Al verte, me acuerdo.
No se muy bien de que o de quien, pero me acuerdo.
Como si tus ojos fuesen una máquina del tiempo
y yo fuese
dando saltos de un instante a otro.
Y te veo en mis recuerdos
hasta en aquellos en los que no
estuviste.
Todo una vida impregnada de tu presencia.
En parrafadas de mis autores preferidos.
En canciones.
En lugares.
Cuando lo que te une a otra persona son los defectos
el
vínculo tiene carácter retroactivo
y se extiende a todo lo que has sido
incluso antes de él.
Y todo lo que ayer te parecía gravísimo
hoy se funde en tu
memoria hasta hacerse neutro.
¿Qué importa ahora aquella carta que guardabas bajo promesa?
¿Qué importan las cientos de veces que lo intentaste?
¿Y los besos que diste?
Incluso los que no diste.
Y aunque el peso del paso del tiempo
haya querido borrarte
momentos
nunca puedes pretender ser el primero.
Siempre hubo alguien antes de
ti.
A veces las mejores uniones surgen de una infidelidad.
De
una noche de borrachera
porque el séptimo amor de tu vida no ha querido
quedarse.
No siempre podemos ser los predilectos
los preferidos, los
escogidos.
En ocasiones somos los
restos de otra historia.
O el poco pulso que le quedan
a unas cuantas promesas incumplidas.
Quizás el resultado de amores
que se enterraron cuando a
penas respiraban.
Otras, solo fruto del conformismo
de quien decidió resignarse
y no seguir buscando;
o igual éramos la única persona que estaba disponible.
Y escogemos a quien amar.
Porque la soledad, bien mirada, tampoco es tan bonita;
o
porque, bueno, escoger a descarte que corazón vas a follarte
pierde la magia a
la tercera semana.
Puedes pensar en lo feo que resulta todo esto
y que estoy
afirmando que los cuentos de hadas son un fraude.
Tal vez si.
Y todas esas princesas adornaron tanto el
cuento
porque no sabían como explicar
que se bajaron las bragas en la primera
cita
o que perdieron el zapato porque iban hasta el culo de heroína.
Que tal vez el príncipe azul
era solo el remedio casero para
curar las heridas
que había dejado el lobo feroz.
En cualquiera de los casos, escribieron,
y es que creo que
hacer letras una historia
es una forma de no decirse adiós.
Resignarse a las despedidas
y vivir un poco en todos los
ojos que nos leen.
¿No?
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