martes, 11 de abril de 2017

Un mar que no conoce la calma.

Te vendes, 
como gota de agua libre
como líquido que purifica, 
religión que arrasa
fe que despedaza principios.

¿Nunca fuiste esclavo de los valores de otro?  Que tendrán los espacios limitados que nos hacen sentir tan libres. Que tendrán aquellos que nos hacen felices y luego se van. Las almas gemelas tienen que estar rotas, nada que esté entero puede encajar. 

Las flores querida, de amor o de muerte. Como todo en la vida. Porque amas y vives o simplemente mueres. Todo tú mundo reducido a dos opciones. Quebradiza y frágil la primera, tosca y pesada la segunda. 

Todo lo que queda en medio, solo es cielo y tú no sabes volar. Aunque píes con fuerza y tus vecinos abran sus ventanas de par en par para escuchar tu canto, y nadie sepa de tu pena porque no se nota la tristeza en el arte o quizás, porque todo en el arte es tristeza. 

El chico del cuarto te dibuja mirando hacia el suelo del patio de luces. ¿Ves? Miras con aire de suicidio y quedas tan bonita. Van a pagar por ti en cualquier galería mientras se te marchitan las flores que tienes en el alféizar de la ventana, porque las lágrimas no riegan, ni alimentan. No hay vida en tus ojos. Ni camino a través de tus costillas. Eres humo, que se cuela y se expande. 

He estado pensando que en realidad, solo está enfermo quien quiere curarse, los demás nos aceptamos. ¿Tú te curas o te aceptas? ¿Eres de medicamentos o te dejas llorar encima como si estuvieses meando toda la anestesia de una operación de tres dias? 

No hay latido en mi vientre pero le he puesto nombre, para sentirme un poco menos sola. No me mires con condescendencia, hay tanta belleza en el vacío infinito. En las líneas que se desdibujan y se pierden y dejan de crear formas exactas. Sácate los órganos vitales y colócalos de nuevo, que choquen entre sí y provoquen electricidad. Los míos se hablan, se riñen, se enfrentan, se mecen. 
Y todo por dentro estalla y yo dejo de sentirme parte de ningún lugar. 

Al fondo de tu caja torácica nada se paró el día que te marchaste. Había acabado la guerra y yo seguía escuchando disparos y me despertaba con dolor en el pecho. Si supieses que me dejé morir el día que te fuiste, y que no volví a escuchar la radio porque ya no entendía la música: todo dejó de vibrar. Allí donde llegaron nuestros planes, no conseguimos llegar nosotros, pero lo hice yo y nadie me esperaba. Si en tu destino no hay unos brazos abiertos de par en par, no es tu lugar. 

Y me fui de ti, como quien huye de algo que ansia que le persiga. Tal vez por eso lo hice despacio y aunque tú no me seguiste, yo te fui encontrando en todas las flores que entre el frío, se abrían valientes; en todas las bocas temerosas que sin embargo, besan y prometen; en toda la poesía, en todos los balcones, en todos los veleros. 

Mares en calma y ventanas de par en par con habitaciones llenas de olas. Te escribí a tantas direcciones y me leyeron tantos desconocidos. Hice mía la existencia de tu ausencia y me dejé mecer por el vacío, por la infinitud del recuerdo; llevé el luto con la resignación de un cristiano aceptando la penitencia de un Dios de carne y hueso, y de barro. Grotesco y resbaladizo. Y yo me creí alfarera de algo que no se dejaba dar forma. Y de pronto la lluvia. Y el barro derretido en mis manos y la ropa sucia. 

Hay versos que no encajan pero ellos no tienen la culpa, me decías. 
No hay nada más complicado de entender: hay versos que no encajan. Sin más. 

¿Por qué? No lo sé.  Pero chocan y chocan, hasta hacerse heridas que se queden de por vida, y luego se van. 

Y en tus ojos se atisba la pena de todos los animales abandonados. Dos agujeros negros que se martirizan con la pérdida. Que siguen sintiendo el miembro amputado. Dos ojos a los que les pesa la bandera de un lugar sin conquistar. 

Se extiende el humo del último cigarro por toda la habitación. Te dejaste siete paquetes y una nota: para la primera semana de ausencias. 

He subido la persiana por primera vez en estos siete días y la luz se ha resquebrajado como un hueso. Roto y dolorido que aún no quiere exponerse. 

Así que he contestado a tu nota de despedida y la he enviado a todas las direcciones que me recuerdan a ti:

A todas las catástrofes,
los puentes y las ruinas;
a los niños sin padres,
a los túneles sin salida,
a las muertes en vida. 
 
A los pájaros que no saben volar,
a quienes esperan y se rompen,
a todos los que dejaron que una parte de ellos se suicidara.
A ti, por bestia indómita; 
y a mí, por animal herido:

"Voy a necesitar muchos más cigarrillos.
Con amor, 
desde un mar 
que no conoce la calma.

Ni la ansía."
 
 
 
 

                         (Ilustración de María Casas. Facebook: Emecocos Art / Instagram: Emecocos.)
 

6 comentarios:

  1. Muy triste. Pero revelas esa tristeza y nos haces partícipe con tus palabras.
    Muy bonito.
    Un abrazo.

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    1. Muchísimas gracias María, nada me hace más feliz que haceros partícipe de aquello que escribo.

      Otro abrazo enorme.

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  2. Triste y se nota que te dejas el alma en ello. Un abrazo

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    1. Gracias María, quien sabe que otra persona se deja la piel en algo, es porque ella misma se la ha dejado muchas veces. Nos reconocemos los unos a los otros.

      Un abrazo muy muy grande.

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  3. "hay tanta belleza en el vacío infinito" Tus letras la relatan de una manera precisa, casi como si la estuvieras viviendo.

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    1. Me gusta muchísimo que quienes pasáis por aquí os sintáis parte de la historia, porque realmente lo sois. Miles y miles de gracias, y miles y miles de abrazos.

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