Somos la generación del silencio.
Callamos ante los disparos
de aquellos que tienen el poder,
como si viviéramos todos los días
dentro de una mentira que se viste de traje y
corbata.
Callamos y la música del local suena más fuerte;
las
veinteañeras ya solo se divierten
con
rayitas colocadas en el lavabo del baño
mientras las quinceañeras seducen a sus
novios
con faldas mucho más cortas
que la bronca de sus padres
al llegar a casa
pasada la hora de toque.
No decimos nada cuando los desahucios
roban sueños de una
vida compartida en familia
que ha decorado los muros fríos
con fotografías de
sus hijos.
Y seguimos sin mediar palabra
cuando nos damos de bruces
con
esos discursos tan bien estructurados
de aquellos que se sientan en un escaño
a
hablarnos de una vida
a la que ellos mismos están matando.
Nos hemos convertido en carne de cañón
para una sociedad de
modas y prejuicios,
de tallas pequeñas, de complejos grandes.
De cabezas huecas.
Los niños se van a la cama
con el silencio de sus padres
y
el ruido del televisor,
las palabras crisis y corrupción
son las que mejor
saben escribir,
y deletrean de memoria:
A C O S O E S C O L
AR.
La honestidad ya no es bombeada por ningún corazón,
ya no
hay revoluciones en las letras de un poeta rebelde,
ni parlamentos populares en
los sueños de un inadaptado;
no hay golpes de estado ni ideas que rompan con el
protocolo;
no hay cabezas que se reserven el derecho de admisión
frente a
teorías que no cuadran con el día a día.
Nos controlan con pánico,
con palabras como ‘’hipoteca’’,
‘’factura’’ o ‘’despido’’,
mientras nos hacen esconder la mano
cuando son ellos
quienes tiran la piedra.
Ya no hay nadie que grite aquello de:
que se pare el mundo
que yo me bajo;
ni abrazos que nos hagan cuestionarnos una vida entera.
¿Dónde están los brazos entre los que cabía una promesa?
¿Y
los pies que se enfrentan a una travesía que no es la predestinada?
Es como follar por dinero,
o pagar para follar:
extraer la
esencia misma de la vida,
arrancarle de cuajo su propia naturaleza;
mutilar
nuestra existencia
y ponernos pautas como a ovejitas de corral.
Ya nadie agradece que le digas la verdad,
porque últimamente
la verdad siempre duele.
Los jueces han
olvidado que violar
no es una forma de hacer el amor,
y que maltratar por
descuido no tiene cavidad, ni sentido.
Ya no nos vamos a la cama
memorizando poemas de Bécquer
o
analizando si los sueños,
como dice Freud, están sobrevalorados,
porque la
verdad es que cada vez soñamos menos,
y en consecuencia, cada vez vivimos menos
o peor,
que viene a ser lo mismo.
En las cárceles se cobra el paro
y se les preparan
actividades
para que no piensen en los hijos de puta que han sido
cuando las
rejas parecían mucho más lejanas e improbables.
Toman menús preparados con esmero
mientras algún vagabundo
se muere de hambre
en una esquina a la que cariñosamente llama ‘’hogar’’.
Y a pesar de todo esto,
hay quien sigue sin ver el problema,
igual es que en el Parlamento todos son ciegos y sordos
o que quizás estamos
siendo gobernados
por una panda de señores
a los que la realidad les genera
urticaria.
Se nos ha apagado la mecha,
y el único fuego que prende
es
aquel que enciende la hierba
de una panda de mocosos
que han leído no se donde
que la marihuana te ayuda a la concentración
y a la adaptación social.
‘’Que fumo pa’ hacerme el chulo’’
Nuestro lema actual.
El ébola se expande por fallos
de aquellos que intentan
ayudar a otros,
y ahora me pregunto
¿cómo cojones puede fallar alguien
que está
poniendo su vida en juego
para salvar la de otro?
Y llamamos a esto: Estado del bienestar,
pues mire, perdón
si me descojono
y me burlo de expresiones meramente formales,
a las que ustedes
han despojado de toda realidad.
Pedimos perdón
cuando el ojo del Gran Hermano invisible
se
posa sobre nosotros,
pero antes de que eso suceda
intentamos ‘’escurrir el
bulto’’
con la misma facilidad que un cristiano
se despoja de sus pecados
contándoselos a un desconocido
que le impone un par de oraciones que nunca
pasan de moda.
Vamos a estrellarnos con un montón de señales
que indican
que aquí se acabó el camino,
que no hay más parada ni destino;
que solo vamos a
poder dar marcha atrás
y arreglar lo derruido.
Que ya no cabe correr ningún velo,
y que detrás de la
cortina
sigue la actuación de una vida
que no se detiene
pero a la que cada vez
le cuesta más caminar,
y si seguimos echándole peso,
va a tener que parar a
descansar eternamente
para recordar que un día fuimos humanos,
y no animales
con piel de corderito
y alma de lobo feroz.
Vivimos en la eterna pausa
de aquel que sabe que está solo
porque respira.
Somos la generación del silencio.
Que por callar frente a tanto ruido,
hemos olvidado como
suena un buen aplauso
cuando alguien ha jugado limpio
y ha llegado a la meta
sin atajar ni engañar,
sin meter la mano en el bolsillo ajeno.
Sin traicionar la confianza
de aquel que posó sus ilusiones
en un sueño contado por otro.
Somos la generación del silencio porque nuestro ruido quedó mudo ante tan poco accionar. Más que palabras se necesita acción. Facta non verba (o era res non verba). La acción contagia a otros pero cuando ésta no contagia los que actúan dejan de hacerlo. "¿Para qué?" Se preguntan y dejan de actuar y se llaman al silencio.
ResponderEliminarUn cambio grande lleva mucho tiempo y no sirve de nada arengar con palabras en redes sociales porque ahí quedan ya que si bien están instaladas en la sociedad aún hay un límite que separa el mundo virtual del real y del cual solo unas pocas cosas han logrado atravesar.
Para quebrar el silencio hay que hacer ruido y no por medio de las palabras, sino por medio de la acción.
Un gran poema y cargado de realidad. Que tengas una buena noche. ¡Saludos!
Si Nahuel, tienes mucha razón en varias de las cosas que dices, aunque creo que a veces, no es que las palabras no sirvan, está claro que estas, si no son acompañadas de alguna acción, quedan insulsas, pero no creo tampoco que las palabras no hagan también su mella, solo que hay que cargarlas de fuerza, y de verdad, que no sean meras redacciones en las que contamos o cuentan lo que más de la mitad de la población cuenta hoy en día, es decir, que sea menos comercial y MAS INTENSO, mas real, más verdad.
EliminarSiempre es genial leer algún comentario después de publicar un texto, me alaga mucho saber que me dedicáis (a mis letras) un poquito de tiempo.
Un saludo!