Hay lugares tan hermosos
que no necesitas que nadie te
enseñe sus secretos,
con poner los pies en ellos te sientes de él,
y su bandera
se te clava en el corazón
como si de repente dejases de ser un apátrida
y tus
miembros sintiesen el dolor y la victoria
de todas las guerras ganadas.
Sin embargo,
hay otros lugares que necesitan tiempo,
quizás
no sea amor a primera vista,
pero suele ser eterno.
Necesitas horas para comprender sus lágrimas,
para entender porque en sus tumbas
no crecen flores,
porque le duele la
mandíbula
de apretar los dientes
cuando suena una de esas canciones
que te
despierta los demonios.
Y el mismo tiempo necesitas
para poder sonreír junto a
ellos
cuando el viento te susurra anécdotas
que tus comisuras parecían haber
olvidado,
cuando alguien que solo ha amado con la certeza
te mira como si
fueses un loco
atrapado en una sociedad de pautas destinadas
a que no sepamos
perder la cabeza
cuando gira el pomo de la puerta
y su perfume te baja las
defensas.
Tú eres de los segundos,
y aunque supongo que los primeros
suenan mucho más apetecibles,
se esfuman tan rápido como llegan,
como esa
llovizna de verano
que apenas nos dura unos minutos.
Quizás no decidí que seríamos amigas toda la vida
desde el
primer día,
pero la vida decidió por mi, y aquí sigues,
compartiendo tantas
cosas
que empieza a costarme imaginar
como era antes de ti.
No escogí que
fueses para siempre,
pero fuiste convenciéndome solo con ser tú misma;
estando
para mi cuando yo no estaba para nadie.
Nunca he tenido una hermana gemela,
pero algo me dice que
debe de ser muy parecido a esto;
los sentimientos compartidos, las experiencias
en estéreo,
con esa sensación de relieve acústico,
adaptándote a mi voz cuando
se volvía tan delgada
que ningún oído salvo el tuyo
podía oírme recitar todos
mis errores de memoria,
una y otra vez.
Las heridas hay que sanarlas,
pero si no tienes a nadie que
te bese los recuerdos,
se abren con la facilidad
de la conciencia de un
creyente
que está a rebosar de pecados.
Y tú me los besas, los acaricias,
eres la música de todas
las fieras de mi pasado;
amansas mis fantasmas
con la paciencia de un director
de orquesta.
No se cuanto de rápido se hace tarde,
y tampoco me importa
mucho si la vida
pasa en un suspiro o por otra parte,
se nos queda atascada en
las costillas
y parece pesarnos tanto que los días
resultan no terminar,
porque
sea cual sea la filosofía vital,
yo tengo la fórmula perfecta
para
contrarrestar la inercia de todos los relojes: tú.
Igual no puse mi confianza en ti
desde que nuestras
casualidades se cruzaron,
pero hoy todos mis buenos momentos
y mis días más
amargos
van a descansar a tu costado,
y de ningún lugar mejor que desde tus
brazos
siento esa sensación de libertad
que solo te proporciona el estar atado
al lugar adecuado.
La vida está llena de direcciones,
de caminos, de senderos,
de decisiones,
pero yo te elijo a ti mil veces,
en todas tus formas, en todas
tus catástrofes;
te elijo a ti por encima de todos los tesoros,
de todas las
conjugaciones perfectas
de verbos que no me interesan.
Te escogería a ti aunque medio mundo me dijera
que estoy
equivocándome,
porque me sabe mejor tropezar contigo
que acertar con muchas
otras personas.
Eres la sensación perfecta
antes de irme a dormir,
como un
puñadito de oxígeno
cuando la cosa se pone difícil,
cuando no hay treguas ni
descansos,
cuando mi habitación se convierte
en un campo de batalla y vuelan
las balas.
Eres la verdadera victoria
de esta guerra que es la vida,
aunque muchos otros caigan,
aunque otros muchos ni lleguen.
Cuando todos corren en el mismo sentido,
tú eres quien me
acompaña en el inverso,
contra todo pronóstico,
aunque nos señalen con el dedo;
te sientas conmigo al borde de mis
defectos
a recordarme que si nos reímos fuerte
todo lo demás, se vuelve mudo.
Gracias por ser toda una vía láctea
en la que poder crear
tantas estrellas
como deseos, como planes, como metas.
Y todas a tu lado. Y todas contigo.
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