He recorrido toda la calle
sin ni siquiera mirar atrás.
Me duele la nuca de obligarme
a mirar hacia delante
mientras
la respiración
de cientos de personas
que no conozco,
me ondean el pelo.
Pero lo he cortado,
y por mucho que suba ahora,
dudo que
seas capaz de verlo
desde tu ventana.
He recogido todos los lunares
que se me han ido cayendo por
el camino,
y los he repartido por otras camas.
Llevo la piel tan desnuda
que se me notan todos los secretos
agrupados en las costillas,
al lado de cientos de colillas
que siguen
encendidas
por más tiempo que pase
de nuestro último polvo.
Vuelan tus cenizas
al mínimo soplo de otra boca
y se
instalan lejos de la ventana,
tienen vértigo a todo
lo que no termina en mis
piernas.
Me he dado cuenta del pánico
que me da huir de aquello
que
ni siquiera ha existido,
porque nunca termino de saber cuando parar.
O nos curamos
o nos matamos de pena.
Pero déjame que vuelva
a sentirme hogar.
Grítales a los vecinos
que soy insoportable
y que ya no me
ves bonita
ni leyéndote uno de esos poemas tan tristes
que nos hacen siempre
creer
que nos queremos mucho más
de lo que nos podemos permitir.
Hoy es un día tan bueno para olvidarte
como lo han sido los
cien anteriores,
pero a mi todo me recuerda a Noviembre
y se me apagan los
veranos.
Y las velas de todas las tartas
que no me has preparado.
Trato de mimetizar tus formas mentalmente
hasta que me duele
tanto la cabeza
que me quedo dormida,
y entonces te sueño,
y me siento dentro de
un laberinto
jugando a perseguirte a lo largo de una ciudad
que siempre tiene
los semáforos en rojo.
Y eso que la que corría,
era yo.
No se cuanto de feliz podría llegar a ser
si dejase de
perder las bragas
en todos tus simulacros
de quedarte para siempre.
No lo se,
ni me importa.
Así que es culpa mía esta tonta manía
de esperarte aun
cuando todavía
no has dicho que te irás.
Pero yo ya lo se,
claro,
después de todas
las vidas
que tu gato interior ha compartido conmigo,
se cuando estás a punto
de abrirle la jaula
a tus fantasmas.
Soy yo quien te da la llave
porque se en que momento
necesitas
escapar de ti mismo
y jugar otro partido
al que no le importen tus
tiempos muertos.
Y vuelves cuando uno de ellos
te habla de poesía.
Te suena el piano en el salón
pero nadie lo toca;
y una voz
te recita a Bukowski.
Estamos recuperándonos
mientras perdemos la cabeza.
Ahora que la elegancia
son un montón de gemidos en tus oídos
que no quieren escuchar hablar de futuro,
me sobran once meses del calendario.
Y el verano me resulta innecesario.
Si consiguieses que la misma ciudad de siempre
dejase de
parecerme desconocida
igual podría quedarme aunque no estuvieses.
Antes,
que yo no corría
ni tú tampoco.
Antes,
que nos corríamos juntos
de punta a punta
como si todo mapa
nos pareciese poco.
Antes,
y no ahora.
Antes siempre
y ahora,
solo es ahora.
Joder Amparo, me destrozan tus letras (en el buen sentido de la expresión)
ResponderEliminarA mi las tuyas me recomponen, bendito equilibrio!
EliminarBrutal...aquí tienes un lector ;)
ResponderEliminarMuchísimas gracias Lucas, no sabes lo feliz que me hace saber que os gusta.
EliminarUn abrazo!