Hoy al despertar
has sido lo primero en lo que he pensando.
Te he imaginado en el asiento del piloto,
con una mano en el volante
y otra en
mis rodillas.
Conducías mirándome,
con ese aire de canción de los ochenta
cosido a los vaqueros,
y sonreías.
Eso es lo que más recuerdo, tu sonrisa.
Olía a verano allí por tu boca
y la crónica de mi vida
se
iba sucediendo en los altibajos de tu voz,
aun la escucho si cierro los ojos
y
me concentro en un punto exacto.
Yo te miro también
desde el asiento de al lado.
Me quito la
camiseta
para ponerme el bikini,
y sonrío,
porque sin mirarte,
se que andas
mordiéndote
el labio inferior.
Subo el volumen de la radio
con los pies en el salpicadero,
tarareando nuestra canción.
Claro que la recuerdo,
pero la he descartado de la lista
del reproductor
en uno de los mil intentos de olvidarte.
Aceleras,
y ahora oigo el sonido del motor,
ruge,
como ruges
tú cuando mi cabeza
se encuentra en los bajos de tu ombligo.
Te quito la mano del muslo
y la paso por mi pelo,
enredándola con él.
Te pones serio y me miras:
¿qué hace una chica como tú en
un sitio como este?
Me abalanzo sobre ti
y vamos zigzagueando por la carretera,
como si no hubiese peligro más allá de aquellas hipótesis
de que nada es para
siempre.
De que tu boca en un local.
De que ya no estás tan seguro.
De que los
crepes ya no saben igual
y nunca se calcular la cantidad exacta de chocolate.
Y las mañana ya no huelen a café
pero todos los cafés,
en
cambio,
me siguen recordando a tus mañanas.
Pisas el freno, casi en seco,
y me coges la cara con las dos
manos,
apartando el pelo liado en las pestañas.
Me besas las pecas, una a una
y
juegas a las promesas.
La primera, que no te irás.
La segunda, que no me dejarás irme.
La tercera, que pase lo que pase, no me olvidarás.
Y entonces,
como augurando la llegada de una tormenta
que no
he visto hasta lloverme encima,
¿para que vas a olvidarme si no piensas irte?
Las promesas nunca han sido lo tuyo,
pero tú si eras lo mío.
Y yo lo tuyo.
Y entonces a ver, joder, a ver como lo hacemos,
¿te vas tú?
¿o te
quedas sin ganas
y me cedes la valentía en un acto de fingir
que no nos hemos
querido tanto?
Hoy me han contado
que te han visto pasar a prisa en el
coche,
serio,
con las dos manos sobre el volante.
Decían que al lado de tu
asiento
casi se me podía ver.
Una silueta, un contorno, un reflejo.
Y yo siempre les corrijo: un recuerdo.
Ustedes hablan de un
recuerdo.
Decían que ibas hacía el norte,
que tu coche ya no olía a
mar.
Ni bajabas las ventanillas
para que se colara el viento.
Que te caías mal,
que sin mi, te caías mal.
Pero no vuelves,
porque yo te hice prometer que no lo
harías.
Que esta escena del crimen
quedaba clausurada para futuras recaídas.
Ahora trabajo en un despacho.
Me enfundo todos los días en
una falda de tubo
y me abotono una camisa aburrida.
Veinticuatro horas en donde
nada debería de recordarme a ti.
Solo es una forma más de teorizar
sobre como olvidarte.
Y
puede que hasta lo consiga, vete tú a saber.
Pero te echo tanto de menos.
Volví a casa tarde,
bajé las persianas porque en noches de
añoranzas
la luna se pasa de lista.
Me tumbé en la cama y cerré fuerte los
ojos.
Volví a escuchar el motor rugir,
fuerte, muy fuerte,
esta
vez dirección sur.
Sonaba nuestra canción.
Llevabas los vaqueros desgastados,
y me apretabas el muslo.
Y entonces, supongo que la tercera promesa,
la que más detesto,
la
hicimos los dos.
Y yo sin saberlo.
Un promesa difícil de olvidar luego de que hubiera bastante pasión. Una promesa concreta para una parte, aunque táctica para otra y un dolor compartido para ambas. La memoria les pasará factura cada tanto, no les hará olvidar fácilmente esa promesa aunque pasen los años, ya sea un castigo por usar con liviandad las palabras o ya sea una cuenta pendiente que quedará guardada en un lugar del corazón.
ResponderEliminarHermoso texto como siempre. ¡Saludos!
Si Nahuel, las promesas no son fáciles de olvidar si las haces de verdad, o si creemos que la otra parte la hizo así. Quedamos encadenados a palabras cuando estas son sinceras, y lo estamos incluso aunque no las hayamos cumplido.
EliminarMuchísimas gracias por encontrar siempre un huequito en el que dedicarme unas palabras.
Un abrazo.
Muy lindooo
ResponderEliminarMuchísimas gracias Carmen, por venir y por escribirme!
EliminarEncantador, inclusive mejor que otros con argumento parecido. Se prometen tantas cosas...Me encantaría saber si, además de a tu público, llegarán estas desnudeces del alma al destino donde se inician las promesas. Un saludo, Amparo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Salvador! Lo cierto es que mis letras no salen de aquí. Hubo un tiempo que no fuese así, pero ahora sí. Ya no hay motivo para que lleguen al destino del que hablas.
EliminarPara ti un saludo no, para ti un abrazo enorme!