o dar un paso hacia mi.
Pero no te quedes a medias.
Las cosas a medias no merecen ni ser escritas.
Prefiero que me destroces el alma
y me la bajes a los pies
a que me mires con indiferencia.
No me gusta la impasibilidad,
ni la desgana.
Prefiero no saber salir de Roma o ni pisarla,
pero quedarme a las puertas del refrán
va a acabar conmigo.
Detesto ver solo tus zapatos
por en medio de la habitación
y el resto de tu ropa bien apilada.
A mi me gusta cuando no se ve
ni un trocito de cama
y parece que nos hayamos tirado el armario a la cabeza.
Adoro las cosas desechas,
me resultan arte en un mundo de cobardes
donde todos juegan a pensar con coherencia.
Quizás por eso me guste tu desastre.
Me siento atraída por las catástrofes
que beben cerveza antes de ir a clase
y se tatúan sin pensar demasiado.
Huracanes con zapatos de tacón
y toda una vida sin planes
para poder echarla en la maleta
y evitar que pese demasiado;
que los destinos no son más que peso muerto
y yo sobre mi espalda solo tengo hueco para tu recuerdo.
No dudes un poco de cuanto me quieres;
prefiero que lo hagas mucho,
que estés a la misma distancia de mi
y de tantas otras;
que me despiertes los celos
a golpe de bocas ajenas
y me hagas jugármelo todo
al vestido más sexy de mi fondo de armario.
Ponme al límite,
y plantéame la situación de la siguiente manera:
o te vienes a dormir a mi caja torácica,
o mueres precipitándote al vacío por mis costillas.
Sin opciones.
No me pidas tiempo.
O tu reloj se para
y no hay forma de meterle mano a tu compromiso
y bajarle la guardia,
o tienes tantas horas y minutos
que es a mi a la que le falta vida.
Que necesito todo el suelo del mundo
para la hostia que voy a darme.
No quiero que haya clavos
que me borren este desastre.
Ni quiero que el paso de los días
haga de cura barata.
Me gusta cuando dueles
porque puedo llorarte con la libertad
de una muerte sentimental,
y ahuyentar al olvido que no ha sido invitado al funeral.
Yo por mi parte, también pienso quererte tanto
que cuando te vayas,
todos tus largos insomnios
te recuerden a mis piernas,
y a esa manera absurda que tenía
de enamorarme de tus manías
y besarte las supersticiones
hasta llenarte los lunares de buena suerte.
Te querré tanto que cuando deje de funcionar
pondré en subasta mi cama vacía
y liquidaré todas las deudas que tenía con tus promesas.
Y no dejaré de pensarte
por mucho que otra boca me hable
de raíles suicidas a los que arrojar poesía.
Todo o nada. Quiere sentir con intensidad quien habla. Algo me dice que quiere una relación intensa. Que tenga suerte. Son emocionantes pero te hacen perder la cabeza con más facilidad que una guillotina, je, je, je.
ResponderEliminarExcelente texto, Amparo. Creo que ahora me he puesto al día. Je, je, je. ¡Saludos!
Jajajaja cierto, muy cierto, te hacen perder la cabeza verdaderamente fácil, pero al final son las que más recuerdas, da igual si por su sabor dulce o por su sabor amargo.
EliminarY una buena historia siempre tiene que dejar un buen recuerdo, de lo contrario, no ha merecido mucho la pena o la memoria, que viene a ser lo mismo.
Un saludo enorme!