lunes, 6 de julio de 2015

Hablemos de ella.

¿Piensas en ella?

Si, claro, todos los días, 
casi todo el tiempo. 
Solo que a veces mi cabeza 
sabe que la estoy pensando 
y otras imagino que disimula. 

¿Y qué recuerdas de ella?

Supongo que todo. 
Pero igual lo que más recuerdo son sus pecas. 
Cierro los ojos y la veo frente a mi, 
arrugando la nariz por el sol, 
mientras sus pecas se amontonaban 
unas encima de otras, 
como queriendo cambiar de lugar. 

La forma en la que se enredaba el cabello 
entre los dedos mientras me miraba 
y me preguntaba si la quería. 
Y cuando respondía, 
siempre me decía que no me creía, 
y se reía. 

Recuerdo sus piernas en minifalda 
y sus tobillos dentro de unos buenos tacones, 
y su culo. 
Como la miraban, ya sabes, 
como si fuese un trofeo de estantería, 
y yo siempre pensaba lo mismo: 
si supieseis lo de sus fantasmas, 
se os caerían los cojones. 
Y así era; 
porque no se si es más guapa que complicada 
o a la inversa. 

Siempre intentó quererme. 
Quizás hasta por encima de lo evidente. 
Se inventó situaciones y lugares, 
y conquistó promesas que no existían. 
Nos alejó de la realidad. 

Y fue bien, 
durante un tiempo fue bien. 
Pero es muy fácil mentir 
si lo que temes oír es la verdad. 

Así que mentí. 
Mentí sobre el tiempo, 
sobre nuestros planes, 
sobre el futuro. 
Mentí y mentí.

Recuerdo también como sabía calentarme las ganas; 
sus manos en mi bragueta 
y las bragas por las rodillas. 
Si supieses como me miraba. 

Aun cierro los ojos y la veo. 
Las piernas abiertas, 
el escote infinito. 
Los lunares, las cicatrices.

Nos destruyó el amor. 

A veces también me vienen a la cabeza 
sus manos en la taza del desayuno, 
y sus pies fríos buscando los míos debajo de la mesa. 

‘’Hoy estás más guapo que nunca’’. 
‘’Hoy te quiero más que nunca’’. 
‘’Hoy follaremos más que nunca’’.

Y de la forma más sencilla, 
todos los días eran algo nuevo. 

Se pintaba los labios 
y sin apartar sus ojos inquietos de mi, 
se pasaba los dedos, 
restregando todo el carmín. 

Le gustaba que le arrancara la ropa 
y que la llamara zorra justo antes de correrse. 

Luego me besaba. 
Me rodeaba con sus piernas 
y me pedía que paseara mis manos por su tripa. 
Decía que le dolía si pensaba en que igual un día ya no.

Ya no nada.

La tuve siendo tan mía, 
que aun siendo de otro, 
que aun en otra vida, 
puedo sentirla conmigo. 

¿Y entonces, por qué no vuelves? 

Porque me he ido tantas veces, 
que uno olvida como volver, 
o igual más bien, intenta olvidarse de como volver. 

La he visto destruirse. 
Y hasta así es tan guapa. 

Le prometí que no regresaría, 
no se si lo hice por ella o por mi, 
quizás por los dos. 
Por eso no puedo volver. 

Porque hay personas a las que no debemos regresar 
si un día las dejamos ir. 

2 comentarios:

  1. Con un recuerdo tan marcado de alguien es muy difícil olvidarlo. A veces están de pasada y cuando se marchan es mejor no seguirlas o intentar buscarlas. Como bien dices: "Porque hay personas a las que no debemos regresar si un día las dejamos ir." Duele esto pero la vida y nosotros mismos nos damos cuenta de ello. Aparecieron en ese instante porque debían aparecer y no en otro momento. Puede que para dejarnos o quitarnos algo, aunque siempre quedará algo de ellos en algún recoveco de la mente.

    Lindo texto, Amparo. ¡Saludos!

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    1. Pienso exactamente igual que tú, a veces no es solo la persona en sí, si no las circunstancias que te rodean a ti y las que la rodean a ella, todo se une para hacer que ames o que recuerdes estrepitosamente.
      Igual en otro momento no habría ni empezado o igual habría durado para siempre, vete tú a saber.
      Son situaciones complicadas de entender, pero cuanto antes se haga, antes quedas libre de sus cadenas, que no de los recuerdos, porque estos perduran, pero pueden hacerlo sin partirte el alma en dos y eso es mucho mejor.

      Gracias por tu tiempo y tus palabras Nahuel.

      Un saludo enorme!

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