Dime cuantas
veces
has cruzado un campo de minas
con el único miedo de llegar viva al otro
lado.
Viva al otro
lado
donde nadie te espera.
Mientras se
te elevaba el vestido
hasta la garganta
y sentías frío allí donde debería estar
prohibido.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Dime que
sientes si sumas
y el resultado siempre es cero.
Cuatro
sábados en cuatro camas
con cuarenta besos y doscientas copas,
siempre es cero.
Que poco nos
ponemos de acuerdo
para lo mucho que nos vemos.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Dime si
alguna vez has volado
tu habitación por los aires
con la esperanza de que el
olor a pólvora
te recordase al buen sexo.
Y no tenías
más miedo
que el miedo de no tener miedo.
Nadie te
tocaba el pelo ceniza
ni te limpiaba a lametones
los rastros de aquel incendio.
Te colocabas
una a una todas tus piezas
mientras caías en la cuenta
de que no encajabas en
ningún sitio.
Ni en ti
misma.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Dime si has
revivido una voz pasada
en paralelo a un presente en el que nadie habla,
con
dolor en el dedo índice
de tener pulsado el botón de reproducir.
Reproducir.
Reproducir.
Reproducir-se.
Hasta clonarnos en dos como nosotros
que sepan hacer las cosas muy bien
fuera
de la cama
y estrepitosamente mal, sucio y vulgar,
dentro de ella.
Y sonríes,
porque no sabríamos hacer las cosas bien
ni en la versión mil de nosotros mismos.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Fumo donde
no me dejabas
para ver si vienes a regañarme,
con lo que me gustaba gritarte
en
sitios públicos
mientras todos pensaban
en nuestra relación de mierda,
sin
saber que ocasionar enfados
no es más que la antesala
del polvo de
reconciliación.
Ilusos.
Ahora
también lloro donde reíamos
y río donde llorábamos,
porque no pienso volver a
seguirte la corriente.
Me revelo en
contra de todas
tus supuestas acertadas decisiones,
pero tranquilo,
que no voy
a pedirte que vuelvas.
Estoy bien
sin ti
en todos los lugares que me hablan de ti.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Dime si
alguna vez te has olvidado
de un próspero futuro
donde todas tus caras más
conocidas
te prometían felicidad,
como si fuese un producto
con el que comercializar,
e irrumpías en el pasado,
en todos los locales que te abrían
sus puertas
para conmemorar aquellas épocas
en las que eras el pedazo de carne
más sexy
de los suburbios de la ciudad.
No quiero
mejorar.
Ni elegir mejor.
Ni usar la razón.
Ni escoger con lógica.
No hay nada
que me llame la atención
en un camino consecutivo
de decisiones bien tomadas.
Llámame
kamikace.
O tonta.
O estúpida.
Si consigues
que te deteste un poco
podré desnudarte con rabia.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
He llorado
tanto tu falta de cojones
que he aprendido a nadar sobre la misma cama
que te
ahogaste tú.
Te recuerdo
náufrago.
Y te he
seguido queriendo,
aunque te hundiste en el fondo de un mar
al que ya nunca voy
en vacaciones.
Sumando
noches
hasta superar las quinientas.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Dime si
alguna vez has luchado
en dos equipos a la vez,
uno contigo y otro contra mi.
Y yo en
ninguno.
Con cientos
de mechas encendidas
a punto de volarme las pecas
para sembrar girasoles
en un
tierra en donde nunca da el sol.
Y regarlos.
Y mimarlos.
Y cuidarlos.
Solo para
ver como mueren.
¿Te sentías
libre o te sentías sola?
Dime si has
imaginado
como debe ser casarse con otro
que no es él,
mientras en la iglesia
suena la antología de su risa
como marcha nupcial.
Y de
repente,
todo es un funeral
del que eres la protagonista principal.
Un
desconocido lee unos votos
en los que juras ser fiel:
‘’¿a ti o a él?
Pero aun no
me has contestado a la pregunta:
¿te sientes libre o te sientes sola?
Y bueno,
me
siento,
que para no hacerlo
en sus rodillas,
viene a ser suficiente.