Me han
quedado tantas cosas por hacer antes de perderme.
Y ahora aunque las recuerde
no se como volver.
Volver a
verme,
y verme viéndote,
y verte para volver a ser.
No nosotros.
Volver a ser
yo.
He asesinado
con mis propias manos
a todas las esperanzas tontas,
y aun así, sigo pensando
que llamarás.
Y si no lo
haces,
creo que voy a obligar al suicidio
con el cable del teléfono
a todos los papeles
donde escribí tu número.
No he caminado descalza por mi tejado,
jugando a ser un gato callejero
que se relame los
bigotes
porque aun cuelgan de ellos su último almuerzo.
Apagar el
despertador
y jurar que no voy a salir de la cama
hasta que alguien me recuerde
a que sabe el verano cuando no te sientes invierno.
Descolgar
los pies
por un precipicio imposible
en el que siempre estoy a punto de caerme
por última vez.
Y volver.
Volver siempre para jugar
con aviones de papel justo
al borde,
mientras apuesto fuerte por mi equilibrio,
aunque llevemos meses sin
hablar.
Jugar con
una bala que aun huela a corazón,
y dejar que mi parte maligna
quiera vestirse
de puta con la bala en el bolsillo,
y decidir, a descarte,
que caja torácica
vamos a follarnos hoy.
Y hundirla.
Hundir la
bala tan adentro
que sepa de memoria
que mis pecas dibujan una flor sin
pétalos.
Dolerle a
alguien tanto,
pero tanto,
que solo pueda leer poesía y maldecirme.
Romper un
espejo
mientras paso por debajo de una escalera,
y tentar a la mala suerte con
una falda corta
y un escote más largo que los siete años de mal fario.
Que vuelvan
París y sus luces,
y que a todos los suicidas de la Torre Eiffel
se les
encienda la vida, de color violeta.
Besar en los
labios a algún paralítico emocional
y acelerarle de tal forma los latidos,
que
sienta como explosiona un corazón
dentro de una ciudad dormida
que ha olvidado
que hay edificios
que se levantan con poesía.
Mover los
dedos desnudos
por un piano que suene a tristezas
y llorar encima de él
hasta
humedecer la madera
y jurar que lloraba conmigo.
Comprar
flores para el alféizar
de una ventana
que tapé hace siglos,
y hacerle de sol.
Salir de
noche con unos tacones
con los que no sepa caminar,
que cuando la Luna me vea
asomar las rodillas en Enero,
se ponga hasta arriba
y me recuerde a una
erección astrológica
en la que se recolocan las estrellas
y me invitan a
bailar.
A bailar
mucho.
A bailar sin pararme ni un segundo.
A bailar aunque no haya pista,
aunque no haya música.
A bailar tanto que termine por necesitar
unos tobillos
nuevos
que no sepan nada de los pasos que había
desde la puerta hasta tu cama.
Y olvidar el
sonido de mi voz
recitando de memoria cuantas baldosas
me faltaban para llegar
a tu boca
y que empezase el declive.
Sentir la
libertad escalando
por mi espalda desnuda,
desatándome todos los lunares
y
llenándome los huesos de días de independencia
y revolución.
Contar
estrellas bajito
y quedarme dormida en la mil uno
para volver a despertar un
par de firmamentos después
y encontrarme.
Encontrarme
tan bonita
que pueda volver a colgar el espejo en la pared
que queda frente a
la cama,
y hacerme el amor cuando me visite el insomnio.
Y no tener
miedo cuando de madrugada
no haya tráfico en una ciudad que duerme.
Es cuestión de tiempo para que te encuentres. Cuando menos te des cuenta las 1001 estrellas serán menos y no necesitarás contarlas para dormir, quizá con la seguridad de que ya has olvidado todo o con la certeza de que has visto otro puerto donde anclar tu barco.
ResponderEliminarLindo poema, intenso en lo que se quiere transmitir. Gracias por compartir tus letras, por compartir tu belleza, ya que allí radica. ;-) Que tengas un bonito día. ¡Saludos!
Que bien suena la esperanza, ¿verdad? Suena a vida.
EliminarGracias a ti Nahuel por tener siempre palabras tan bonitas.
Aun más bonito para ti!
Un abrazo.
Amparo.
Como, siempre, Amparo, lindos sentimientos escritos de manera bella y sin escatimar ni una letra. Lo das todo en cada texto para despues reinventarte en el siguiente. Diría que el arte en el que te mueves escribiendo no tiene fin ni se le espera. Llegarás muy lejos. Acuérdate de lo que te digo. Yo, de cada idea de cada estrofa intentaría hacer un poema, pero tú vas y ¡ venga! como si no hubiese un mañana, te derramas con cada poema. Un Placer, siempre .
ResponderEliminarSiempre consigues que me den esas cositas en la tripa de cuando alguien a quien aprecias te da una palmadita en la espalda y de alguna forma te dice que confía en ti, en lo que haces.
EliminarTodo lo que queremos conseguir en la vida, o la gran mayoría, es difícil pero cuando nos dicen eso de: sigue así, no lo dejes, tú puedes... La cuesta se vuelve más llana y tú una deportista profesional con la mejor equipación del mundo! Jajaja
El placer siempre es mío, y te prometo de veras que es inmenso.
Un abrazo tan enorme que llegue hasta Córdoba y vuelva, para la próxima vez.