Escribimos cuando todo ya ha ocurrido,
a toro pasado,
después de la tormenta,
y eso nunca puede ser de valientes.
Déjame que te hable hoy
con más sinceridad que nunca,
ahora
que se que tus kilómetros no van a alcanzarme
y que probablemente,
no escuchas lo
que quiero decirte,
aunque hable a voces.
Has sido el analgésico
a todo cuanto duele del día a día,
la
morfina de recuerdos dañidos
y la adrenalina de todo cuanto creía adormecido.
No se muy bien quien ha sido el cobarde
o si alguna vez a
lo largo de nuestra historia,
hemos dejado de serlo.
Yo nunca fui a por ti,
y
tú nunca me pediste que lo hiciera,
y es ahora con el paso de los días,
cuando
me pesan los pies de tantas huidas.
Nadie puede saber lo que es realmente un fracaso,
si no se
ha dado de bruces con esperanzas,
con metas, con sueños y planes.
Tantas veces,
hasta romperse la nariz
sin conseguir que se
tambaleara
el muro de todo lo que no éramos.
Otra chica va a enamorarse de ti,
de tus gestos, de tus
manías, y posiblemente la amarás,
y dormirás abrazado a una fachada de
felicidad
que nadie te cuestionará, salvo yo.
Pondré en entredicho no ya lo que
sientas por ella,
sino todo lo que le afirmas haber olvidado.
Que si quieres hacerme recuerdo,
muy bien, lo entiendo,
pero
no esperes dormir abrazado a tu pasado
cuando el presente se te antoje vacío,
y
el futuro demasiado lejano.
Olvidar no es una esperanza de vida
lo es más bien, de muerte..
Te adormece todo cuanto has sido
y te anula los latidos que dedicaste a otro
corazón.
Me han hecho falta todos tus golpes
para descubrir que eres
una caída constante,
y que volver a subir a tu cima
no era más que acelerar
otro declive.
A veces creemos
que son los puntos y finales los que más
duelen,
pero nos equivocamos,
no hay nada más doloroso que los puntos suspensivos
sobre los que descansan dos corazones que se encuentran
con la certeza de un
final repetido que sabe a reminiscencia.
Me siento orgullosa de lo que fuimos,
y no puedo
arrepentirme de todas las veces que me quedé,
aun con el final pisándome los
talones.
Puede que despedirse sea aceptar una derrota,
pero a los que escribimos nos cobran un precio alto
y recordar se hace desayuno
con el que afrontar a
veces días cargados de añoranzas.
Te echo tanto de menos
que me cuelgan de las pestañas anhelos.
A veces un sinfín de discusiones,
de viajes sin destino, de
océanos sin faros,
de canciones sin voz,
nos hacen enamorarnos de catástrofes
con ojos bonitos
y aprendemos a caer y levantarnos cien veces
hasta que el
suelo no parece un lugar tan horrible.
Has puesto en evidencia
alguna de mis máximas preferidas,
como que la distancia no la hacen los kilómetros,
sino más bien las personas,
o
que, como decía Bukowski,
tenemos que encontrar aquello que amamos
y dejar que
nos mate.
Le he hecho caso a ciegas
y ahora el corazón se viste de luto
sin mi permiso.
Jamás voy a estar segura de que te hayas ido,
de que todo
haya terminado,
y supongo que es eso
lo que te mantiene con vida entre mis
escritos,
al ritmo de un ‘’adiós’’ tan repentino
que no me deja ser partícipe
de ningún otro comienzo.
Ya solo me queda el sabor que deja la intensidad
cuando se
hace eco,
cuando las promesas rotas se descuelgan
entre las quinientas noches
de Sabina.
Te sigo sabiendo desde lejos,
aun a pesar de todos tus kilómetros,
te encierro entre latidos
y te avivo entre mis versos.
Tremendo.....Me ha gustado bárbaro!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Gnosis, siempre es un verdadero placer verte por aquí y recibir tus palabras de aliento.
EliminarAmparo.
Pues yo ese peta lo dejaba en un cenicero para que el solo se apagase.En un cenicero y de sobras de la fiesta. Donde se ponga la hierba fresca...que te quiten lo bailao
ResponderEliminarQue razón tienes Salvador! Jajajajaja
EliminarMe has hecho reír! Jajajaja