Supongo que nunca he sabido cuando marcharme,
que cada paso
que me alejaba de ti
y de tus infinitas guerras,
me acercaba a una paz que
nunca he deseado.
Ni buscado.
Te habría hecho el amor a ti
en tu campo de batalla,
antes
que en la cama de cualquier otra bragueta.
A sabiendas de que siempre hay una bala
que te alcanza por
mucho que parezca
que no queda ni una en la recámara.
No se si has dejado de verme guapa,
si les cuentas a tus
amigos que he perdido esa gracia del principio.
Que mis piernas ya no parecen tan largas.
Que me escribes por compromiso.
Que ya nunca me pides
permiso
para llegar tarde a casa.
Que el alcohol no te hace añorar mis bragas.
Que ya no coges a mis caderas de improviso,
ni me dejas tus
camisas para pasar la mañana.
Ojalá me hubiesen dicho que a veces,
por mucho que calientes
el hielo,
el invierno siempre vuelve, cuando menos te lo esperas.
Cuando menos ropa llevas.
Que a veces, ningún capítulo es diferente al anterior,
y que
otras tantas,
entre quedarse e irse solo hay un paso tan pequeño
que no hace
falta ni moverse del sitio.
Que entre las palabras que se dicen caben heridas,
pero
entre las que se callan, precipicios.
Deberían de haberme contando
que cuando te conviertes en la
derrota de alguien repetidamente,
es solo para poder sentirte todas las semanas
cerca de una victoria que nunca llega.
Pasando de puntillas por su costado
para no despertarle los
miedos.
No te preocupes,
que volveré a ponerme el vestido de tus
pecados,
y a llegar al local de los sábados,
y dejaré que le pongas otro nombre
diferente a esta noche,
para no sentir que estás revolcándote
con el mismo
final de siempre.
Porque nacemos y morimos en un puñado de besos
que nos saben
a todo lo vivido,
con las prisas de quien sabe que hay cosas
que se desordenan
solo con un poco de saliva.
Y perfume en las muñecas.
Y es que en este desastre,
siempre suena algo de música,
y a
mi me sobran las ganas de bailar de puntillas,
aunque en el suelo no haya más
que un puñado de cristales
que me recuerdan que se me han olvidado los
centímetros
que tenía que elevar los pies para llegar a tu boca
y volver a encontrarle
sentido a algo que nunca lo ha tenido.
Se me olvidarán pronto los motivos y las razones,
pero me
bastará verte con tus vaqueros desgastados
y la sonrisa de poeta de mala
muerte,
caminando despacio hacia mi,
para recordar lo bien que le sientan las
promesas
a tu boca mentirosa.
Otra joya que nos regala. Otro bello poema. A veces pienso que tiene una facilidad tal para juntar las letras que lo escribe y lo publica en poco tiempo. Pero puede que sea todo lo contrario y eso demuestra su brillantez.
ResponderEliminarQue tenga una hermosa tarde. Hasta la próxima. ¡Saludos!
Muchas gracias Nahuel, es fabuloso sentir que escribo para vuestros ojos y que os gusta y pasáis tiempo en ellos.
EliminarLa verdad es que adoro escribir, y emana con facilidad de mi, pero no porque sea una afición, sino porque es una necesidad, quizás por eso no me resulta complicado.
Mil saludos, y todavía más gracias.
Quizá porque es algo innato de usted. Por eso me encanta, porque para usted es tan normal como respirar. Sea a ganado un gran lector y admirador de sus letras. Ojalá siga deleitándonos en el futuro (digo "deleitándonos" para no sonar pretencioso, je, je.)
EliminarLas gracias se las doy yo. ¡Saludos!
PD: Me parece muy simpática su nueva foto de perfil.