soy tu mayor virtud, 
te escribo una poesía que te calme los demonios.

Te la recitaré en voz alta, 
mientras me voy anudando a las vías del tren, 
que me pasen por encima todos los vagones 
en los que nunca has viajado conmigo.

¿Sabes?
En algunas ocasiones 
las oportunidades pasan de largo, 
vemos como se nos escapan.

En otras, sin embargo, nos arrollan, 
y después de ellas, 
ni siquiera quedamos nosotros.