Un día volverás,
como vuelven todos a los que les pesa la
nostalgia
más que las esperanzas.
Pero volver cuando ya nadie te espera,
es la forma más cruel
de encontrarte contigo mismo,
y ver hasta que punto soportas tu presencia.
Si te caes bien,
si te invitarías a una copa.
La poesía también es eso,
tener el valor de volver al
epicentro de tus recuerdos
y afrontar que lo tuviste todo
mientras tú te
empeñabas en coger otro camino.
Como desistir de un orgasmo
cuando estás a punto de alcanzarlo.
Y se supone que no debería entenderte,
que tendría que estar
enfadada,
pero lo cierto es que otras veces
he sido yo quien ha dejado sin
orgasmo a otras manos
cuando lo tenía todo.
O más bien,
cuando se lo había prometido todo.
Que imagino que la vida es eso,
negar y ser negado.
Y luego escribir, escribir mucho
y leer aun más.
Encontrar
respuestas y salidas en otras palabras.
Dejar que pase el tiempo
y permitir que
de vez en cuando,
una boca que no conoces
te diga lo bonita que estás
cuando no
te cabe ni una sola decepción más en los bolsillos;
cuando estás a punto de
descoser las costuras
y lanzarte al vacío.
Y el vacío siempre es otra cama,
ni la suya
ni la tuya.
Otra.
Otra que no sabe que está allí por descarte.
Que de todas
las opciones de aquella noche,
le escogiste a él porque es quien menos se le
parece.
Y puede sonar triste,
y hasta quizás lo sea,
pero es que
todo eso de ser feliz a cualquier precio,
es el tópico más manoseado
de todas
las redes sociales,
y es una mentira tan enorme
que por debajo del vestido
le
asoma la piel de lobo feroz.
La felicidad es un engaña bobos,
si llegas al final del día
sin ganas de vomitar recuerdos,
ya es más que suficiente,
al menos con los
tiempos que corren.
Y de ser feliz ya hablaremos
cuando la falda de lunares deje
de recordarme a ti.
Cuando estar en otra cama
no sea sinónimo de no pensarte.
Cuando se vuelvan a poner de acuerdo la razón y el corazón,
y este deje de
recordar tus últimas promesas.
Cuando todo el amor me quepa en otros planes
y
pueda volver a leer poesía
sin acabar tropezando siempre con tus huidas
envueltas en una nebulosa celeste
que se aleja de mi con tal templanza,
que
pasan días hasta que consigo entender
el significado de aquello.
Huir siempre es huir,
te vayas dándome voces
o jurándome que
lo haces
porque merezco algo mucho mejor.
Huir siempre es huir,
en cualquier diccionario,
en cualquier
vida,
en cualquiera de las cientos de veces que lo has hecho.
Pero tenemos la extraña virtud de acostumbrarnos a todo,
aunque familiaricemos con monstruos tempestuosos
que nos auguran nostalgia y
canciones suicidas.
Los primeros monstruos te roban el sueño,
pero todos los
sucesivos terminan durmiendo a tu lado
a ‘’pata tendida’’.
No es que no duelas,
es que chirrías,
como cuando el vecino
de arriba se pone a mover sillas
a las cuatro de la madrugada.
Justo así.
Chirrías porque ya nada encaja
y las tuercas están oxidadas,
supongo que he
intentado arreglarlas con saliva demasiadas veces.
No se donde estás, ni que haces,
ni siquiera se a que dedicas
las cientos veces
que giran las agujas del reloj
en ese círculo perfecto que es
el tiempo
cuando se tiene encerrado a modo de trofeo,
pero aun sin saber si me
piensas,
yo necesito dejar de hacerlo.
Voy a meter en una maleta lo imprescindible,
es más,
igual
ni siquiera me llevo maleta.
He dejado la llave en el alféizar de la ventana
y
he tendido la lavadora.
Todas las cartas están en el cajón de la mesita,
salvo una, que está fuera,
en ella
encontrarás los pasos que debes seguir para no volver,
porque ya no quiero que
lo hagas
y me apetece ayudarte a que lo consigas.
Además, he dejado el armario ordenado,
para que parezca que
no ha pasado nada
y puedas sentirte cómodo.
La cama huele a ti,
y en el
cabecero sigue escrito aquello de:
‘’todos mis sueños caben en tus lunares’’.
Me pareció bonito
y nunca he tenido valor para borrarlo.
Hazlo tú si quieres,
haz cuanto necesites para sentirte bien.
Yo por mi parte, no voy a volver.
La diferencia es que yo no
huyo,
me despido,
porque hoy ha sido el primer día
en el que girarme para mirar
a tu recuerdo,
no me ha generado mareos,
así que creo que estoy preparada.
Ahora tú, por tu parte,
puedes quedarte en casa que lo he
dejado todo a tu gusto,
y vayas a donde vayas,
incluso aunque no vuelvas,
incluso aunque lo hagas,
vas a encontrarte a ti mismo,
y a ver como cojones le
explicas
que me he ido cuando estaba a punto
de quedarme para siempre.
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