martes, 17 de marzo de 2015

Funeral.

A veces siento que eres uno de esos juegos de monedas
en los que toda excusa es buena para beber,
solo que en esta partida,
una parte de mi siempre muere
y como a todos los difuntos
se le dedica una esquela :
‘’No necesitas a nadie que no sea él’’.

Ni siquiera a mi misma.

Y organizar un funeral
donde todo el mundo llore
porque se les ha metido la velocidad del tiempo en los ojos,
y molestan las agujas cuando giran a la inversa,
como las motas de polvo que te recuerdan
lo sucia que tienes la esperanza
desde que nadie te pasa la escoba.

Cuento hasta tres y aguanto la respiración,
en silencio,
acompasando el miedo a que no vengas a revivir
lo poco que cada de mi.

Me escucho latir el corazón,
con la tranquilidad de quien ya no llega tarde
a ninguna parte,
y me hago una confesión:
sonaba mejor cuando estabas aquí.

¿Cuántas verdades me has gritado en silencio?
¿Cuántas mentiras has callado a voces?
Dime, ¿de quién es la culpa?
¿Del qué no habla con la suficiente claridad
o del que no quiere entender nada?

No es que me guste fingir que estoy bien,
es que he aprendido a llorar hacia dentro,
regando las ganas de ti,
los ‘’te echo de menos’’,
los abrazos y los anhelos,
y se me han cogido al pecho
como un mal resfriado.

Y ahora hasta mi tos me habla de ti.

Se me han cogido a la estructura
como las raíces de un sauce llorón,
y he empezado a agrietarme con tanta facilidad,
que siento miedo de todo lo que eres capaz.

Incluso cuando no estás.

Constrúyeme lento,
que te prometo que no me importa el tiempo,
solo quiero vivir en tus intentos de estar a mi lado,
de que salga bien una historia repetida
que no entiende de despedidas.

No me apetece vivir en el intento
de superar algo que quiero que me consuma lento.

No voy a hacer paradas en un nuevo puerto,
ni a buscar calor en otros incendios;
solo voy a pararme en el bar de tu bragueta
mientras te susurro que me he perdido
desde que no me encuentras,
desde que no me buscas ya entre tus metas.

Me siento como un boxeador sin fuerzas,
a punto de perder una batalla frente a tu desnudez,
que ya no se quita la ropa para mis ojos,
que ya no le habla con odio a nuestros kilómetros.

Recupero la conciencia,
y frente a mis pupilas,
cientos que lloran por todo lo que hemos abandonado,
 porque tienen que irse con tu partida,
y no quieren.

¿No hay suficiente amor para salvar una muerte?

Voy a quedarme aquí hasta que me beses,
a ver si consigo despertar de un mal sueño
que se me ha colado entre versos
y me pesa como las historias a medias.

Y cuando lo hagas,
voy a hacer de todo esto una fiesta,
con una falda que se vuele solo con tu aliento.

4 comentarios:

  1. Un poema profundo, al igual que los demás. Un funeral que parece que será eterno porque no se consumirá el duelo. Es muy bonito el poema, podría decirlo cien veces y no me cansaría je, je, je.

    En el comentario anterior dijo que la halagaba que este servidor le halaga que le dedicara tiempo a sus letras, pues déjeme decirle que yo soy el halagado por leerla.

    Que tenga un gran martes. ¡Saludos!

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    1. Me alegra muchísimo saber que te gusta... Si que hay funerales eternos Nahuel, pero porque ''no queremos enterrar al muerto''..Si lo hiciésemos, se acabarían demasiadas cosas a las que uno no quiere rechazar.

      Y tengo que corregirte, porque el halago siempre es mío.

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  2. Precioso, profundo, perfecto... solo puedo decir: ¡felicidades por esta magnífica obra!

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    1. Gracias Raimon! Que sería de unas letras sin los ojos de un lector... Nada! Gracias por darles vida leyéndolas.
      Mil saludos!

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