He llamado
repetidamente a un número que encontré en tu mesita de noche la última vez de
todas las veces que amanecí en tu cama.
Descolgaron
y silencio. Me sentía caer apuñalada por la ausencia, que me empujaba por
detrás sin delicadeza.
Después
escuché un chasquido agudo.
Me recordó a un hueso cuando se rompe. A mis
caderas doloridas intentando retener tu atención.
Un portazo.
Y te vi abandonar mi edificio como si todo lo de dentro ardiese y tú pretendieses
salir ileso.
Y el mechero, en tu bolsillo.
El sonido de
papeles que se rasgan.
Estaba en la cama aquella tarde de Julio, rompiendo una
a una todas las fotos en las que salías sonriendo. Hundía los dedos en tus
ojos, en tus mejillas, en tu nariz; hasta que asomasen por el otro lado.
Atravesándote,
como lo habías hecho tú conmigo.
Atravesándote como si jugásemos a que solo uno
puede quedar vivo.
También un
disparo.
Sin sollozo después. Como todas las veces en las que nuestra canción
preferida me ha volado la cabeza y se ha llenado toda la habitación de tus
pecas.
Que te
alcance la bala y no llorar es como estar preparado para la catarsis y no poner
ni una puta pega al calendario maya.
Se oía un
cincel sobre una piedra fría y tosca.
Y yo solo me acordaba de tu voz:
‘’O mueres
conmigo o vives muriendo sin mí’’
Un epitafio
grabado en el cabecero de todas las camas a las que viajé en un intento de no
toparme nunca contigo.
Se oye el
palpitar de una luz.
Y me recuerda a que no hay salidas de emergencia por donde
huir de mi misma, que estoy llena de nadas y de ausencias. Aforo lleno en todos
los puentes con mensaje donde suicidarse pinta poético.
Me pregunto
que sentirá aquel que ve en las noticias como alguien salta al vacío a ras de
su mensaje.
Respiran
fuerte, acelerado.
Como cuando te preguntaba por ti. Por ti donde. Por ti
cuando. Por ti con quien. Y nunca era cerca. Y nunca era pronto. Y nunca era
yo.
No hay
pasos.
Nadie abandona la actuación por mucho que haya gritado que se ha acabado
la función. Entradas agotadas al palco principal, desde donde se ve a mi yo
consolador susurrándome que no es para tanto.
Y claro que
no, es para más. Para más días. Para más olvidos. Para otras vidas y otras
muertes. Para más calendarios que se acumulan y nunca cambian de página.
Cuatro
paredes llenas del mes de Noviembre, desafiando a la estación estival.
Se escucha
explosionar algo con fuerza.
Y siento como se me resbala la taza del café de
las manos. Que alivio no tener que beberlo, con lo que detesto el café. Cae fuerte
contra el suelo y se me agrietan los pies de todos los pasos desandados desde
nuestro banco a nuestra tumba.
Trato de
juntar todas las piezas, a sabiendas de que no hay nadie que me ayude a mover
los muebles y recuperar las que han quedado debajo.
Me faltan
partes por todas partes. Y me sobran lugares por toda la casa.
A veces
pienso en dormirme con la puerta de la calle de par en par y una nota: llevaros
la cama, la encimera, el escritorio y el sofá.
Y si os
sobra espacio y vais a un lugar con mar, llevadme a mi.
Se escucha
encender una mecha.
Me han dado un lugar privilegiado para ver como vuelan la
ciudad.
Me pican los
ojos. Tengo una tos seca cogida a los tobillos y Noviembre tiene la culpa.
Agudizo el
oído y suena una nana que cantan rápido, como quien tiene prisa porque se le
duerman los demonios.
Y me oigo al
otro lado del teléfono. Tengo la jodida bomba rodeándome el pecho y el corazón
duerme tranquilo.
Alguien me
besa en los labios y me llama Judas.
Repaso de
memoria los números que he marcado y cuelgo.
Cuelgo y llamo de nuevo.
Suena el
teléfono en el salón pero esta vez, ya nadie contesta.
Me he quedao deslumbrado con la poderosa fuerza narrativa con la que plasmas tanto por decir, tanto dicho.
ResponderEliminarFrases alucinantes y un contenido que se clava en la retina, una puñalada hecha de letras. Magnífico texto, Amparo.
Saludos, compañera.
Muchísimas gracias Edgar, me alegra un montón saber que te ha llegado con la misma fuerza que he intentado ponerle yo, de veras.
EliminarGracias por leerme, por dedicarme palabras de aliento y por compartir.
Un abrazo.
Amparo.
Un texto poderoso como nos tienes acostumbrados siempre y que además le hace honor a su nombre. Y esta frase: "’O mueres conmigo o vives muriendo sin mí" fue mortal. (por cierto, ese "mí" lleva acento dado a que es un pronombre personal)
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias Nahuel, no se porque encuentro en tu comentario que este te haya gustado especialmente, y no sabes como me alegro de ello!
EliminarYa corregí la falta ortográfica, a veces escribo y leo y releo y no le veo los defectos, será que se acostumbra el ojo sin darme cuenta a los fallos.
Un saludo enorme.