miércoles, 13 de septiembre de 2017

Reverso.

Supe que ciertas cosas están destinadas a ser separadas de cuajo con la misma fuerza que chocaron.

El lado inverso; 
el reverso. 
El regreso del golpe.

Vi toda mi infancia liada en sus dedos, y sentí que toda mi vida no había sido más que un títere movido para llegar hasta aquel momento.

La nada del todo más intenso.

Me lloran encima las calles de nuestra ciudad y en todos los desconocidos encuentro algo de ti que conocía muy bien; y así es como me habitas aunque recorras otro cuerpo.

He paseado por la plaza donde está escrito aquello de los cerezos y la primavera y he pensado que he olvidado el paso del tiempo porque ya no pasa nada que merezca la pena que pase; y porque el frío, la lluvia y el viento se me han cogido con fuerza a todos los intentos de no soñar contigo como reproche a lo poco que lo haces tú conmigo.

Porque ya no recibo tus mensajes de madrugada. Ni llamas a la puerta cuando tienes cama donde caer pero nunca te dejan hacer de muerto. De herido emocional. De tullido de guerra que se recuenta las balas a oscuras todas las noches de soledad.

He abierto un poco el ala derecha de la ventana y se ha colado la música que se escapa de tu casa. Y el olor a café tostado y a mermelada de fresa. Eres feliz al otro lado de mi. Y yo estoy tan triste, y siento el desamparado de todos tus miembros, que se me han despegado del cuerpo y me han dejado la piel áspera.

Y un dolor agudo en la nuca que no me deja descansar y que me da ganas de vomitar todas las noches los mismos miedos, 
los mismos sermones,
los mismos abismos.

Se me ha secado la fe gota a gota, como la saliva de los lóbulos de las orejas que me dejabas cuando hacíamos el amor. Y es muy difícil la vida desde este lugar con cruz pero sin creencias, con religión pero sin milagros.

Aunque lo más complicado de todos estos meses que llevo sin ti, es sentir que te conozco lo suficiente como para saber que no vas a volver, y que no te encontraré donde siempre, que no hay dirección a la que enviarte cartas, ni teléfono al que llamar solo para decirte que sigues en este pecho.

Retumbando, 
resonando.

Saber que no vas a volver me obliga a tantas cosas que no quiero elegir solo porque yo, te elijo siempre a ti. Y a cada uno de tus besos que terminan con mi libertad. Con las canciones. Con los pronósticos favorables.

Desde esta elección con final advertido, desde este cuerpo que gira dentro de una habitación cerrada y que no sabe nada del destino, voy a decirte, en voz baja y tiritando de frío, que vuelvo a esperarte solo porque yo nunca me he ido. Que sigo donde me dejaste. Con todo este dolor mío y todo el aguacero que se me escapa de las muñecas cuando intento cogerte con los ojos y guardarte al fondo, como una idea; y nunca puedo.

Que voy a esperarte porque dejar de hacerlo sería, irremediablemente, enemistarme con esa parte de mi que recita poesía. Y baila en una azotea y se suicida solo para volver a la vida y apostar todo de nuevo  a encontrarte.

Y perder.

Y perder.

Y perder.

Siempre en la misma ruleta, mientras de fondo suena Sabina y quinientas noches me parecen una broma de mal gusto.

Y las heridas,
los llantos,
los daños
y los golpes
se me amontonan en las costillas 
y se me clavan con fuerza 
sin piedad ni misericordia.

Pero mientras todo esto pasa, 
tú vuelves,
y el arte, 
convaleciente,
de repente respira 
y se retuerce 
y me devuelve a la vida. 




miércoles, 6 de septiembre de 2017

A ti, dulce poesía.

Se fue a la guerra. Y no volvió. Quiero decir, sí que volvió pero era otro que yo no conocía. Y además, no traía heridas, traía el vientre lleno de flores cortadas por otras manos.

Sucias y hábiles.

Se fue y yo que no pensaba esperar, me quedé a vivir en el alfeizar de la ventana, con la vista clavada al fondo, donde ya no se distingue la huida del regreso.

En la distancia todo se vuelve un amasijo de desconocidos, tan vivos como inertes, tan cercanos como lejanos. 
Y tú sin moverte del sitio.

Voy a decirte que te extraño casi todas las noches que quiero mucho a alguien que no eres tú. Voy a decirlo solo cuando estés tan lejos que no puedas escucharlo, porque no toda confesión se hace para otro oído.

Cuando ya no tenga miedo, voy a contarte que me hubiese quedado. 
Cuando los huesos hayan soldado y no pulule por la ciudad este olor a mar.

Mientras tanto, no voy a decirte más que lo que no te digo y tampoco voy a dejarme querer.

Siempre fue de otra forma que ya he olvidado, pero ahora es distinto ¿tanto hemos cambiado? Seguramente ya hayamos elegido justo por no haberlo hecho. La falta de decisión es la mayor elección. ¿Cómo puede haber tanto en todo lo que callamos?

Me parece que el tiempo ha dejado de discurrir. Algo se ha parado, y la habitación donde solíamos besarnos ha estallado esta mañana y yo sin embargo, sigo escuchando el estruendo. El tiempo ahora funciona de otra forma, y dentro de unos días será otro día y cuando todo debería ya haber acabado, dentro de mi estará empezando.
Mañana será siempre hoy y ya no habrá puentes que unan distancias. Eternamente lejos, todo lo lejos que estábamos ayer y que yo siento ahora. 

Y cuando nos volvamos a encontrar y nuestros ojos se vuelvan a mirar, estaremos tan lejos como lo estábamos ayer.

Me he puesto delante de una hoja en blanco y he decidido hoy, después de hace años, escribirte una nota de despedida, porque he tragado saliva y necesito decirte adiós:

A ti, con todo el amor que siento hoy y es de ayer;
a ti, con esta sinceridad que tanto me ha llevado a mentirte.
Me has hecho daño 
y ahora eres ceniza, 
pero hay algo en ti, 
dulce poesía, 
que respira. 
No hay nada en orden si recuerdo. 
Eres todas las guerras de este pecho, todas las veces que me he negado al refugio. 
Tempestad y viento. 
Y echo tanto de menos decirte que te echo de menos, y el luto, los tropiezos. 
Los malos momentos y el sexo. 
Desde esta vida nueva tengo una ventana que siempre da a tu habitación, y un rincón en el que hace frío solo cuando te pienso, y te pienso mucho. 
Y ya no vuelo, 
ni paseo, 
ni canto, 
ni siquiera rezo, 
porque no creo.

Dime, ¿qué andabas buscando fuera de mi? 
Los besos, 
los años, 
los daños, 
siguen aquí. 
Y con el café de esta mañana me ha dado por pensar que igual dudas. Y eres humano. Y vuelves. Y hablamos. Después he recordado que esto era una nota de despedida, y que entonces debía de ser yo quien despidiéndose, no te dejaba regresar.

Así que he decidido escribirte mejor una poesía, sentada en el único lugar que no me recuerda a ti y te he encontrado allí:

A ti, que por todas partes vuelas; 
que te expandes y me abarcas. 
A ti, que no eres más que una sucesión de improbables, 
tengo que confesarte que no hay noche, ni día, ni tarde, 
que no me quemen las palmas de las manos de no tocarte.

Pero no hace falta que vuelvas,
me gusta más imaginarte.