martes, 2 de junio de 2015

Bonita.

Era la chica bonita de mi cama, 
y la niña de los cientos de ojos 
que jugaban a desnudarla.

En otros sueños.
En otros cuerpos.

Todo el que conseguía una de sus miradas, 
se sentía el rey del mundo, 
pero ella nunca creyó en la monarquía.

Quizás por eso nunca dijo que quisiera ser princesa.

Tarareaba viejas canciones en francés 
cuando subía en el ascensor, 
y no había ni uno solo de sus vecinos 
que se resistiera a acompañarla hasta su puerta.

Los fines de semana salía 
subida en unos tacones de infarto 
mientras sonaba Platero y tú en sus caderas.

Era mucho de drogas, 
de extremos, 
de versos.

Pero no había forma de que probara el amor.

Solía decir que odiaba las cursilerías 
mientras te recitaba a Bécquer 
y su voz de tipa dura se iba desvaneciendo 
hasta quedarse dormida 
agotada de luchar contra sus infiernos.

Porque ella el cielo no lo conocía, 
pero todos la conocíamos a ella 
y a ese cielo que tenía por culo 
o por sonrisa.

Tenía la cómoda llena de invitaciones, 
de flores, de descaros, 
pero ninguna le despertaba las ganas 
de su vestido azul, 
ni de la lencería roja.

Me gustaría ser capaz de describírtela 
con más detalle, 
y te juro que serías capaz de enamorarte de ella 
en lengua de otros.

Tiene más tatuajes que piel 
y tantas historias, que, 
o le regalas media vida, 
o te mueres por (sin) conocer 
(ni) una sola parte de ella.

Y milagros, 
también tiene milagros, 
más que la Biblia: 
uno por cada vez que bosteza 
y siete por cada uno de los momentos 
en los que se contonea 
y te deja que la hagas el centro 
de tus sueños.

O de tus erecciones.
O de ambas cosas.

La puedes querer dos o tres veces al día 
por cada vez que se olvida de llamarte 
y recibes un mensaje:
‘’Nunca dije que fuera perfecta’’.

Y es en lo único que suele equivocarse.

Tiene el pelo ceniza, 
y cuando se ondea suave, 
te recuerda a los restos que quedan de ti 
después de que su huracán te alcance 
y no te de tiempo, siquiera, 
de agarrarte a sus caderas.

Aun no te has acabado la cerveza 
y ya estás pensando 
en como debe quedarle a tu descendencia 
su color de ojos, 
o cuantas veces necesita que la llames puta
para sentirse la protagonista 
de una de las canciones de extremoduro.

O para correrse.

Siempre que me empeñaba 
en encontrarle algún defecto, 
se giraba con un cigarrillo entre los dientes, 
y eso que no fumaba, 
pero le quedaban tan bien los vicios 
cerca de su boca, 
que a ver quien tenía cojones de contradecirla.

Era una obra de arte 
con una nariz llena de pecas, 
por la que cualquiera habría creído 
en el compromiso.

Y te lo digo yo, 
que después de su saliva, 
no hay una sola herida 
que cicatrice con tequila.

1 comentario:

  1. Ya había leído una de las estrofas del poema, pero me ha encantado conocer a una chica tan bonita; tanto que hasta me he puesto para hacer este comentario a Fito y sus Platero y tú. ¿Sabes en quién he pensado? En la protagonista (esto no lo sabe mucha gente) de " Veneno en la piel" de Radio Futura. Cristina Rosenvinge. Tan bonita (en su día) y tan irresistible. Pero seguro que has hecho el texto pensando en otra...

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