Te miro
con los ojos llenos de mar
y la oscuridad reinante
en las pestañas.
Te miro
como se mira un sueño,
con delicadeza,
por miedo a
que estalle en mil pedazos
y te obligue a despertar.
Te miro
como si fueses el lugar más seguro del mundo
y tus
formas y maneras, fuesen hogar.
Te miro
y procuro perderme en lo mirado,
quedarme a vivir en
lo observado.
No tengo intención de regresar,
así que ve haciéndome hueco en
tus pupilas
que ya se como quiero decorarte las retinas.
Te miro
y me veo, como si tu alma fuese un espejo
que guarda
a mi reflejo,
con el mismo cuidado que pones en colocar
dentro del armario unas
sábanas recién planchadas.
Te miro
y solo a veces no te veo
por más que traten de
besarse nuestros caminos.
Te beso
con la misma fuerza que ponemos
en agarrarnos a la
última oportunidad.
Te beso
y besándote siento como saboreo
lo amargo de una
despedida
y lo tierno de un reencuentro.
Te beso
con todo el amor que me cabe en un instante
derramándose entre mis dientes.
Te beso
y encuentro el cielo en tu paladar,
esturreado entre
palabras,
disfrazado de cotidianidad.
Te beso
y tu saliva se me antoja droga,
me para todos los
órganos vitales,
salvo el corazón, que lo acelera,
marcando como un director de
orquesta
el ritmo de unos latidos
que hace mucho que me desobedecen.
Te beso
y dejan de gustarme todas las bocas,
todos los
horizontes salvo el de tu sonrisa.
Te escribo
y mis letras le hacen el amor a los folios.
Te escribo
y cada verso encierra uno de tus tesoros
y me
recuerda lo llena que tengo la vida de anhelos.
Te escribo
y me persiguen los puntos finales,
mirando
desafiantes a los renglones a medias.
Te escribo
y mis manos sienten esa especie de liberación
que
otorgan unas palabras dedicadas,
aunque no vayas a leerlas,
aunque no sepas que
lo hago,
incluso aunque lo sepas
y ninguna hora del reloj sea buena para
volver.
Te escribo
para recordarme que te recuerdo
y que el olvido
no es para los valientes.
Te escribo
con el peso del pasado sobre el lápiz.
Te deseo
como se desea la paz mundial,
con el corazón de
conductor
y la utopía que supone el volverte a ver,
de combustible.
Te deseo
sobre la cama, sobre la mesa de la cocina,
sobre el
sofá y sobre los problemas,
que nos ven en pelotas pidiéndole una maldita
tregua.
Te deseo
con tan poca ropa como dudas.
Te deseo
y no lo niego
que a quienes escribimos
no les
permiten ser cobardes.
Te deseo
hecho poema,
que tus versos salgan lento de mi boca
y me envuelvan tus promesas hechas letras.
Te deseo
tanto que he perdido la noción del tiempo,
que la
hora en punto
se dibuja al comienzo de tu pelo
y la media,
en la costura de tu
bragueta.
Pero sobre todo
te espero,
te espero como se espera a la
inspiración
una noche de domingo;
como espera un motivo el suicida
que mira al
vacío;
de la misma forma que se espera al amor
cuando se ha ido
y a la promesa
cuando se ha roto.
Te espero
porque cuando vuelvas
quiero contarte todas las
letras
que me ha regalado tu ausencia.
Bestial...
ResponderEliminarMuchísimas gracias!
EliminarA tí por semejante historia de amor...
EliminarCon algunas personas, las historias no pueden ser de otro modo, que no sea amor.
ResponderEliminarEl amor nunca depende de otras personas
ResponderEliminar"Te deseo
ResponderEliminarcon tan poca ropa como dudas."
Muy buen texto, engancha al lector no por las palabras, sino por las vivencias implícitas.
Muchísimas gracias, si, es cierto, todo lo que esconde una vivencia, aunque sea de forma indirecta, transmite mucho más.
EliminarGracias por tus palabras!