estas canciones que te despiertan incomprensiblemente
las ganas de bailar con amigos.
Ni sexys,
ni peinadas,
ni labios rojos.
Solo amigos.
Y cerveza.
Se elevaban las faldas
y se cruzaban miradas que llevaban años
escondidas en las ciudades,
olvidando como sientan unos ojos
con muy poco rímel
y unos pies en sandalias sin tacón.
Hacía tanto que no te veía.
De verano en verano,
como las grandes cosas.
Como las cosas que no empiezan
porque nacen y mueren el mismo día,
y se olvidan cuando el mar
ya no se ve desde la ventana de la habitación de estudio.
Estarías moreno,
con ese aire de ‘’yo no conozco el invierno’’.
Y yo me prometería aguantarme las ganas
hasta que me doliesen las intenciones.
Hasta tener agujetas en todas las declaraciones
que nunca te he confesado.
Hablabas con todos.
La carrera, las asignaturas, las fiestas,
las borracheras, el maldito frío, el ajetreo,
en fin, la capital.
Las cientos de chicas de la capital
y sus empeños por retenerte durante la estación estival.
Bailaba con el pelo suelto,
alborotado, bebiendo;
con la camisa de lunares
y los vaqueros indecentes,
los de: ‘’donde vas tú con ese culo’’.
Y sabía que me mirabas.
Que tu verano era yo.
Giré sobre mi misma
hasta toparme con tus ojos
y sonreí.
Estabas tan guapo que no sabía
como podía llevar todo un invierno
sin pelearme con tu ropa,
sin invitar a tu desnudez a un orgasmo.
Me cogiste de la cintura,
pegándome a ti.
‘’Estás más rubia que nunca’’.
Y me reí.
Que facilidad tenías para poner en entredicho
el lugar donde debían estar mis bragas.
Me olías el pelo,
y tus manos bajaban a mi culo.
‘’¿Cuántos te lo han tocado este invierno?’’
Y ahora reías tú.
Siempre sonaba la misma canción
cuando dejábamos la verbena;
la vida,
que se empeñaba en recordarnos
que hay cosas que no cambian
por mucho que cambie lo demás.
‘’¿Are you gonna be my girl?’’
Y joder.
Tu chica,
tu desastre.
Tu puto final repetido
hasta que nos escueza
el no haberlo intentado nunca.
Al final siempre volvíamos a la ciudad.
Nos prometíamos escribirnos, llamarnos,
quizás hasta visitarnos.
Pero no.
Claro que no.
Iba a besarme con bocas baratas
en locales mugrientos
que no conocen del verano ni de sus deslices.
Y tú, ibas a hundir todo lo que pudo haber sido
y no fue,
en otro escote,
con un perfume que no te recuerde a mí.
Te follarás a otras caderas con ganas
y les jurarás que no hay culo como el suyo.
Y después del revolcón,
cuando os tumbéis en tu cama
y te concentres en recordar su nombre,
tus ojos irán a parar al calendario.
Es invierno
y no hay nada marcado.
Ni citas importantes.
Ni exámenes.
Ni polvos destacables.
Pero Agosto está rodeado en rojo.
De un lado a otro del círculo
caben mis piernas abiertas,
y entre ellas,
todo tu jodido verano.
Yo me bajo las bragas,
pero tú,
tú vuelve a bajar al Sur.
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