Sin serlo.
Mi día de la suerte será el día en que tú tengas suerte. Y
abras los ojos para entender que abrir las piernas nunca es un pecado. Y no
querer ser madre no conlleva el permiso de nadie. ¿Desde cuándo deciden otros
si estás preparada para darle amor a quien crece en tus entrañas?
No hay libertad más triste que la que te dice cuando puedes
ser libre, mientras tú finges no ver los barrotes. La voz del orden es cada vez
más firme, y el ciudadano ha pasado a ser un mero figurante.
¿Te sientes partícipe de quien no te hace parte?
Hay que ponerse en pie y gritar fuerte: soy una oveja, para
que te acaricien el lomo. No dudes de la cultura ni de la moral ajena, o te
estarás formando bajo tus propias convicciones y eso siempre es un problema. Tú
serás el problema para quien obedece órdenes. Y te darán estadísticas vacías donde las cosas mejoran aunque tu vecina sigue comiendo las sobras del contenedor de la esquina mientras el anuncio de la lotería te cuenta alguna mentira.
Pero no lo notarás, porque la estupidez humana se acostumbra a todo, hasta a lo que no es cierto, y vive plácidamente entre certezas absurdas. Es mejor eso que preguntarse si estamos en lo cierto.
Vivir pisando al resto; con la soga al cuello a final de
mes. Con nuestro día a día dentro de un catálogo donde puedan seleccionarnos
como a piezas de ajedrez.
Pero si crees en Dios se pasa, ¿a qué si? En su eterna
misericordia y en una religión que te empuje a matar en nombre de otro. Una guerra
santa en la que no hay más enemigo que tú mismo. No existe el verbo poder, ni el pensar, ni el dudar. No existen mentes inquietas que se cuestionen la escasa movilidad. Desde esta libertad impuesta yo solo vislumbro alambradas y cuerpos inertes que sin embargo, caminan.
Y cotizan.
Pasar por la vida para estar dentro de las expectativas de
otro, de los números de otro, de los planes de otro. Ser una sucesión de
escalones para que otro llegue a la cima, y desde allí, que nadie le ve porque
todos miramos hacia arriba con los ojos vendados, poder robar tranquilo.
Marcados por la estética social, por las tendencias que te
dicen quien debes de ser, en que momento y hasta cuando. Una marioneta que se
disfraza para no quedar fuera de la corriente.
Porque claro, que miedo ser un pez que nada en otra
dirección. Que miedo la soledad, por si nos topamos con nosotros mismos.
Con lo fácil que es ajustarse a la descripción de los demás.
Y después, cuando en una red social que te ayuda a follar
más, te pidan que hables de ti, tendrás los santos cojones de decir que te
consideras diferente.
Lo más triste de todo es que seguramente esa noche follarás.
Abrirá las piernas para ti la misma chica que luego dirá a
sus amigas que ni siquiera os habéis besado, por si San Pedro anda por allí con
su libreta para acceder al cielo.
Quienes sufren la disforia de género, quienes viven su bisexualidad
o quienes eligen amor libre, no son depravados ni locos; la infidelidad no significa lo
mismo para todo el mundo y hay quien no quiere un amor eterno.
Somos la generación de vacíos cotidianos, de preguntas moldeadas
para no molestar al dirigente,
de nadas rutinarias
y ausencias domesticadas.
Solo queréis sentiros a salvo.
Pero afortunadamente aun quedan personas que disfrutan del
placer de no pertenecer. No pertenecer. No pertenecer. No pertenecer.
Porque cuando no les perteneces, te perteneces.
Cuando llegue a este blog hace tres años por accidente, sentí un sin número de cosas leyendo este texto. Me gustaría saber quien ha escrito esto tan maravilloso.
ResponderEliminarIncluso yo acabo de llegar. Y esta muy bueno
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