Siempre tuve paciencia
cuando se trataba de ti,
de hacer que
el tiempo no pesara tanto
cuando me besas,
de utilizar mis piernas
como las
agujas del reloj de tu muñeca.
Pero la paciencia se marcha
cuando ya no quedan tiempos
felices
a los que naufragar.
Cuando el pasado pierde el culo
por un leve roce de la
lengua del futuro,
que anda de copas entre canciones
que le siguen recordando a
ti.
Se que ya no hay versos ni bragas
que no conozcas de mí,
que
sabes como huele mi pelo
cuando acabo de salir de la ducha,
y conoces como se
me recolocan los lunares
cuando tratas de desdibujarlos con saliva.
Y con paciencia,
justo la que he perdido
cuando has decidido
huir detrás de otra poesía
que no lleva mis intenciones.
Ni mi falda.
Pero que comparte perfectamente
mis ganas de ti.
Me siento en tierra de nadie,
y supongo que empiezo a aunar sentimientos
con todos esos que quieren salir de su país.
Quiero huir del sonido de tus bostezos,
que me recuerdan a
los sueños
y estos siempre acaban llevándome hasta ti.
Quiero huir de tu pelo despeinado
que atrae a mis dedos,
tejiendo un domingo enmarañado
que nos atrapa con la facilidad de una de tus
mentiras.
Huir de tu boca suave
y tus palabras fuertes.
De tus manías.
De tus ‘’no voy a volver esta noche’’,
y que sea la vez cien que tú mismo
te
quitas la razón.
Quiero salir de las fronteras de tus miedos,
de los vértices
de tu cuerpo,
de la nacionalidad de tu sonrisa.
Y perderte en el Norte
para jamás encontrarte en el Sur.
Como te decía,
yo siempre tuve paciencia,
e hice prórrogas
de mierda con tu bragueta.
Señalé en el calendario mil días perfectos para
olvidarte,
y traté de disfrazar el desastre con algo de poesía.
Pero como hacer una rima sin mencionarte.
Como escribir sin
atraparte
entre un montón de versos con final alternativo
para ahuyentar un
poco a la idea
de que no hay más posibilidad
que querernos mal muy de cerca,
o
querernos bien demasiado lejos.
No somos más que un intento
de ser cualquier otra cosa,
menos nosotros.
A veces el amor no es un rescate,
ni una liberación
ni
siquiera un salvamento;
a veces amar no conlleva salvar
a una persona de si
misma;
quizás sea más bien un:
‘’me quedo aquí porque no se me ocurre
mejor
vicio que tú’’.
Me quedo porque de entre todas mis ruinas
y catástrofes,
yo
te escojo a ti.
Me quedo para hundirme si no flotas.
Que a veces no hay más vida
que pequeñas dosis de muerte
en
una boca que sabe a precipicio.
Otras no hay más verdad
que un montón de
mentiras juntas,
apiladas de tal forma
que nadie las pueda combatir.
Incluida yo.
Otras,
no hay más libertad
que la que te encierra en otro
cuerpo.
En otras caderas.
O cadenas.
O entre recuerdos que saben a sal
pero que nunca curan
heridas.
Ni miedos.
Que como te decía,
yo siempre tuve paciencia,
supongo que
porque cuando se trata de ti,
esperar nunca es una forma de alejarse.
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