Que vamos a contarles a los que vengan.
Que la cerveza era la terapia de este siglo
y que
preferíamos el sonido de las teclas
a una canción de los ochenta.
Les contaremos que todos jugaban a ser poetas,
algunos de
letras y otros de braguetas.
Que teníamos palabras claves
como ‘’crisis’’ o
‘’corrupción’’
y que la vocación se había perdido.
Les contaremos que vivíamos de estereotipos
no importaba si
no sabías ‘’hacer la O con un canuto’’
porque mientras tu exterior estuviese
definido
no había de que preocuparse.
Que promulgábamos nuestras ansias de ser diferentes
y entre
tanta diferencia y originalidad
nos caracterizábamos por ser todos iguales.
Y es que, a pesar de lo que digan
las lenguas del momento
sobre ser libres,
en cuanto alguien se atrevía a serlo
le mirábamos por el
rabillo del ojo.
Predicábamos el amor libre
da igual el sexo o la cantidad
nos
queríamos unos a otros mientras
nos olvidábamos de querernos a nosotros mismos.
Había más cigarrillos y vicios que buenos libros.
Y más poetas en la cama que fuera de ella.
Que vamos a decirles a los que vengan.
Deberíamos contarles que todo es cuestión de modas
y que las
putas ya no eran las que cobraban.
También podríamos contarles que había
quienes
ahogaban sus penas en bebida
y quienes preferían ser discretos en el
arte de olvidar
y entonces, escribían.
La droga no era más que la consecuencia
de una vida de
rutinas;
el efecto secundario de lo que paradójicamente
llamábamos
‘’diversión’’.
Que luego también teníamos otros vicios
y que a algunos
atrevidos no les importaba
perder los cojones por amor.
Pero eran pocos.
Que Amelie tenía razón
y eran tiempos difíciles para los
soñadores.
El compromiso era el cáncer
de los orgasmos en bocas ajenas;
y que si te daba por recordar tu pasado
o lo hacías canción a través de música
de otros,
o te mareabas lo suficiente
como para ponerle cerrojo a los
recuerdos.
Aunque siempre estaban esos valientes
que se negaban a
olvidar, y entonces,
como no podía ser de otra manera, escribían.
Que vamos a contarles a los que vengan.
Podemos decirles que también sentíamos miedo.
Que la familia
era lo primero
y que en determinadas ocasiones
incluso aunque querías otro
destino:
‘’todos los caminos te llevaban a Roma’’.
Hasta podemos confesarles que con suerte
encontrarás a tu
Roma particular, de ojos bonitos
y entonces ya no te tocará tanto las narices
el dichoso refrán.
Les contaremos que nos tatuábamos
y nos agujereábamos
porque
la irremediable necesidad de ser diferentes
mientras éramos iguales
siempre
estaba latente.
Que los corazones a veces bombeaban
de todo menos sangre,
y
que otras, como seres humanos y egoístas
creíamos que el mundo debía pararse
si en una ocasión determinada sentías que se te paraba la vida.
Podíamos confesarles que la frase aquella de:
‘’que la vida
es caer y levantarse’’
es solo verdad en un cincuenta por ciento;
porque para
ser sinceros,
pasamos más tiempo en el suelo que de pie;
y que para
incorporarte te hacen faltan
unos cincuenta y tres golpes…
Vamos que ‘’la vida
es caer cincuenta y tres veces
por cada una que te levantas’’.
Pero que no pasa
nada
porque desde el suelo la perspectiva no es tan horrible
y el golpe en la
cabeza suele recolocarnos las ideas.
Que hay más golpes ‘’a secas’’ que ''golpes de suerte''.
‘’Si te quiere te buscará’’
pero si le quieres, debes
buscarle.
Que vamos a contarles a los que vengan.
Que vivíamos deprisa
incluso más deprisa que las agujas de
los relojes;
y que si vas a olvidar a base de chupito
mejor que no sea de garrafón.
Podemos decirles que lo más importante
es encontrar alguien
a quien dedicarle tus letras
y no quitarle el lápiz de encima de por vida.
Que puede ser que no haya aparecido
pero como no es mi
caso,
no puedo más que decirte
que encuentres algo sobre lo que escribir,
aunque
no sea una bragueta o una sonrisa.
Porque si llega el día en el que leer a Bécquer
y aquello de
‘’poesía eres tú’’
no te produce unas ganas incontrolables
de hacerle el amor a
alguien,
estás perdido;
y a los que vengan,
no vas a poder hablarles de nada lo
suficientemente transcendente
como para que lo acepten de consejo.
Y si uno nunca lleva un consejo encima
es que está jugando
la partida sin ases en la manga.
Seguro que los que vengan agradecerán esos consejos, por que no hay mejor descripción de la vida que la que tú has dado.
ResponderEliminary las ganas de hacer el amor con esa poesía de Bécquer son incontrolables...
No sabes la alegría que me da pasar por aquí y ver que no solo me lees, que también me escribes.
EliminarMuchísimas gracias Elena!