Y esa sensación de tener que correr más que el tiempo.
Que el final que tantas veces hemos tratado de evitar
ahora
se pinta los labios conmigo en el espejo del baño.
Tiene las piernas largas
y creo que calza un cuarenta y dos;
y creo que calza un cuarenta y dos;
el número de veces
que nos hemos cruzado durante todo Diciembre.
Intentamos evitarle con mentiras, con zancadillas.
Nos perdimos
fingiendo
que no volveríamos a encontrarnos.
Nos hemos follado sin gemir, para
no despertarle.
Ahora necesito olvidarte
y olvidar esa parte de mí que no
quiere olvidarte.
Porque tú ya te has ido detrás del destino.
Y yo que de
reacciones y olvidos automáticos no entiendo,
sigo improvisando todo lo que te
escribo.
‘’Todas las parejas rompen’’ Dijiste.
¿Y no podemos no ser pareja?
Me conformaría con reducir un
poco la distancia.
Y que me dejaras enamorarme tranquilamente
sin temer que si
me duermo
no haya beso que me despierte
y el sueño se alargue más de cien
años.
Háblale de mi a la chica del autobús
que te imagina en todas
las canciones
que suenan en sus auriculares.
Y a la de tu clase de los
miércoles
que en pleno Enero lleva escotes que le llegan hasta Agosto.
Puede
que incluso, aquella a la que decías no
interesarle
quiera escucharte si le dices que ya no sabes de mi.
Puedes devorar muslos por tus locales preferidos
e ir
dejando rastros de saliva desde sus hombros a su ombligo
y bajando.
Y cuando llegues a lo más bajo
que te permitan tus
recuerdos
estaré para darte la bienvenida
a este arsenal de momentos sin
salida
de noches que se eternizan
por miedo a ver el sol enredado entre mentiras.
Que todos nos hemos follado expectativas por sorteo,
y hemos
escogido a tanteo un corazón donde pernoctar.
Pero el día siempre llega, aunque bajes la persiana.
Mientras yo te hago letras
y busco un motivo que darle a
mis bragas
para que dejen de pensarte.
Y es que, hay muchas formas de llorarte
pero hacerlo porque
puede ser que seas feliz
y no es por mi, no puede ser de cobardes.
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