Lo más peligroso que puedes hacer de madrugada, es escribir.
Todos pensamos que podemos sobrevivir a la noche
al peso de
cientos de escenas teatrales
que se repiten en nuestra cabeza sin fecha ni
origen.
A un público que no aplaude
que se muestra serio y crítico.
A las
muecas de todos los que encima del escenario
protagonizan contigo un arsenal
de recuerdos.
Pero sobrevivir a una noche con letras
no es tarea fácil.
Como
ponerte delante del whisky
un día con demasiadas preocupaciones y asumir
antes
de la primera copa
que la partida está perdida.
Pero allí estás.
Delante de un folio en blanco que te mira
con la misma
dureza que el paso del tiempo desde el espejo
o desde las velas de las tartas
de cumpleaños
reflejándose en tus ojos
y perdiéndose en todas las ideas que
brillan al fondo de tu pupila.
Estás tan sola como el firmamento cuando la luna
decide
follarte a ti y pasar del protocolo.
Y se mete en tu cama, callada, encajando contigo
en la
postura de la cuchara.
La verdad es que en noches como esta
y las mil anteriores
se hace jodido escribir todas las originales formas
que hemos tenido de
perdernos.
Siempre has sido de los que te besan antes de decirte su
nombre.
De aquellos que se hacen una bandera con tus bragas
y se adueñan de la
orilla que se abre entre tus piernas.
Un Jack Sparrow en potencia.
Sin dirección ni buzón de sugerencias
sin libro de
reclamaciones.
Tan difícil de encontrar como fácil de perder o de follar.
Si hubiésemos contabilizado los polvos en lugar de los
meses
podríamos haber hablado de relación.
La putada de la fugacidad es creerte que no existe.
Confundir la ‘’E’’ de efímero, con la ‘’E’’ de eterno
y perderte entre
significados que juegan a correr más que tú.
Y ni dopándote llegas a tiempo de
recolocar palabras, gemidos o planes.
Te descuelgas entre relojes que giran a
la inversa
y vuelves a estar sola entre poemas de Bukowski.
Ya ves, que lo peor que puedes hacer
es escribir de
madrugada
y ponérselo en bandeja a las preguntas suicidas
y a ti, que siempre
has tenido fácil
el acceso a mi cama y a mi falda
ahora te crees en el derecho de colarte entre
mis letras.
Y yo, que te sigo dando paso
segura de que si no escribo acerca
de ti
¿sobre qué iba a escribir?.
Uf, sí he escrito por la madrugada. No porque quiera, sino porque las horas se pasan volando. Je, je, je. Y es que es en ese momento donde la dama soledad ya no es un estorbo sino una buena compañía aunque parece muda. Sin embargo, no sé si soy el adecuado para hablar de eso porque vivo con la soledad todos los días y su presencia no me incomoda ni molesta. Es preferible la soledad absoluta a que sentir solo mientras estás acompañado.
ResponderEliminarAunque la madrugada sea peligroso para escribir quizá sea el momento en donde lo malo y lo bueno de uno reluce, por desgracia o por suerte la soledad es el único testigo.
Creo que es impresión mía, pero esto lo has escrito en la madrugada, ¿no? Je, je, je. Perdón por la humorada si te he ofendido.
¡Saludos!
Todo buen escritor hace buenas migas con las ''horas muertas'', con la soledad, con los recuerdos, con los anhelos, y con esas historias a medias a las que le suenan las cadenas cuando todo queda en silencio.
EliminarComo bien dices, es mucho mejor la soledad cuando estás solo, que la soledad cuando estás acompañado, porque es como extraerle su esencia vital a lo que deberíamos entender y experimentar como soledad.
Y si! Jajajaja lo escribí de madrugada, como casi todo jajaja
Mil saludos!