Me viene a la cabeza una tarde cualquiera
fumando hierba.
Dieciocho años.
‘’¿Cómo creéis que será el tío
al que queráis follaros toda la
vida’’?
Sofía se había besado con todo el instituto
y aunque ya tenía
experiencia
como para que no quedase ni una pizca
de inocencia en sus ojos,
lo
cierto es que tan verdes y rasgados
nadie sospecharía que detrás de ellos
hubiese un centenar de braguetas
y todas bajadas.
¿Cómo creéis que será el tío
al que queráis follaros toda la
vida?
Como él.
Un par de polvos improvisados
y un despertar con café recién hecho
para estar segura.
Y podéis llamarme enamoradiza o puta
aunque yo lo veo más
como una declaración de intenciones.
Puedo repetirlo aún con las bragas puestas
pero es cierto
que sin ellas
y con él entre mis piernas
es mucho más verdad, si cabe.
Después de Mario fue Aitor.
Vestía siempre con sudadera y
deportivas
y creo que era el capricho de todas las de mi gimnasio.
Me hacía
reír, y aunque a mi parecer
no era especialmente guapo,
lo cierto es que tenía
un ‘’no se qué’’ bastante evidente.
Todo marchó bien un tiempo
no recuerdo
cuanto.
El caso es que la relación tomó un aire
de formalidad y de rutina
que
empezó a darme náuseas.
Y yo que soy un desastre en todo esto de explicarme
enredé la cosa de tal modo
que las náuseas resultaron ser un futuro y ficticio
embarazo
y no una avecinada y calurosa ruptura.
Aitor creía que iba a ser padre
y yo creía que me iba a morir.
Una nota le confesaba mis verdaderas intenciones
y el porque me había ido.
Me llamó durante una semana entera, y nunca respondí.
Todo acabó con un mensaje ‘’Te odio’’
y llamadme zorra fría y calculadora,
pero sentí alivio.
No se cuanto tiempo pasamos
encerrados dentro de mi
apartamento.
Ni cuantos cigarros nos habíamos fumado a medias.
Se me había
olvidado el color de sus calzoncillos
porque hacía días que no los llevaba.
Pablo.
Héctor.
Carlos.
Diego.
Mario.
Aitor.
Y yo sin saber su nombre.
Supongo que aquel día
las expectativas románticas se
apoderaron de mi
y me imaginé soplando velas a su lado
y descubriendo
restaurantes italianos.
Me empeñé en visualizar
una mezcla perfecta de nuestros
genes y nuestras ganas.
Hasta como debía de ser una rutina de domingo.
Tener
una canción y un aniversario.
Compartir calendario.
Y creo que fue después del polvo del millón
cuando lo dije:
‘’Te quiero’’.
Pero yo ya sabía que se iría.
Hay quienes se van antes del
comienzo.
Quienes prefieren un final planificado a uno inesperado.
‘’No me gustan las sorpresas’’
Me decía cuando le vendaba
los ojos.
No se muy bien a que hora de la madrugada
salió de la cama.
Imagino que a las cinco y cuarenta y cinco
que es la hora de sus fantasmas.
Tampoco sé con exactitud que sintió al abandonarme
o si sintió algo.
Cuando desperté
una nota en la mesita: ‘’Kevin’’
y la
sensación de lo fastidiado que resulta
ponerse demasiado en evidencia.
Pablo.
Héctor.
Carlos.
Diego.
Mario.
Aitor.
Kevin.
Y fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario