Y si hacemos la vida poesía
y fingimos que tus huidas
son
absolutamente necesarias.
Exigidas por el autor
para hacer mucho más esperado
el reencuentro.
Vamos, que las despedidas
son el acto final de un nuevo
comienzo.
A ver si así logro que se me quite
este nudo del estómago
que huele a palomitas quemadas
y se ambienta en la última fila
de un cine medio
vacío.
Hagamos la vida poesía.
Y que el beso diez mil
sea el definitivo para que la
princesa
se de cuenta de lo mal que besa el príncipe
y empiece a
cuestionarse su relación con el dragón.
Y contemos la vida
en las páginas que usamos para hablar de
unos ojos;
y no hablemos nunca de amor
hasta superar los cien folios en blanco.
Hagamos la vida poesía
y las heridas versos.
Podría escribir sobre tu llegada.
Sobre Noviembre
y el
verano encerrado
en los meses más fríos del calendario.
Y lo reviviría tan bien
que podría volver a sentir tu pérdida
y entonces irremediablemente
volvería a
estar perdida.
Que te echo de menos
en todas las formas que existen.
Desde odiar los pasos que te alejaron de mi,
hasta follarme
otros insomnios
para evitar cerrar los ojos
y que me vengas a la mente
con esa
manía tuya de meterte en mis sueños;
adueñarte de la bajada de guardia
y de
párpados,
y dedicarte a abrirme las piernas
como si llevases toda la vida
descruzando imposibles de bragas bonitas.
Pero echarte de menos hace mucho
que no es sinónimo de
buscarte;
creo que justo el mismo tiempo
que encontrarte dejó de ser la
consecuencia directa
de buscarte.
Hagamos de los días, poesía.
Que la esperanza no resulte tan destructiva
y que se
consuma en el mismo preciso momento
en que se consume el amor.
Y que cada bar sea una parada
que hable de nosotros, pero
con respeto.
Como esas canciones
en las que el amor más perjudicial
se vuelve
hasta tierno.
Háblame suave al oído
y llámame Poesía
mientras buscas entre
mis piernas
la forma de olvidar el pasado con saliva;
llámame Verso, Lápiz o
Rima
y dime que vienes a salvarme de las formas
de una sociedad errante que
se guía por las modas
de una televisión que habla a gritos.
Llámame Letra
y dime que vienes a hacerle el amor
a mis
párrafos vacíos
y que te has dejado todos los puntos y finales
en el otro
pantalón.
Hagamos la vida poesía
y a la rutina la mejor de las
amantes.
Finjamos que lo único importante de hoy
es tener previsto
todo mañana;
y que la estabilidad
es la puta particular de la calma
para eso
del sexo duro.
Que las sorpresas
los amores que duelen hasta hacerte
escribir
los finales tan poco evidentes como bienvenidos
y los precipicios en
braguetas ajenas,
no son apetecibles.
Disimulemos nuestro aburrimiento
del mismo modo que la
señora
de la oficina de correos
simula los orgasmos con su marido
mientras
comparte sus últimos años de apetito sexual
con el novio de su hija.
Finjamos que la vida nos interesa
de la misma
manera que lo hacemos
cuando nuestro jefe nos vuelve a contar
la historia de
como hizo fortuna.
Y hagamos de la vida unos cuantos versos
que dejar de
herencia a todos los atrevidos
que lleguen con hambre de mundo.
Digámosles con la valentía
que supone siempre la sinceridad,
que a veces es mucho más importante
pasar por la mente de alguien
que por su
cama;
y que si un día te despiertas
y no te encuentras el corazón
igual debes
de buscarlo en otro pecho.
Vamos a hacer de todo esto una poesía
que el primer pareado
hable de un encuentro
y a este le siga una pérdida;
y entre medio, tengo una
idea,
entre medio escribimos
de cuando ''todo'' se convierte en ‘’nada’’
y ‘’nada’’
sigue latiendo oxidada
a las órdenes de aquello
que se pierde siempre en último
lugar,
la esperanza.
A veces eco de gemidos.
A veces ansias de volver a contar las pecas
de una nariz que
solo entiende ya de tu perfume.
A veces, simplemente
lo único que se necesita para hacer un
verso decente.