He ido recogiendo todas las migas de pan
que he encontrado
en el camino;
me he rellenado el corazón con ellas,
y he sacado uno a uno todos
los momentos
en los que mirándome a los ojos,
supiste mentirme con tanta
elegancia.
Nosotros,
que nos hemos querido
mientras el mundo jugaba a
odiarse con tanta rabia,
que empezamos a usar las fronteras
como armas
arrojadizas;
que nos hemos odiado más
de lo que se han querido todos aquellos
que no saben lo que es saltar desde la quinta planta
porque abajo, él tiene los
brazos extendidos
y parece un aeropuerto.
Y sentirse avión,
por un momento.
Nos hemos amado mas
de lo que aparece en los libros de
poesía
y nos hemos detestado con tantas ganas,
que no nos quedan vajillas.
Pero podemos comernos,
y no me importa que lo hagas con las
manos.
Nosotros,
nos hemos querido tan mal,
que parece que buscamos
la manera
de que doliera eternamente,
y tan bien que, vete tú a saber
si algún
día podré volver a escuchar a Sabina.
Me has robado la música,
los libros,
lugares
y películas,
y
el mundo sigue empujándome
a vivir como si nada.
Nos hemos querido con enfados,
con riñas,
con ganas de
mandarlo todo al traste;
alejándonos de nosotros mismos,
evitando espejos que
pudiesen decirnos la verdad a voces.
Y hemos vuelto,
claro,
atraídos,
casi en llamas;
y nos hemos
jurado que no nos importaba quemarnos
mientras nos arrancábamos la piel a tiras,
arrasando con los rastros de otras salivas.
Nosotros que hemos sido distancia
contabilizada en
intensidades,
mientras todos los relojes giraban sus agujas ensangrentadas
de
la última vez que acabamos con la historia.
Como animales también,
con las piernas abiertas en forma de
bucle,
de final repetido,
de esperanza manoseada.
Y como desconocidos;
jugando a no importarnos,
a haber
olvidado tu desayuno preferido
y la hora de tus fantasmas;
como si no recordase
todas tus sudaderas
y el póster de tu habitación.
Nos hemos querido tanto tantas veces;
acallando teorías
que
nosotros mismos habíamos creado
para autoconvencernos de que dejarnos ir
era la
única opción,
y las hemos apuñalado
como un amigo apuñala a otro,
por la
espalda.
Y nos hemos querido tan poco otras veces,
que nos esforzábamos
por ser personas distintas
que no se dolían por separado.
Pero cuando se tienen los órganos vitales conectados,
volver
es la única salida.
Volver hasta que sangren las heridas,
metiendo los dedos en
la llaga,
hundiendo cigarrillos en las cicatrices.
Volver sin piedad.
Porque la piedad es un absurdo
cuando hemos resucitado
varias veces
grande Amparo, grande
ResponderEliminarAy, gracias Juan!
EliminarEres un gran escritor!
Ni me acerco a la sombra de tus letras
EliminarNo digas eso, todo lo que sale de ti, es una genialidad.
Eliminar