lunes, 30 de junio de 2014

Hagamos la vida poesía.

Y si hacemos la vida poesía
y fingimos que tus huidas 
son absolutamente necesarias.

Exigidas por el autor 
para hacer mucho más esperado el reencuentro.

Vamos, que las despedidas 
son el acto final de un nuevo comienzo.

A ver si así logro que se me quite 
este nudo del estómago 
que huele a palomitas quemadas 
y se ambienta en la última fila 
de un cine medio vacío.

Hagamos la vida poesía.
Y que el beso diez mil 
sea el definitivo para que la princesa 
se de cuenta de lo mal que besa el príncipe 
y empiece a cuestionarse su relación con el dragón.

Y contemos la vida 
en las páginas que usamos para hablar de unos ojos; 
y no hablemos nunca de amor 
hasta superar los cien folios en blanco.

Hagamos la vida poesía 
y las heridas versos.

Podría escribir sobre tu llegada. 
Sobre Noviembre 
y el verano encerrado 
en los meses más fríos del calendario. 
Y lo reviviría tan bien 
que podría volver a sentir tu pérdida 
y entonces irremediablemente
volvería a estar perdida.

Que te echo de menos 
en todas las formas que existen.

Desde odiar los pasos que te alejaron de mi, 
hasta follarme otros insomnios 
para evitar cerrar los ojos 
y que me vengas a la mente 
con esa manía tuya de meterte en mis sueños; 
adueñarte de la bajada de guardia 
y de párpados, 
y dedicarte a abrirme las piernas 
como si llevases toda la vida 
descruzando imposibles de bragas bonitas.

Pero echarte de menos hace mucho 
que no es sinónimo de buscarte; 
creo que justo el mismo tiempo 
que encontrarte dejó de ser la consecuencia directa 
de buscarte.

Hagamos de los días, poesía.
Que la esperanza no resulte tan destructiva
y que se consuma en el mismo preciso momento 
en que se consume el amor.

Y que cada bar sea una parada 
que hable de nosotros, pero con respeto. 
Como esas canciones 
en las que el amor más perjudicial 
se vuelve hasta tierno.

Háblame suave al oído 
y llámame Poesía 
mientras buscas entre mis piernas 
la forma de olvidar el pasado con saliva; 
llámame Verso, Lápiz o Rima
y dime que vienes a salvarme de las formas 
de una sociedad errante que se guía por las modas 
de una televisión que habla a gritos.

Llámame Letra
y dime que vienes a hacerle el amor 
a mis párrafos vacíos
y que te has dejado todos los puntos y finales 
en el otro pantalón.

Hagamos la vida poesía 
y a la rutina la mejor de las amantes.

Finjamos que lo único importante de hoy
es tener previsto todo mañana; 
y que la estabilidad 
es la puta particular de la calma 
para eso del sexo duro.

Que las sorpresas
los amores que duelen hasta hacerte escribir
los finales tan poco evidentes como bienvenidos 
y los precipicios en braguetas ajenas,
no son apetecibles.

Disimulemos nuestro aburrimiento 
del mismo modo que la señora 
de la oficina de correos 
simula los orgasmos con su marido 
mientras comparte sus últimos años de apetito sexual  
con el novio de su hija.

Finjamos que la vida nos interesa 
de la misma manera que lo hacemos 
cuando nuestro jefe nos vuelve a contar 
la historia de como hizo fortuna.

Y hagamos de la vida unos cuantos versos 
que dejar de herencia a todos los atrevidos 
que lleguen con hambre de mundo.

Digámosles con la valentía 
que supone siempre la sinceridad, 
que a veces es mucho más importante 
pasar por la mente de alguien
que por su cama; 
y que si un día te despiertas 
y no te encuentras el corazón
igual debes de buscarlo en otro pecho.

Vamos a hacer de todo esto una poesía
que el primer pareado hable de un encuentro
y a este le siga una pérdida; 
y entre medio, tengo una idea,
entre medio escribimos 
de cuando ''todo'' se convierte en ‘’nada’’ 
y ‘’nada’’ sigue latiendo oxidada 
a las órdenes de aquello 
que se pierde siempre en último lugar, 
la esperanza.

A veces eco de gemidos.

A veces ansias de volver a contar las pecas 
de una nariz que solo entiende ya de tu perfume.

A veces, simplemente
lo único que se necesita para hacer un verso decente.

sábado, 28 de junio de 2014

¿Siempre?

No creer en nosotros es la antesala de no creer en ti.
Y yo no puedo creer en lo imposible 
que esconde nuestra realidad 
si tú te niegas a darme la oportunidad de colocarnos 
en una historia que hable de las posibilidades 
que tenemos para querernos de alguna forma que no duela.

Recuerdo cuando yo era tu chica
y no un montón de intentos frustrados 
que te retenían mientras te empujaban al naufragio.

Ojalá hubieses aprendido a quererte a través de mi. 
De mis domingos y mis lunares.

Que comentan por ahí que quien se entiende en la cama
suele hacerlo en todo lo demás; 
y que poca razón tienen las malas lenguas
como si por el hecho de liarte entre las sábanas 
con el arte de un domador de deseos,
no pudieses liarte entre mentiras 
que hablasen más fuerte que todos los orgasmos.

Que follarse es muy sencillo
así que hablemos del alma. 
De lo que te dice tu alma 
cuando en vez de quitarme las bragas
me quito la máscara y dejo que mis miedos y mis dudas, 
que calzan un cuarenta y cuatro, 
se te metan en los zapatos 
y te acompañen allí donde vayas.

Y te queden grandes.

Que amarse en verano con poca ropa 
y aun menos preocupaciones, es de cobardes; 
pero nosotros nos conocimos en Noviembre ¿recuerdas? 
Y enamorarse entre catástrofes y frío, 
con más bufandas que esperanzas, 
es de atrevidos, de aventureros, de valientes.
De escritores.

No quiero que ahogues las penas en cualquier bar
ni que la camarera sea el centro de tu diana esta noche; 
no quiero que otras manos te quieran tan mal
que necesites que te quieran muchas veces 
para equiparar al menos una cuarta parte 
de lo que te quería yo en un solo polvo.
¿Lo entiendes?

Y no son celos, 
es que ahora eres tan anti-nosotros, 
que yo he dejado de ser yo; y tú… 
¿dónde estás tú?

‘’No siento lo mismo por ti’’.
Y creo que para eso no existen canciones.

‘’No siento lo mismo por ti’’
Y entonces el concepto ‘’siempre’’
perdió toda su credibilidad. 
Y empezó a enemistarse con el diccionario.

No se cuando decidiste que un ‘’nosotros’’ 
ya no era suficiente, y que no querías ser hogar. 
Que ahora estar a salvo no era entre tus costillas
y que tus pulmones se habían declarado en huelga de mi perfume.

Tú dijiste siempre y yo me lo creí. 
Porque mientras nada era para siempre
yo no sabía quererte de otro modo.

‘’¿Vas a quererme siempre?’’ 
Y afirmabas, con la misma seguridad que se siente 
cruzando un paso de peatones 
cuando el muñequico está en verde.

‘’Siempre es mucho tiempo’’ 
Te solía decir yo; 
y me mirabas como quien ha olvidado el concepto de tiempo 
y mide su amor en intensidades.

Supongo que entenderás 
que ahora no sepa quien eres. 
Del mismo modo que no se quien soy yo. 

Y el espejo me mira regañándome 
por el desaliño de mi memoria, 
que está patas arriba 
y se niega a reconocer que ha perdido la poesía 
que había en cada uno de tus gestos, 
cuando me mirabas con todas las catástrofes mundiales 
al borde de tus pupilas 
y sin embargo, nada me parecía más acogedor que tus manos.

No se que significa siempre para ti, 
y por culpa de esa falta de determinación
has conseguido que tampoco sepa exactamente 
que quiere decir para mi.

Pensé que siempre era el deseo de ver 
una mezcla perfecta de nuestros genes
corriendo por el salón
mientras me sigues pareciendo 
la personificación de todos los versos de Bécquer.

Que siempre eran todos los días de nuestra vida 
entre cuatros paredes que hablen de las adversidades del tiempo 
y de como las hemos superado a golpe de polvo y amor.

Tal vez eran todas las fotos que conservaríamos de los lugares 
a los que fuimos escapando de la rutina
para volver siempre a casa con la certeza 
de que estar atrapados entre calendarios no es ningún problema 
si las agujas del reloj siguen contabilizando promesas.

Siempre que tus camisas siguiesen sentándome así de bien
sobre todo cuando me las quito; 
y del armario no colgasen más que las ganas 
de pasar el día tan faltos de ropa como de distancia.

Igual siempre eran todas esas canciones 
que me hacían llegar rápido a tu bragueta o a tu corazón; 
o quizás era la forma perfecta 
en la que mi culo encajaba en tus rodillas.

A lo mejor siempre era el tiempo exacto 
que tardaban en disiparse mis inseguridades 
justo después de que tu boca me regalase un par de razones 
con las que creer en todo lo que nos unía.

Puede que realmente
jamás haya sabido muy bien que significa siempre
no voy a negártelo; 
pero de lo que si estoy segura, 
es de que siempre jamás ha sido nunca; 
que siempre era un concepto mucho más repleto 
de lo que lo son tus ganas de mi en este preciso momento.

Que siempre en ningún caso puede ser un ‘’adiós’’ 
ni siquiera un ‘’hasta luego’’; 
y en el caso de que lo fuese,
perdóname, pero me declaro enemiga oficial 
de todos los labios que lo pronuncian 
y de todas las manos que lo construyen.


Y entonces en lugar de decirme 
que siempre vas a quererme, 
déjame que te diga que prefiero oír 
que nunca vas a olvidarme. 

miércoles, 25 de junio de 2014

Te escribo.

He llegado a la conclusión 
de que la mejor manera 
de olvidar parcialmente un recuerdo, 
es escribiendo.
Lo atrapas entre hojas
y dejas que viva, pero solo allí, 
bajo supervisión.

No puedes enterrar orgasmos 
que no dejan de respirar, 
y esa es la única forma de darles cobijo 
sin sentir que te paralizan el presente.

Hay manos tan bien esculpidas
que se cogen con fuerza a tu memoria
y no dejan que pienses en otra cosa; 
te programan el día, las horas
y te hacen títere de sus antojos.

Creo que la vida se resume en dejarse llevar.
Al precipicio.
A la cama.
O de paseo a otro corazón.

Contarle a otros oídos la derrota 
y exponer tus heridas de guerra;
que nunca es cobarde quien participa en la batalla
por más balas que le hayan alcanzado.

Hablarle a otra sonrisa de su sonrisa
y dejarse desnudar 
con la pérdida latente en las pupilas.

Al llegar casa
colgar la esperanza en el armario;
la quinta percha a la derecha.

Y soñar. 
Soñar con el mar y la marea. 
Que sube y nos ahoga 
en las cientos de oportunidades 
que hemos dejado escapar.

Un cielo lleno de estrellas 
que juegan a parpadear por tu cuerpo;
algunas zonas de luz y otras de sombras,
dibujando la exacta definición del amor, 
de la fe, 
de todo lo que me mantiene con vida 
mientras me la quita.

Si abres los brazos de par en par
me parece ver el infinito.
O sino al menos, algo que se le parece mucho.

Hay días en los que te imagino viejo
con arrugas que hablan de los años.
Con años que hablan de la vida 
y de todas las camisas que me habré desabrochado 
para tus instintos.

Otros días te miro desde la ventana cruzar la calle, 
como si flotaras 
y todo pareciese menos real 
desde que tú pareces más de otro mundo; 
entonces me pregunto si en algún momento 
fuiste mío de verdad.
De la misma forma que se conserva una carta,
una promesa o una deuda.

He sido cobarde.
He sido ausente.
He sido demasiado y otras, a penas he estado.
He sido puta.
Poco prudente.
He sido una cría de veintitantos años.
He sido tantas cosas, 
que probablemente me halles diferente 
en cada uno de tus recuerdos.

Me encontrarás en la morena 
del pub de todos los sábados, 
con la acabaste montándotelo en el baño.
En la chica de las trenzas 
que tímida te mira detrás del menú del día.
En la de la primera fila de tu clase de literatura.

Y al final caerás en la cuenta 
de que me conocías sin conocerme, 
y que quizás por eso se entienden nuestras lenguas;
tal vez por eso hablen el mismo idioma nuestras pieles.

Que compartíamos poetas
y se hallaban nuestros ojos en lo leído. 
Y en eso siempre hay un poco de amor.

Me llueven las pupilas
y huele a madera mojada. 
Debo de ser lo más parecido a un sauce llorón.

Y lloro porque estás tan guapo
que me duele que no sea mi espejo 
frente al que te contemplas.

¿De veras nunca suena mi voz en tu memoria?

Me gustaría que me llamases 
para confesarme el color de tu corbata
y poder ponerme las bragas a juego;
que por ser tu pareja de baile esta noche, 
yo convino lo imposible 
y me pongo a la altura de los hoyuelos de tu sonrisa;
aunque sea con tacones.

martes, 24 de junio de 2014

Dicen.

Dicen que un alma joven 
no se llena de recuerdos
sino de esperanzas.

Pero como todo lo que dicen 
(salvo lo que habla de tus ojos) 
no es del todo cierto; 
porque en mis recuerdos 
te bajas los mismos pantalones de siempre
y eso no hay huevos de olvidarlo.
Pero en mis esperanzas
te bajas otros distintos.
Unos pantalones nuevos.

Desgastados, rotos, sin demasiada forma;
como nuestro último beso.

Dicen también que mirar hacia delante 
es necesario para olvidar.
Pero es que cuando desvío la mirada hacia atrás
me encuentro con tu culo
y no hay para eso competencia en el mundo;
por más prometedor que sea el futuro.

Dicen que ya es hora 
de empezar a esquivar los golpes de la mala suerte
y buscar una trinchera, aunque sea en otra cama;
pero no puedes pedirle a un suicida 
que te hable de la vida
o a un kamicace que deje de alimentarse de catástrofes.

Quiero quedarme en ti ¿de verdad no tienes hueco?

Si me dejas coserte las heridas desde dentro 
igual ya no vuelven a abrirse cuando te topes con mis ojos
y podemos empezar de nuevo 
como si no nos conociéramos;
que yo por volver a llenarme el metabolismo con tu droga
no me importa cuantas veces 
seamos protagonistas del mismo final.

Dicen que podríamos hasta reconciliarnos
y aunque suena tentador y reconfortable
no quiero acomodarme en un sofá que hable solo de rutinas. 
De citas en el dentista. 
De anécdotas que han perdido la chispa.

Me gustas más enfadado. 
Celoso del chico que mira desde el pasado.

No quiero perder las ganas 
de llenarte los miedos de saliva a cada segundo; 
es mejor que no te conviertas en calendario
que no te rindas a lo evidente que sería 
verte llegar a casa todos los días a la misma hora 
y prepararte una comida 
sin tiempo para pensar en los orgasmos.

Prefiero que te cueles entre mis ‘’se acabó’’ 
y me hagas el amor.

Y rompernos una vez 
por cada domingo que tiene un mes.

Dicen también que después de tenerte hay vida
y me gustaría saber que es para ellos vivir.
¿Respirar? ¿Caminar? ¿Dormir?

Que todo es respetable
pero me gusta más cuando nos faltamos al respeto. 
Como bestias. 
Dejándonos seducir por el placer de los instintos.
Sin planes, sin objetivos, sin metas.

Que si tú dices que me sobra la ropa
yo saco el armario de mi habitación.

Dicen que hay que evitar vivir 
con el alma al borde de la rendición;
pero a mi me gusta asomarme al precipicio 
y verte mirarme desde abajo.  

Que le voy a hacer
si lo que más me gusta de caer
es revolcarme contigo por el suelo.


Y podemos cometer un arsenal de fracasos
pero ojalá todos con tus ojos. 

domingo, 22 de junio de 2014

Que vamos a contarles a los que vengan.

Que vamos a contarles a los que vengan.

Que la cerveza era la terapia de este siglo
y que preferíamos el sonido de las teclas 
a una canción de los ochenta.

Les contaremos que todos jugaban a ser poetas, 
algunos de letras y otros de braguetas. 

Que teníamos palabras claves 
como ‘’crisis’’ o ‘’corrupción’’
y que la vocación se había perdido.

Les contaremos que vivíamos de estereotipos
no importaba si no sabías ‘’hacer la O con un canuto’’ 
porque mientras tu exterior estuviese definido
no había de que preocuparse.

Que promulgábamos nuestras ansias de ser diferentes
y entre tanta diferencia y originalidad
nos caracterizábamos por ser todos iguales.

Y es que, a pesar de lo que digan 
las lenguas del momento sobre ser libres, 
en cuanto alguien se atrevía a serlo
le mirábamos por el rabillo del ojo.

Predicábamos el amor libre
da igual el sexo o la cantidad
nos queríamos unos a otros mientras 
nos olvidábamos de querernos a nosotros mismos.

Había más cigarrillos y vicios que buenos libros.
Y más poetas en la cama que fuera de ella.

Que vamos a decirles a los que vengan.

Deberíamos contarles que todo es cuestión de modas 
y que las putas ya no eran las que cobraban. 

También podríamos contarles que había quienes 
ahogaban sus penas en bebida 
y quienes preferían ser discretos en el arte de olvidar
y entonces, escribían.

La droga no era más que la consecuencia 
de una vida de rutinas; 
el efecto secundario de lo que paradójicamente 
llamábamos ‘’diversión’’.

Que luego también teníamos otros vicios
y que a algunos atrevidos no les importaba 
perder los cojones por amor. 
Pero eran pocos.

Que Amelie tenía razón 
y eran tiempos difíciles para los soñadores.

El compromiso era el cáncer 
de los orgasmos en bocas ajenas; 
y que si te daba por recordar tu pasado
o lo hacías canción a través de música de otros, 
o te mareabas lo suficiente 
como para ponerle cerrojo a los recuerdos.

Aunque siempre estaban esos valientes 
que se negaban a olvidar, y entonces, 
como no podía ser de otra manera, escribían.

Que vamos a contarles a los que vengan.

Podemos decirles que también sentíamos miedo. 
Que la familia era lo primero 
y que en determinadas ocasiones 
incluso aunque querías otro destino: 
‘’todos los caminos te llevaban a Roma’’. 

Hasta podemos confesarles que con suerte
encontrarás a tu Roma particular, de ojos bonitos
y entonces ya no te tocará tanto las narices el dichoso refrán.

Les contaremos que nos tatuábamos 
y nos agujereábamos 
porque la irremediable necesidad de ser diferentes 
mientras éramos iguales
siempre estaba latente.

Que los corazones a veces bombeaban 
de todo menos sangre, 
y que otras, como seres humanos y egoístas
creíamos que el mundo debía pararse 
si en una ocasión determinada sentías que se te paraba la vida.

Podíamos confesarles que la frase aquella de: 
‘’que la vida es caer y levantarse’’ 
es solo verdad en un cincuenta por ciento; 
porque para ser sinceros,
pasamos más tiempo en el suelo que de pie; 
y que para incorporarte te hacen faltan 
unos cincuenta y tres golpes…
Vamos que ‘’la vida es caer cincuenta y tres veces 
por cada una que te levantas’’

Pero que no pasa nada
porque desde el suelo la perspectiva no es tan horrible
y el golpe en la cabeza suele recolocarnos las ideas.

Que hay más golpes ‘’a secas’’ que ''golpes de suerte''.
‘’Si te quiere te buscará’’
pero si le quieres, debes buscarle.

Que vamos a contarles a los que vengan.

Que vivíamos deprisa
incluso más deprisa que las agujas de los relojes;
y que si vas a olvidar a base de chupito
mejor que no sea de garrafón.

Podemos decirles que lo más importante
es encontrar alguien a quien dedicarle tus letras
y no quitarle el lápiz de encima de por vida.
Que puede ser que no haya aparecido
pero como no es mi caso, 
no puedo más que decirte 
que encuentres algo sobre lo que escribir, 
aunque no sea una bragueta o una sonrisa.

Porque si llega el día en el que leer a Bécquer 
y aquello de ‘’poesía eres tú’’ 
no te produce unas ganas incontrolables 
de hacerle el amor a alguien, 
estás perdido;
y a los que vengan, 
no vas a poder hablarles de nada lo suficientemente transcendente 
como para que lo acepten de consejo.

Y si uno nunca lleva un consejo encima
es que está jugando la partida sin ases en la manga.


sábado, 21 de junio de 2014

Muerte número cuarenta y seis.

Eres la prueba de que la vida no es suficiente.
Y que se puede morir sin llegar a estar muerto.
No se como definirlo sin parecer poco cuerda
pero si vas a quedarte lo intento.

¿Y si sobornamos a la evidencia 
y planificamos nuestro final? 
Quiero fuegos artificiales.
Y créeme, no es que quiera irme
es que reconocer que quiero quedarme 
no se me da demasiado bien.

Ayúdame. 
Súbeme la falda hasta las nubes 
y fóllame como si lo hicieses sobre la cama 
de un hotel de cinco estrellas.
Con chocolatina en la almohada 
y orgasmos en las cuatro paredes 
y en las doscientas esquinas que inventemos.

Supongo que siempre tuvimos 
la opción de dejarnos ir 
pero nunca nos apeteció curarnos
(a mi de ti y a ti de mi)
y aunque las balas hubiesen parado 
(que no fue el caso) 
habríamos buscado otra forma de morir.

Y es que el olvido 
no es más que el efecto secundario 
de no tener cojones para intentarlo; 
y aunque hay noches de drogas 
en las que me pregunto cuantas muertes sentimentales 
aguanta una relación, 
se me pasa el efecto cuando resucitamos lo perdido 
y acabamos revolcándonos entre esperanzas 
tan faltas de ropa como de equilibrio.

Te escribo porque cuando la guerra empiece
quiero que tengas una trinchera 
donde puedas venirte a dormir
y me dejes escuchar tus gemidos 
como si se tratasen de una de esas canciones de los ochenta 
que no pasan de moda.

No te preocupes por las heridas
que por mis venas 
ya solo corre el café que tomábamos para desayunar 
después de despilfarrar el amor por el desagüe de la ducha.

Y oye que lo entiendo, 
que se que el compromiso te baja las erecciones, 
por eso no te pido tu mundo entero
solo alguna noche 
(con menos kilómetros y ropa de lo habitual)
que se repita cada vez que esté convencida de que se acabó; 
y ya se que pedirte que aparezcas 
cuando estoy a punto de marcharme
es la forma más cobarde de reclamarte una rutina.

Pero que voy a hacerle
si prefiero ser el motivo de tus mejores polvos
que la musa de cualquier artista del Renacimiento
y esa es la definición menos cursi 
que se me ha ocurrido del amor.

Regálame otra vida 
después de la muerte número cuarenta y seis
y déjame que te encuentre
esta vez más segura y sin un final tan evidente. 
Con condones y cien sonrisas 
protagonistas de tus sueños más eróticos;
porque aunque tú no lo sepas
sonreír es lo más parecido al sexo en esta poesía.

Mientras tanto
seguiré pensando que las peores discusiones 
son las que tienes con tu memoria
y que aún hay recuerdos congelados 
con los que no puedo discutir.

Y es que por más turismo que haga por otras braguetas
nada cura tus cicatrices
que se vuelven inmunes a cualquier intento fallido 
de resucitar la manilla del minutero 
que se ha declarado en huelga 
desde que no te ve pasear desnudo por la cocina.

Te dejo edificar en todo el espacio 
que hay de tus manos a mi orgasmo
a ver si remediamos la distancia 
y encontramos la manera de que nuestros kilómetros 
se desnuden más allá de la ropa,
ya sabes, de esas veces que molesta hasta la piel

Dime, ¿de verdad no te puedes quedar a dormir?.



viernes, 20 de junio de 2014

¿Y si llama y comunica?

Sus gemidos han sido siempre 
la mejor manera de desprestigiar a la soledad.
Y sus cicatrices la forma más eficaz 
de acabar con el desahogo espacial de mi memoria.

Allí donde antes no había más que polvo(s)
ahora estaba él.

Era inevitable echarle de menos cuando se alejaba
porque hasta mis letras se marchitaban 
y dejaban de hacer la fotosíntesis.
Algo así como echarme de menos 
a través de su ausencia.

Nos hemos conocido y perdido 
tantas veces en la misma semana
que terminé con la irremediable necesidad 
de quitarle dosis de dramatismo a todas sus huidas.
Cuestión de supervivencia.

Y es que nunca supe 
que hacer con él 
cuando empezó a importarme.

Cuando de madrugada el amor eterno nos embriagaba
solía decir que se quedaría siempre.
Y siempre estaba vacío.
Podían ser todos los lunes del resto de mi vida.
O siempre que no se cansara.
Tal vez siempre que una morena despampanante 
no le pillase con demasiadas copas encima.
Quizás siempre que mi pelo siga siendo tan rubio 
que le recuerde a la cerveza
y las birras entre amigos 
confundan su camino de vuelta a casa
y acabe en mi portal con los pantalones por los tobillos.
Tan rubio como las riquezas 
que todos ansiamos en nuestros sueños de críos: rubio oro.

Otras veces no sabía decirme cuando iba a irse
o cuando volvería. 
Y yo trataba de no usar demasiado el teléfono
por si llamaba y se encontraba con que nuestro amor comunicaba.

Los paquetes de cigarrillos me parecían 
veinte interminables formas de matarse lentamente 
desde que no los compartíamos.
Veinte menos siete días que llevaba sin contaminarme
daban un trece
el último martes trece del polvo de la mala suerte.

Y se fue. 
Y esta vez está tardando tanto en volver
que mis días se hacen letras
porque nosotros hace demasiado que no nos hacemos el amor.

El verano está a punto de llegar 
y dentro de mi hace más frío que en cualquier punto de Siberia.
Un amor de verano, pero sin verano y sin amor. 
Menuda forma de cargarse los tópicos.

Menos mal que el universo lo seguía conservando.
Empezaba en la parte de arriba 
de la costura de su bragueta 
y acababa en sus rodillas
balanceándose mientras tarareaba alguna canción de Sinatra.

A veces me miraba como si yo fuese 
la solución momentánea a sus problemas 
y otras, quizás, el problema en sí.

Y me quitaba las bragas 
con la promesa de no quitar más que las mías;
y yo le creía, porque el amor siempre nos lleva 
a creer estupideces para poder seguir respirando.

Tenía los ojos más intensos que haya visto jamás. 
Tanto que no necesitaba que fuesen azules o verdes
porque si te concentrabas 
podías ver atrapado en sus pupilas un mar de color coca-cola.

Cuando volvía y veía las consecuencias 
de todos estos días a la deriva,
me trataba con la misma dulzura que un doctor pone 
en su paciente más débil; 
con la paciencia de un arquitecto para reconstruir ruinas.
La culpabilidad era la mejor parte de sus huidas; 
le obligaba a pasar días durmiendo abrazado a mi
como si más allá de nosotros no hubiese mundo
y todo cuanto nos quedaba era una cama de dos por dos 
que conocía nuestros vaivenes 
y su bipolaridad sentimental.
Cuatro paredes que sabían que la rutina 
podía resumirse en follar con calcetines.

Pero ahora hace ya mucho que se fue.
Y le escribo para contarle 
que cuando otras pupilas se clavan en mi escote 
con la misma intensidad que ponía él en adivinar 
el sabor de mi mermelada preferida, 
yo le veo.
Le veo en el reflejo de todos los ojos que me miran
como una historia de oro al fondo de sus sueños de crío.

Vuelvo sola a casa sin responder al teléfono
a ver si le va a dar por llamar 
y se encuentra con que nuestro amor comunica.
Y deja de intentarlo.



jueves, 19 de junio de 2014

Política.

Podemos hablar de justicia
de leyes, de protección 
y hasta de auxilio;
y al final, no estaremos 
más que vendiendo humo.

En un país donde te detienen 
por exceso de velocidad 
pero de los sueldos vitalicios 
y de la estafa a manos de la corona
no somos capaces de decir nada
o mejor aún: no nos consta.

¿Quién dijo que vivimos 
en un Estado aconfesional? 
¿Laico? 
En absoluto, tenemos una religión 
¿y saben cuál es su credo? 
"Quien hace la ley, hace la trampa".

Vivimos engañados por las mismas manos 
que sujetaron el bolígrafo para redactar
ese montón de leyes absurdas. 

Y es que es un país de hijos de puta
sin más afán que el de llenarse los bolsillos. 

Que de sus bocas emana la palabra "crisis"
mientras sus casas ocupan un par de manzanas 
de la calle principal del barrio más céntrico y popular; 
usted no sabe lo que es la crisis
lo único que le suena de ella es la "C"
¿y sabe de qué? 
De Corrupción, o de Capullo.
Igual hasta de ambas cosas.

Pero aquí seguimos
testigos mudos de toda esta política de mierda
que empuja a cientos de empresas hacia la banca rota;
a cientos de ancianos hacia la desprotección 
y a familias enteras fuera de las casas 
a las que dedicaron tiempo y amor.

Renuncien al cargo, abandonen
que un buen capitán señores
es aquel que se hunde con el barco
pero que hace lo posible por mantenerlo a flote. 

Y en este barco que es España
llevamos demasiado peso muerto.

Drogodependencia.

Hoy estuve pensando en ti.
En todo lo que siempre he esperado que me dijeras;
y no lo hiciste.
Porque decirlo sin hacerlo
es como follarse un "para siempre" 
pero sin orgasmo.


Pensé en llevarte al mar
y que me hicieras de faro.
O de canción.
De las tristes y las menos conocidas.
Como nosotros.
Una melodía en la que faltasen instrumentos.
Y sin público, sin aplausos.
Sin acordes finales.
Me imaginé protagonizando reencuentros 
y despedidas en todos los aeropuertos.


Pensaba, casi sin quererlo
en lo bien que te queda el universo 
en la parte baja de tus caderas; 
dándole sentido a mis deseos.


Con lo poco que me gustó 
a mi siempre la sociedad 
y lo mucho que me gustaba, sin embargo
que tú estuvieras en ella.


Ojalá aquella noche que usamos esposas 
hubiese sabido todo esto; que te marcharías.
De ser así, aquello habría sido un polvo interminable 
y tú y yo eternos.

También pensé 
en que harías ahora con tus manos 
que no las tenías en mi culo.
Con tu boca que no jugaba ya a adivinar 
el color de mi ropa interior a lametones.
Con tu corazón, que no bombeaba ya mi nombre 
y tus pulmones que se habían olvidado del humo 
de todos los petas que nos habíamos liado.
Pensé en que fumarías ahora.
Igual te has pasado al tabaco
y el olor de lo que te mata ya no te recuerda a mi.
Que triste.
Que triste cuando pienso que ya no protagonizo 
tu lista de vicios; 
que las miles de formas de morir
ya no son en mi colchón, ni en mi encimera.

He pensado también lo sano que sería no pensarte.
Ya ves la tontería.
Como si la drogodependencia 
pudiese curarse en unos cuantos días.

miércoles, 18 de junio de 2014

Tu biblioteca virtual: Blabum.

Si queréis encontrar el infierno
 buscadlo en las palabras. 
Si queréis hallar el cielo
buscadlo en las palabras. 
Si queréis conoceros 
a vosotros mismos, escribid. 
Y empezad a temer lo que encontréis. 

http://www.blabum.com/amparoiglesias



No soy tan valiente en esto de quererte.

Y créeme, si buscas un camino asfaltado
sin que los relojes contabilicen
tus minutos de oxígeno, vete de aquí;
que yo siempre he sido muy de ruinas y espinas
y ojalá pudiese darte solo terciopelo
pero he leído demasiado
como para saber que la vida es más que eso.

Trato de que mis manos
no delaten los naufragios.
Trato de apartar los barcos hundidos
de todos tus océanos;
pero no puedo controlar las mareas.

Y joder, que yo también detesto
la sal de las heridas
y los huesos mal soldados;
pero no me niegues lo bonito de curarse.
No me digas que el relieve de mis cicatrices
no encaja perfectamente en la yema de tus dedos.

Que sí, que yo también quiero perdices
y finales felices,
pero no puedes leer un libro
empezando por el final.
Que antes del beso tienes sueños
que duran cien años;
no quieras saltarte los pasos
porque ningún príncipe se lleva a la princesa
esquivando al dragón.

Así que, hagamos las cosas bien
y antes de llegar a la página cien
vamos a hacernos daños.
Húndete en mis entrañas, con escudo y espada.
Grábame tu nombre por ahí (y tu teléfono)
y procura que sea en alguna subcapa de la piel;
de las que no ves pero sientes.
Que el diagnóstico sea siempre favorable
y no alcancen a detectar el fallo.

Van a darme ganas de sanarme
con algún parche de ojos claros
a las tres de la mañana
en el mismo pub de siempre.
Pero nadie se cura si no quiere curarse
¿no?

Y estar cuerda empezará a sonarme
tan terriblemente soso, que créeme
yo misma terminaré por contratar al camello
de forma permanente.

''Pásate por casa un par de noches semanales
y nunca dejes que sane''.
Si me voy recuperando
inyéctame un poco de esa mierda pero suave;
de chutes que no matan pero duelen
de los que tranquilizan pero no duermen
que no enamoran pero hipnotizan.

Y ve aumentándome la dosis
que antes de que me de cuenta
estaré trapicheando con el reloj de tu cocina
para tratar de ganarle unos segundos más en tu cama.
Y es que joder, bendita es tu mierda
¿no crees?

Entonces ya, vendrá la necesidad:
como pincel en mano artista
como pluma en escritor
como oración en boca del creyente.

Y que más da, que caída que no mata
solo muerde.
Que si el lobo fuese tan lobo,
enseñaría algo más que las orejas.

Claro que se que voy de cabeza
pero estás tan guapo
que no me importan los rasguños
si prometes que Sabina tiene más sentido
desde que pregunto por ti
en los suburbios de tu ciudad.

De verdad, créeme si te digo
que el único motivo de provocarte heridas
es tener excusas para podértelas besar después.

Y ya ves que no soy tan valiente
en esto de quererte
y aún me valgo de pretextos
para pasar a verte.

domingo, 15 de junio de 2014

Hay ojos qué.

Hay ojos en los que perderse.
Donde parar a tomar una copa o siete.

Hay ojos que son la copa en si
y a los que no te queda más que invitar a un cigarro.
O a un peta que se lía en su mirada.

Hay ojos que te bajan las bragas 
y te suben la autoestima.

Otros te roban segundos de vida
y te paralizan el presente 
con la misma fuerza que los recuerdos.

Están los ojos lectores
que te abren como a un libro y te hacen historia.

También los ‘’ojos chincheta’’ 
que te clavan a la cama 
y se declaran vencedores de tus ‘’jamases’’.

Algunos se te cuelan en la memoria
tan inmensos, que en noches de nostálgica 
suele lloverte bastante.

Hay ojos claros
que se te antojan lagos cristalinos de ternura.

Ojos con rabia, con furia
como sentir que el viento sopla 
en una habitación cerrada.

Hay ojos cobardes que evitan mirarte 
por si los tuyos son de los lectores
y acabas descubriendo en ellos 
que ni una sola vez de todas las que se fueron
quisieron hacerlo.
Tal vez fue el tiempo
tal vez alguna chica más guapa que tú
tal vez el miedo a que te quieran 
cuando tú no sabes hacerlo,
vete tú a saber.

Hay ojos que contra todo pronóstico
solo saben decir la verdad. 
Y asustan.

Otros son mentirosos por naturaleza 
y se esconden bajo una pupila de color celestial. 
Juegan a ser veraces
pero a las sirenas de su océano 
le salen piernas cada vez que te descuidas.

Están los inquietos
que conservan en su iris cientos de ideas.

Están también los ojos pasionales
que te descruzan las piernas con un gesto 
y te acarician el deseo de refilón.

Y después están los tuyos
que le hacen el amor a mi pupila. 
Oscuros, para no encontrar la salida. 
Y grandes, para coleccionar y conservar 
los cientos de vestidos que me he quitado frente a ellos. 
Limpios, como para quedarse a vivir
y sucios como el complemento perfecto del sexo duro. 
Reminiscentes, para verme en ellos aun cuando no me asomo.
Aun cuando no estoy. 
Nostálgicos y tiernos, a veces escurridizos y otras solo míos.

Míos en ti, míos sin tenerlos.
Tu mirada en propiedad y tus ojos en usufructo.


sábado, 14 de junio de 2014

Tiempo.

Puede que esperar a veces 
no sea más que una forma de alejarse.
Y que alejarse, no sea más que una variable de la cobardía.

A veces pienso en lo relativa que es la vida
en esos días que parecen años 
desde que has dejado de pasar la noche entre mis sábanas.
Y menos mal que me quedan las letras
y puedo hacer que vivas en ellas. 
(Hasta sin tu permiso)
En todos esos minutos 
que llevo anudados en las muñecas; 
en los segundos que mueren 
dentro de un reloj sin cuerda.
En las cientos de promesas 
que se me han cogido a los tobillos 
y no me dejan caminar.

Pero no puedo olvidar Noviembre. 
Y no se si para ti ha pasado de largo.
El caso es que yo he descubierto 
que es lo único que me queda de ti.

Los años se quedan atrás
y ya solo escucho hablar del futuro
ese próspero futuro que aparece 
en todos los sobres de azúcar
y en la boca de todos los políticos.
Y que para mi no es más 
que otra representación de tu ausencia.

Podría olvidarte.
Podría vivir sin calendarios 
y sin hablar a nadie con acento francés.
Podría hacer una maldita lista de pros y contras.
Hasta podría fingir que tú eres una elección.
Una jodida opción.

Como seleccionar que cigarrillo del paquete 
vas a fumarte primero 
o a que paquete de la discoteca 
más a invitar antes a fumarse uno.

Pero a ti no puedo mentirte
ni simplificarte dentro de una opción.
Sería como explicar que es un polvo 
con la teoría de la seminillita.
O tratar de describirle a un sordo
el sonido de uno de tus gemidos.

Aun te espero, te espero y te anhelo. 
Y la esperanza es como un cronómetro 
que se ha quedado parado y no te deja avanzar.
Y nunca muere. 
Aun cuando muere el amor. 
Y si te crees lo suficientemente valiente 
como para enterrarla, 
crecerá hasta que una noche en otra cama
explote y no te deje llegar al orgasmo.

Vente a beber conmigo. 
De la misma copa.
Y hablemos.
Que cuando el whisky es bueno
nunca parece que se esté perdiendo el tiempo

viernes, 13 de junio de 2014

Defectos.

Al verte, me acuerdo.
No se muy bien de que o de quien, pero me acuerdo.
Como si tus ojos fuesen una máquina del tiempo
y yo fuese dando saltos de un instante a otro.
Y te veo en mis recuerdos
hasta en aquellos en los que no estuviste.
Todo una vida impregnada de tu presencia.
En parrafadas de mis autores preferidos.
En canciones.
En lugares.

Cuando lo que te une a otra persona son los defectos
el vínculo tiene carácter retroactivo
y se extiende a todo lo que has sido incluso antes de él.
Y todo lo que ayer te parecía gravísimo
hoy se funde en tu memoria hasta hacerse neutro.
¿Qué importa ahora aquella carta que guardabas bajo promesa?
¿Qué importan las cientos de veces que lo intentaste?
¿Y los besos que diste? 
Incluso los que no diste.
Y aunque el peso del paso del tiempo 
haya querido borrarte momentos
nunca puedes pretender ser el primero. 
Siempre hubo alguien antes de ti.

A veces las mejores uniones surgen de una infidelidad. 
De una noche de borrachera 
porque el séptimo amor de tu vida no ha querido quedarse.
No siempre podemos ser los predilectos
los preferidos, los escogidos.
En ocasiones somos los restos de otra historia.
O el poco pulso que le quedan  
a unas cuantas promesas incumplidas.
Quizás el resultado de amores 
que se enterraron cuando a penas respiraban. 
Otras, solo fruto del conformismo 
de quien decidió resignarse y no seguir buscando; 
o igual éramos la única persona que estaba disponible.

Y escogemos a quien amar.
Porque la soledad, bien mirada, tampoco es tan bonita; 
o porque, bueno, escoger a descarte que corazón vas a follarte
pierde la magia a la tercera semana.

Puedes pensar en lo feo que resulta todo esto
y que estoy afirmando que los cuentos de hadas son un fraude.

Tal vez si. 
Y todas esas princesas adornaron tanto el cuento
porque no sabían como explicar
que se bajaron las bragas en la primera cita
o que perdieron el zapato porque iban hasta el culo de heroína.
Que tal vez el príncipe azul 
era solo el remedio casero para curar las heridas 
que había dejado el lobo feroz.
En cualquiera de los casos, escribieron, 
y es que creo que hacer letras una historia
es una forma de no decirse adiós.
Resignarse a las despedidas 
y vivir un poco en todos los ojos que nos leen.
¿No?






jueves, 12 de junio de 2014

Demasiado distante para tantos latidos.

Suelen decir que no hay nada 
totalmente equivocado en el mundo
que hasta un reloj parado 
consigue estar en lo cierto dos veces por día.

Y después de coprotagonizar 
todos nuestros polvos
podría mirar a la cara al listo que escribió aquello
y hablarle de lo poco cierto que ha habido nunca entre nosotros.

De todos los errores que guardamos 
entre los huecos del sofá.
Se nos coló el amor. 
Y ya no hay limpieza general que lo encuentre.

Coqueteaba con el chico de recepción, ¿sabes?
Pero hace unas mañanas
se atrevió a tener uno de tus gestos. 
Y me vine a casa para follarte en papel y lápiz.

Aunque hace tanto que no te huelo
que ya no se donde coño se hallan mis mejores versos.
Y el orgasmo de final de frase.

Que poquito nos hizo falta para perdernos.
Noviembre te invitó a dormir.
Y Diciembre quiso hacerte eterno.

Imagino que tanto propósito no debe de ser sano
y que o aprendo a liarme los petas sin ti
o me convierto en la chica más sana de tu lista de conquistas.

Estoy pensando como hacer negocio con todo esto: 
¿y si pongo tus ausencias a buen precio?

‘’Algún día nos tomaremos un café’’.
Y ahora lo bebo a todas horas, a ver si acelero tu regreso.

Desde que te has ido, siento que nada es suficiente
quizás porque a ti te dio por ser demasiado.

Demasiado distante para tantos latidos.



miércoles, 11 de junio de 2014

Una lectora.

Nadie puede saber lo que esconde un libro 
si nunca se ha interesado tanto por uno
que ha acabado con la nariz metida 
entre sus páginas hasta las tantas de la madrugada.

Los ojos se mueven aprisa por los renglones
y el corazón se acelera cuando está a punto de llegar 
el beso tan esperado o la resolución del misterio.

Leo desde que tengo uso de razón.
Siempre he sido de las que necesitan 
un libro antes de dormir.

Recuerdo que cuando era una cría
y veía una película de terror
luego tenía que leer ‘’Manolito Gafotas’’
‘’Lisa y el gato sin nombre’’
o ‘’Tintof, el monstruo de la tinta’’
que eran libros que siempre me hacían sentir bien.

Creo que la conexión que entablas con los libros
es tan humana, como la que te une a una persona.
Cuando el libro es viejo, te sientes en casa, a salvo. 
Sabes lo que pasará en la siguiente página 
pero eso no hace que te canses de releerla.

Es como conocer el carácter de tu mejor amiga
que sin sorprenderte, te sigue encantando.
O como saber de antemano lo que sentirás 
si abres el correo y tus ojos se topan con un ‘’buenos días nena’’.

Además, un libro que lleva a tu lado años
tiene marcas, en mi caso, hasta marcados con lápiz
flojito, mis párrafos preferidos.
A los que acudo cuando se lo que siento 
pero no puedo explicarlo y necesito que las letras
lo hagan por mi.
Creo que esas marcas pueden ser comparables a los tatuajes. 
Como no querer separarte
 de un momento determinado de tu vida, y eternizarlo.

Cuando el libro es nuevo, te sientes más insegura. 
No sabes lo que pasará, ni lo que sentirás.  
Cada página es un misterio. 
El olor a nuevo.
Las páginas tan perfectas que aun no parecen tuyas.

Y es que como con todo
moldeamos los libros hasta que nos pertenecen.  
Hasta que hay tanto de nosotros en ellos
que podemos sentirnos a salvo.

Para que todo esto pase
antes tienes que haber dado con tu libro. 
Con aquel que debe iniciarte en la lectura.
Soy de las que piensan que absolutamente todo el mundo
amaría la lectura si diese con ‘’su libro’’.
Da igual si con siete años
o con veinte o igual con cincuenta y seis
tienes que encontrarlo o mejor
tienes que dejar que él te encuentre a ti.

Andarás mirando los libros de un escaparate 
o leyendo la sinopsis de alguno, y sentirás curiosidad.  
Tal vez en una de esas limpiezas generales que tanto odias
encontrarás un libro de cuando tu madre era joven
o igual en una tienda de objetos de segunda mano.
Nunca se sabe, pero si prestas atención, tu libro siempre aparece.

En mi caso me topé con un pequeño libro de mi abuela, en francés.
Una historia de princesas y dragones 
que he releído hasta aprenderme de memoria. 
Creo que esa fue mi primera idea del amor.
A partir de entonces
me he escondido debajo de las sábanas para leer
me he llevado libros al instituto y me he puesto al final de clase 
para que el profesor no se percatase 
de que mis ojos abiertos de par en par 
no eran por sus explicaciones.
He leído en autobús, en tren, a orillas del mar 
y hasta en la cola de renovar el DNI.

Yo tengo mi autor, pero eso se consigue con el tiempo. 
Es de estos escritores que piensas: 
¿pero como se ha metido este señor en mi cabeza 
y ha escrito justo lo que necesito explicar?

A veces la conexión es tan inmensa
que prefiero leer antes que escuchar un consejo 
o tomar un café en compañía
y sé que puede sonar repelente
pero son cosas que solo entiende una lectora.

Marina, es uno de los libros de Carlos Ruíz Zafón
que yo personalmente adoro.
Cuando las cosas entre él y yo se pusieron feas
el decidió comprarse el libro. 
Yo le había hablado cientos de veces sobre él
y como por aquel entonces nuestro enfado 
era más grande que todo París
pensó que podría leérselo e ir comentándolo juntos.
Marina nos mantuvo unidos bastantes semanas. 
Ahora, cuando una noche decido 
volver a perderme entre sus hojas
siempre me recuerda a él.
Es el libro más ‘’mío’’ que tengo. 

‘’Marina dijo una vez 
que solo recordaremos lo que nunca sucedió’’. 
Creo que Zafón escribió eso para mi; 
y este es el llamado ‘’egocentrismo de lectora’’.

Todos los libros esconden entre sus hojas 
aun más de lo que el escritor nos quiere transmitir
que ya es mucho; cada párrafo es un laberinto 
del corazón de quien lo escribió.

Y si tienes los ojos bien abiertos
estoy segura de que un día, cualquiera
te encontrarás en un libro
y te verás tan bonita o tan triste
o tan melancólica en palabras de otro
que te echarás de menos cada segundo 
que no puedas leerte en otras letras.