Puede que esperar a veces
no sea más que una forma de
alejarse.
Y que alejarse, no sea más que una variable de la cobardía.
A veces pienso en lo relativa que es la vida
en esos días
que parecen años
desde que has dejado de pasar la noche entre mis sábanas.
Y menos mal que me quedan las letras
y puedo hacer que
vivas en ellas.
(Hasta sin tu permiso)
En todos esos minutos
que llevo anudados en las muñecas;
en
los segundos que mueren
dentro de un reloj sin cuerda.
En las cientos de promesas
que se me han cogido a los
tobillos
y no me dejan caminar.
Pero no puedo olvidar Noviembre.
Y no se si para ti ha
pasado de largo.
El caso es que yo he descubierto
que es lo único que me queda
de ti.
Los años se quedan atrás
y ya solo escucho hablar del
futuro;
ese próspero futuro que aparece
en todos los sobres de azúcar
y en la
boca de todos los políticos.
Y que para mi no es más
que otra representación de tu
ausencia.
Podría olvidarte.
Podría vivir sin calendarios
y sin hablar a nadie con acento
francés.
Podría hacer una maldita lista de pros y contras.
Hasta podría fingir que tú eres una elección.
Una jodida opción.
Como seleccionar que cigarrillo del paquete
vas a fumarte
primero
o a que paquete de la discoteca
más a invitar antes a fumarse uno.
Pero a ti no puedo mentirte
ni simplificarte dentro de una
opción.
Sería como explicar que es un polvo
con la teoría de la
seminillita.
O tratar de describirle a un sordo
el sonido de uno de tus
gemidos.
Aun te espero, te espero y te anhelo.
Y la esperanza es como
un cronómetro
que se ha quedado parado y no te deja avanzar.
Y nunca muere.
Aun cuando muere el amor.
Y si te crees lo
suficientemente valiente
como para enterrarla,
crecerá hasta que una noche en
otra cama
explote y no te deje llegar al orgasmo.
Vente a beber conmigo.
De la misma copa.
Y hablemos.
Que cuando el whisky es bueno
nunca parece que se esté
perdiendo el tiempo.
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