Hoy me han preguntado qué es lo más triste que recuerdo, y se me ha resquebrajado el pecho al sentir que no recuerdo nada que me haga sentir triste, y qué triste.
A qué me resistiré cuando suba la marea, porqué pediré clemencia, a qué me agarraré cuando empiecen a caer todos los edificios de Madrid y se quede un cielo abierto y despejado que engulla vidas enteras.
“No podría vivir en una ciudad sin mar” me decías mientras yo solo pensaba en una enorme playa con niños que gritan y madres que riñen. Y te abandoné, incluso antes de irme. Y supe que había cometido un error cuando aún sabiéndolo, seguiste allí. En un “conmigo” que era “sin ti”.
Pero que le vamos a hacer cariño, nunca he sido de rectificar las malas decisiones. Y te juro que esa noche me brotaban olas de los ojos, y ya no había niños, ni madres, solo tú en pelotas en una orilla de arena blanca.
Mi mejor amigo de la infancia solía decirme que en cualquier historia yo acabaría siendo el héroe muerto; en lo segundo nunca pudo tener más razón. Muerto, muerto y más muerto.
Aunque un cadáver con mucha suerte, y magia, al que solo le bastan cinco copas para traerte de vuelta.
Se le olvidó puntualizar lo de cobarde, un héroe muerto y cobarde, que ha preferido soñarte. Pero hoy, que me he permitido estar despierto y lúcido, déjame armarme del valor que nunca me ha caracterizado, para decir que te echo de menos.
A ti, y no a cualquier otra, a ti que nunca te he tenido porque no me lo permití; siempre me ha dado más miedo aterrizar que despegar, así que perdóname si nunca emprendí el vuelo.
Pájaro de jaula cerrada,
pájaro de pacotilla.
Temo el día en el que tus ojos me miren y ya no te duela; temo el día en el que todas las enfermedades lleven tu nombre, y aún más el día en el que ya no lo recuerde. Sálvame de ésta aunque no te lo pida. Sálvame de cualquier cosa que pueda alcanzar sin ti, porque nunca será suficiente.
Sé que los corazones rotos se guardan ya en todos los pechos y que posiblemente no te asombre si te digo que el mío suena a vajilla magullada. Y también sé que no estarás siempre sola, y me parece bien, y justo, y lógico, y serás la victoria de otro y yo aceptaré haber perdido la única guerra de la que me he sentido partícipe.
Un héroe muerto y cobarde que no salió de su trinchera.
Ojalá supieses que te escribo. Ojalá leas todo lo que en otras cientos de manos, solo habla de ti. Y mientras tú te deleitas entre hojas y hojas donde reconozco que me equivoqué, yo iré a buscarte a casa, y si no estás allí cuando llegue todos los días del resto de mi vida, conseguiré olvidarme del camino; porque dime ¿de qué sirve recordar una dirección que no te lleva a ninguna parte?
De que sirve una casa en la que tú no estás.
De que sirve una ciudad sin mar.
De que sirve un héroe muerto y cobarde.
De que sirve un pájaro que no quiere volar.
Estoy aquí solo, lamiéndome una a una las heridas; cada día más cerca de lo que soy, que es nada cuando tú cuerpo no se acerca a mi cuerpo. Pidiendo a gritos el golpe definitivo que me abra en canal y brote agua y se me escape el último resquicio de vida y se mude contigo.
Hoy me han preguntado qué es lo más triste que recuerdo; y en lugar de explicarles que un día te tuve y te perdí, he preferido abandonarme al olvido como un perro callejero que ya no tiene donde dormir.