miércoles, 19 de marzo de 2014

Terapia de choque.

Es sólo que un día ya no podía más.
Como cuando el doctor te dice
que hay que dejar de fumar.
Porque si.
Porque todo lo que te consume
hay que dejarlo, antes o después.
Como una especie de cobardía
disfrazada de salud.
"Si quieres seguir vivo, 
ve pensando en dejarlo" 
Y obedeces
hasta que todo estalla en mil pedazos.
Los primeros días son horribles.
Bebes más que respiras.
Y lloras todo lo que bebes.
Una mierda, eso es.
Palabras de consuelo
e historias de amor
que al final acabaron bien;
pero eso no va a pasarte a ti
y tú lo sabes.
Porque cada uno
conocemos nuestro infierno
y cuanto ha ardido en él.
Todo se convierte en un bucle
de odio infinito.
Empiezas odiándote a ti
y acabas en el mismo punto.
"Quiero oír que no voy a recuperarme, 
quiero que alguien me diga 
que de esta no voy a salir viva" 
A ver si así me dan los cojones
y por tal de llevar la contraria
acabo con todo esto.
Pero dejad la compasión
porque me dan ganas de follármela
pero mal.
Como esos polvos
con demasiado alcohol
en los que lo único que se levanta
eres tú para irte a casa.
Y las semanas de después
bah,
un cuento Disney
pero sin princesa y sin dragón;
como jugar al "me quiere, no me quiere" 
con una margarita sin pétalos.
Una desidia, vaya.
Te encuentras teniendo que devolver
todos los préstamos que has pedido
para poder seguir.
Le debes cuatro meses a tu límite,
seis a tus fuerzas,
ocho a tu dignidad,
doce a tus principios...
Demasiada deuda para tan poco capital.
Pero las deudas son las deudas
imperdonables incluso para ti misma.
Así van pasando los meses,
y aquí es donde llega mi máxima preferida:
"un clavo saca a otro clavo".
Te pones a buscar clavos por ahí:
unos oxidados, otros torcidos
y algunos con la misma misión que tú,
olvidar.
Los últimos son los peores
porque cuando dos clavos
se encuentran para olvidar
no hay cojones de sujetar el cuadro.
Pero lo intentas y vuelves a decir
"te quiero"
acojonada con la idea de vivir
sin escucharlo.
Lo repites.
Como antes recitabas
poesías de Neruda;
así, de memoria y sin mucho sentido.
Te quiero.
Te quiero.
Te quiero y eres un imbécil
por creer que lo hago de verdad.
Y folláis,
pero con velas y sin pasado.
Fingiendo orgasmos
tan vacíos de placer
como llenos de olvido.
Y que triste.
Y que bonito todo este empeño
por dejarte atrás.
Después juegas a explicarle
que no es lo que buscas.
Como si en algún momento
hubieses buscado algo.
Que no,
que esto no se trata de buscar,
ni de encontrar,
ni siquiera de encajar.
Todo esto es olvidar;
y caes en la cuenta
de que incluso ahora que no está,
vas en el mismo tren de siempre,
dirección sus manos
camino de su bragueta
cabeza al precipicio.
En unas vías
rodeada de cadáveres sentimentales
que en cualquier momento
harán descarrilar a tu cordura
que titubea sin saber
donde parar a poner el huevo.
Y acabas donde cada miércoles
que parece viernes:
"otro whisky, por favor" 
Le miras desde la barra
como si el camarero,
que parece saber ahora más de ti
que tú misma,
trajese el paraíso entre sus manos.
Sacas tu mejor sonrisa
resumida en un buen escote,
y le preguntas,
con el mismo miedo
que cuando aquel jodido monstruo
dormía debajo de tu cama:
"como coño se sale del infierno".
Y se ríe,
porque a saber cuantos escotes
han pasado por allí
buscando la misma salida.
Tras todos estos meses
en los que a duras penas
has conseguido solventar algunas deudas
te das cuenta de lo poco
que queda de ti.
El espejo no engaña
y tus ojos parecen ahora más pequeños
tus manos más arrugadas
y tu piel ha perdido el brillo,
te excusas de eso en la falta de buen sexo.
Y le maldices,
por haberte hecho guapa cuando estaba.
Guapa con él.
Y haberse llevado tus posibilidades
de ligar con el camarero cuando se fue.
Fea sin él.
Y se acabó lo que eras;
no es que hayas dejado de ser
es que ahora eres de otra forma
que aún no sabes describir,
o que te asusta:
quizás más desconfiada,
quizás más fría,
quizás eres el puto iceberg del Titanic.
Pero sin Leonardo DiCaprio.
Una pena.
Y entonces,
un día cualquiera,
exactamente como el mismo
día cualquiera que se fue,
empiezas a escribir
con un único objetivo:
recordarte a ti misma quien eres
O inventarte.
Tú decides.

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