Hoy he despertado
con el sabor amargo de las musas en el
paladar.
Huían de mi las palabras
y mis dedos me resultaban torpes
frente a la carrera de obstáculos
que siempre supone un folio en blanco.
He decidido dejar de pensar en tu culo
para poder concentrarme
en otra cosa,
que todas las letras que hablan de nosotros
me saben a café
ácido.
Y no encuentro el maldito azúcar
que proporcionan los puntos
y finales
cuando se hacen necesarios.
Te niego hoy en todos mis textos,
arrugándolos hasta poder
esparcirlos por tu cama
y que ni uno solo de tus sueños eróticos
te permita ahora
dormir tranquilo.
He cosido a mi inspiración piedras en los tobillos
para que
deje de darme vueltas por la cabeza
desordenando todo lo que cuidadosamente
he
apilado en el ático de mis recuerdos.
No quiero volver a leerme
aunque eso suponga olvidarme de
que existes.
Las palabras solo me resultan campos de espinas
que se me
clavan en la piel
antojándoseme la punta afilada de un lápiz.
Como si toda yo
fuese un lienzo
por el que pasean las letras de unas líneas
que me hacen
vomitar tus promesas.
Podéis hacer las maletas
que me he cansado de ser la
marioneta
de vuestra métrica.
Y aunque sea a golpe de indiferencia
voy a deshacerme de
las últimas vocales
que me cuelgan de la yema de los dedos
y a tapar todas las ventanas
que os permiten asomaros a mi interior.
Vamos a poner tierra de por medio:
que allí donde vayan mis
manos
no asomen vuestros planes,
que allí donde vayan mis pies
no se dejen caer
vuestras ideas,
que allí donde rehúse de compañía,
no hagáis poemas la soledad.
Me deshago de las cientos de letras
que se han apropiado de
la desnudez de mis folios
y los han movido al ritmo de una melodía
que ya no
suena en mis oídos,
cansados de que al final
todo estribillo acabe hablándome
de ti.
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