lunes, 3 de agosto de 2015

Volverás a mi suicida.

Arrastro una maleta sin ruedas que suena a un perro con rabia. Y ladra.
Despertando a todo el vecindario que duerme como si el mundo se fuese a arreglar si todos cerramos los ojos con fuerza y nos negamos a ser realidad.

La ropa se desdobla sola y se coloca en estanterías tan llenas de polvo que si mi madre las viese me diría que toca limpiar.
Pero yo soplo, soplo con fuerza hasta que la pena se instale en otro lugar; aunque nunca salga por la puerta.

Me dan alergia tus recuerdos. 
Otros no, pero los tuyos si. 
Y me lloran los ojos como si estuviese restregándome por el lagrimal un centenar de cebollas que lloriquean conmigo.

Debajo de la cama hay unas cuantas hormigas que recogen migas de pan tan duro como asumir el mismo final repetidas veces por mucho que tú solo te hayas ido una de ellas.

La escena se repite en mi memoria, alguien tiene el botón de rebobinar a tiro de pulgar, y en mi cabeza no deja de sonar el ruido de la cinta marcha atrás.

Tengo las ruedas de la maleta metidas en un cajón, junto a otras piezas incompletas. Mis pequeños desastres amontonados en partes sueltas.

Le hago el vacío al lado izquierdo del armario que guarda lo que dejaste por si te quedabas a dormir. Lo miro de reojo y le doy órdenes expresas a mis vestidos más sexys: nada de contoneos. Y mi fondo de armario me llama aguafiestas.

Se que no me convienes. Y que no te convengo. Y lo segundo es así porque lo primero es una verdad universal. En este y en todos los conjuntos de planetas que te de por imaginar.
Que no nos convenimos, y no me da pena. Me da náuseas y vomito uno a uno todos tus lunares, que me pican en la garganta.  Y todos tus destinos. Vomito tu lengua que la arranqué una noche cuando dormías y la use de bálsamo para las heridas.

Acabar sin empezar; uno de los dos siempre se queda al principio y otro no se mueve del final.

Voy a beberme toda la autocompasión de un solo trago, y a llamar a mi casero para decirle que hay un incendio en casa y lo primero que se ha quemado, he sido yo.
Que cuando venga a rescindir el contrato se va a encontrar con mi fantasma. En el cuarto cajón de la mesita de noche tiene un sobre con dinero que cubre las quinientas noches que necesito hasta volver a resucitar.

En el frigorífico solo hay cervezas que se ponen ciegas con mirarme y un tarro de mermelada de fresa en la que a veces hundo los dedos y me los lamo. Es lo más parecido al amor que conozco últimamente.

He aprendido una oración de memoria con la que conciliarte las pesadillas.
Una oración con la que desvelarte.
O velarte por mucho que el cadáver sea mío y tú no vengas al entierro ni les digas a las chicas de tu ciudad que estás de luto.

Me encontraré con alguna de ellas en otra vida pero siempre en tu portal, y me contarán que te sabían los labios a mis versos y que escondías entre los dientes veinte poemas de amor mientras la única canción desesperada sonaba en tu radio.

Que te volvías loco a las tres de la madrugada y salías a recoger la ropa porque te lloraban los ojos. Que recogías todos mis vestidos y los colgabas en el lado derecho del armario y les pedías por favor que se contonearan, mientras ellos te miraban ausentes.

Somos tan diferentes que vete tú a saber si nos parecemos, que quizás somos tan iguales que necesitamos fingir que somos diferentes y tener así una excusa para justificar todos nuestros errores.
Porque de no ser así, tendríamos que tener el valor suficiente para asumir que nada de esto tiene sentido.

Me huele el pelo a tu hoguera aunque ya no solamos quemarnos. Me huele a un San Juan que se incendia todas las noches en tu cama, por mucho que yo no sea tu deseo.

Volverás a mi portal cuando me veas caminar por tu calle, mis rodillas son siempre tu toque de queda.

Volverás suicida a mi puente, a mis raíles. 
Volverás con mi bala en la sien.

Me dirás que yo también. 
Que yo también me fui. 
Que yo también te odié. 
Que yo también otras camas.

Y yo responderé siempre: que tú antes y que tú más.

Que no soy más que la consecuencia directa de todas tus malas decisiones. 

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Ayyy Edgar yo tampoco jajajajaja es que soy un desastre para eso, voy a ver que puedo hacer!

      Eliminar