lunes, 4 de enero de 2016

Bailemos mal pero bailemos.

Recuerdo abrir la ventana 
y verla desnuda. 

Con el sol colándose entre su pelo 
y un campo de fresas sobre su espalda, 
punteando cada trocito de piel 
hasta vestirla de pecas.

Sus pies se clavaban de puntillas 
en el suelo de madera, 
como si viviese en un constante baile.

Bailemos mal 
pero bailemos juntos, 
que a veces es mucho mejor la compañía 
que el acierto.

Nunca miraba a los ojos por si se encontraba 
y entonces tendría que explicarse demasiadas cosas:

Como, 
por ejemplo, 
¿dónde dejaste la mermelada 
que olía a sus mañanas?

Y no se podría mentir, 
así que terminaría por confesarse que la guarda 
en la estantería del fondo de la cocina 
entre miles de tarros imposibles.

Esa tarde la pasaría hundiendo los dedos en ella, 
recordando el amor.

Siempre estaba dentro de aquella casa, 
como flotando en mitad de un lago 
de agua estancada.

Nadie la conocía, 
salvo yo.

Y ella tampoco sabía nada de mi.

A veces le dejaba carteles cogidos a la ventana, 
la invitaba a cenar 
y le escribía mi número de teléfono; 
le contaba que quería verla 
y que sentía no poder ir a buscarla.

Pero nunca la vi salir 
de aquellas cuatro paredes.

Recuerdo sus tobillos inquietos, 
escapando de algo que escapaba de ella, 
y jodido bucle, 
más largo que su pelo.

Que se enreda 
y se enreda 
y se enreda. 
Y cuando te das cuenta, 
hay que cortarlo de raíz.

Pero seguía tan guapa.

Se le veía la nuca, 
al aire, 
mientras bailaba 
como mutilada por el amor.

Te echo tanto de menos 
que he descolgado todos los espejos 
porque hay algo en mi que me recuerda a ti 
y empiezo a escuchar algo de música, 
lejos.

Me asomo a la ventana 
y ya apenas veo tu silueta 
y la casa parece hundirse.

He plantado unas fresas 
que mojo en mermelada 
y vuelve a saberme bien, 
como si hubiese olvidado algo que antaño, 
fue de crucial importancia.

Unas manos como las mías 
pero que no lo son, 
me tocan el pelo, 
con el cuidado que se pone en coger a un bebé 
que se está desprendiendo del seno materno.

‘’Te estás recuperando’’ 
me dice.

He despertado después de días durmiendo, 
y alguien ha colocado todas mis fotos, 
mis cuadros, mis vestidos granate; 
los zapatos de tacón 
y los espejos.

Me he sentado en el tocador 
y me he mirado. 

Han vuelto las pecas.

Desde la ventana ya solo se ve el mar 
mientras alguien que se parece mucho a mi,
 me dice, desde el espejo: 
''bailemos mal pero bailemos’’. 



4 comentarios:

  1. no hay nada mejor que vuelvan las pecas (bueno, hundir los dedos en ése tarro de mermelada también debe de ser interesnte), un placer leerte, como siempre.

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  2. Yo no soy de leer poesía pero es que ya lo tuyo es otro nivel

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    1. Muchísimas gracias Kéllyta, me alegra saber que a pesar de no ser este tu género favorito, encuentras algo por aquí que te guste.

      Un abrazo.

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