miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cuaderno para cuando vuelvas.

Día 1.
Noviembre decidió 
que el cielo más hermoso 
de todas sus mañanas, 
tenía que amanecer en ti. 
Y ahora todo el calendario 
envidia a un mes que, 
antes de ti, 
pasaba desapercibido, 
como la niña con gafas 
de la última fila de clase.

Día 2.
Los sábados todos los locales 
están repletos de infinitas opciones, 
pero no hay un solo día de la semana 
que elija otro culo 
con el que compartir el domingo. 
Los lunes hueles a rutina. 
Los martes despiertas con toda la vida 
(la mía) 
atrapada en las pestañas. 
Los miércoles sabes a mandarinas. 
Los jueves se te cuelan las ganas en mis bragas 
y siempre llegamos tarde al trabajo. 
Los viernes te deseo tanto a mi lado, 
que paso el día atrapada en tus caderas. 
Y los sábados te elijo cien veces 
por cada domingo.

Día 3.
No quiero que todos los caminos 
lleven a Roma. 
Quiero que seas Roma 
y vengas a buscarme 
para recorrer todos los caminos. 
No quiero que todos los caminos 
lleven a Roma. 
Quiero a Roma en propiedad.

Día 4.
De todo lo que he hecho en la vida, 
de todo lo que he conseguido y logrado, 
de todos los recuerdos que contaré 
cuando las arrugas sean evidentes, 
el mejor de todos, 
sin duda, 
fue enamorarme de ti. 
Como se enamora un suicida 
de todas las alturas. 
Del mismo modo que se enamora un preso 
de su libertad condicional.

Día 5.
Un desliz con tus ojos, 
un error con tu perfume, 
un tropiezo con tu boca, 
un fallo con tus rodillas, 
una equivocación con tus formas, 
un defecto con tus modales. 
Y te juro que me paso la vida entera 
orgullosa de no hacer lo correcto.

Día 6.
A todas partes contigo. 
A todas las partes de ti.

Día 7.
Eres el botón que me abrocha a la vida 
cuando nada huele a poesía. 
Eres la mano artista 
cuando todo el mundo olvida 
que el verdadero arte 
no se encuentra en los museos. 
Y que no hay mejor música 
que un beso. 
De los que no se olvidan 
por más que pasen los años, 
por más que pasen las bocas. 
Eres cuando yo no soy.

Día 8.
A ti, 
en todas tus versiones, 
en todos tus enfados, 
en tus eternas contradicciones. 
A ti, 
en cada uno de los orgasmos, 
en todos tus planes, 
en tus malas decisiones. 
A ti, 
en tu increíble paciencia, 
en toda tu valentía, 
en el sonido de tu risa. 
A ti, 
desnudo. 
A ti, 
mío. 
A ti, 
porque te encuentro en todo lo que soy 
y a mi, 
porque nadie va a conversar mejor tu recuerdo.

Día 9.
El tiempo no cura nada 
cuando tu locura 
se lleva tan bien con todos los relojes.

Día 10.
Te he dejado en el hueco del sofá una nota: 
‘’no quiero sobrevivirte’’
Para que sepas que me apetece morirte 
por cada una de las vidas ajenas 
que no saben a nada. 
Que no tengas piedad esta noche 
y dejes que tus balas me alcancen los órganos vitales 
y se apoderen de todo aquello 
que he puesto en subasta 
para un único comprador: tú.

Día 11.
Te escribo por todas las veces 
que me muero por hacerte el amor, 
pero no hay forma de despistar a los kilómetros.

Día 12.
Y puede ser cierto eso de que 
‘’si una puerta se cierra, se abre una ventana’’
pero eso no cambia que te siga viendo si me asomo.

Día 13.
Eres la prueba de que la vida no es suficiente, 
ni en versos de Bukowski, 
ni en el romanticismo de Bécquer. 
Eres la prueba de que la vida no es suficiente, 
ni en cuadros de Monet, 
ni en melodías de Mozart. 
Y nada será suficiente 
desde que decidiste ser demasiado.

Día 14.
He dejado de asomarme a la ventana 
porque dicen las malas lenguas 
que caminas de otra mano 
y apartas otro pelo. 
Que coges a otra cintura 
y te corres por otras rodillas. 
Y no soporto que otra anatomía 
te borre a lametones mi recuerdo.

Día 15.
Todos los relojes van marcha atrás. 
He revivido tu despedida 
y me ha dolido dos veces, 
la primera porque te quiero, 
la segunda porque aun sabiéndolo, 
no he podido evitarlo. 
Todos los relojes van marcha atrás. 
Y he vuelto a sentir un beso.

Día 16.
Hace siete vidas 
que nuestros gatos interiores 
se dan la espalda 
y nos hemos repartido, 
a partes iguales, 
todos los tejados de la ciudad 
para no volvernos a encontrar.

Día 17.
Me miras desde fuera de la jaula, 
pero nunca me abres la puerta. 
Se me atrofian las alas 
y se me apaga el canto. 
Y tú sigues pensando que tienes una reliquia.

Día 18.
He guardado poesías en una mochila 
para mi exilio sentimental.

Día 19.
Nunca me has pedido que me quede. 
Y yo lo sigo haciendo. 
Los tobillos no funcionan en otra dirección. 
Me haces el amor siempre 
como si fuese la última vez, 
por miedo a que un día te pregunte 
si quieres que me quede, 
y no sepa interpretar tu silencio.

Día 20.
Mírame con prisas 
porque me se lo de tus pausas. 
Bébeme de un trago. 
Cómeme a puñados. 
Miénteme tan bien, 
que ni siquiera cuando me de cuenta 
de que no decías la verdad, 
pueda recriminarte lo de tus mentiras. 
Ábreme en canal 
y riégame semanalmente. 
Quiero que todo en mi, 
sea obra tuya.

Día 21.
Hoy te he imaginado contando otros lunares, 
y han empezado a darme náuseas todas las pieles.

Día 22.
Ya se lo de tu lista de cadáveres. 
Lo de tu alma de destrucción masiva. 
Lo de tu superpoder reviviendo 
a golpe de orgasmo 
a cualquier cuerpo sin vida. 
Tus planes de fuga. 
Tus conspiraciones. 
La forma de la que tus vaqueros 
sabotean cualquier relación estable. 
Se que hueles a vainilla. 
Y que huyes de las chicas que leen, 
que detestas a todas las que escriben. 
Hoy me he presentado: odio los números. 
Y bueno, 
quizás en otra vida.

Día 23.
Veinte peces me miran desde el cristal. 
Se mueven suaves, sigilosos. 
Me recuerdan a ti 
cada vez que ocultas tu último error 
de falda corta.

Día 24.
Puede que me sienta algo mejor. 
No se nada de ti 
y he recuperado el contacto conmigo misma. 
He recordado lo que me gustaba. 
Y he parado justo cuando estaba llegando a mis prioridades 
por si me topaba contigo.

Día 25.
No es que sea fácil no pensarte. 
Es que lo haga sin darme cuenta 
y cuando me doy cuenta, 
que importancia tiene ya un ratito más.

Día 26.
No me haces de hogar. 
Ya no eres a salvo. 
Ni refugio. 
Ni trinchera. 
Ya no eres casa. 
Y me siento una apátrida.

Día 27.
He conseguido dormir toda la noche entera. 
Te echo de menos pero puedo dormir. 
Te he pasado ahora la responsabilidad del insomnio. 
La consecuencia de que tus ojeras te hablen de mi. 
Devuélvemela en unos días, 
cuando haya descansado.

Día 28.
Me he aprendido cientos de rutas alternativas 
para los puntos de siempre. 
Ahora el camino ya nunca me recuerda a ti, 
el problema, 
el gran problema, 
es que el destino siempre lleva tus lunares.

Día 29.
¿Para qué lado de la cama solías dormir? 
¿Desayunabas café con leche o zumo de naranja? 
¿Sudadera o jersey? 
¿Neruda o Cortázar? 
Marco tu número 
y descuelgo el teléfono, 
tu voz: 
‘’no deberías volver 
cuando estás a punto de olvidarme’’. 
Y cuelgo.

En el izquierdo.
Café con leche.
Sudadera.
Neruda.

Menos mal.



9 comentarios:

  1. Un mes intenso, diría yo. Je, je, je, je. Me encantó esa forma de expresar lo que se siente día a día en pocas palabras. Amor y desamor; olvido y recuerdo. Un mes y pasó por todo esto y más. Excelente; puede que ésta sea una de tus mejores joyas.

    Que tengas un buen fin de semana. ¡Saludos!

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    1. Muchísimas gracias Nahuel! Es genial que sea uno de los que más te gusten, traté de darle un enfoque un poco distinto y jugar con las formas.

      Un abrazo!

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  2. Es un verdadero placer saber que te gustaron.
    Un abrazo!

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  3. Me encanta, estoy enganchada a tus poemas. Tendré que empezar a pasar más por aquí.
    Abrazos

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  4. Muchísimas gracias Carlota, es un regalo saber que te gustan, si quisieras pasar a menudo por aquí, sería más que maravilloso!

    Un abrazo.

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  5. ¡¡Precioso!! Qué difícil de olvidar es un amor intenso...

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    1. Que razón tienes... yo suelo creer que después de un amor de este tipo, hay algo que cambio dentro de nosotros para siempre.

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    2. ¡Sin duda! Y qué difícil es hacerse al nuevo yo sin una pieza del puzzle. Pero, oye, ojalá la vida nos trajera muchos de estos intensos ;)
      Un saludo!

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    3. Anda que no, quien no ha querido a alguien de ese modo, igual se evitó caídas y golpes, y noches en vela, pero seguramente, tampoco experimentó esa sensación de que todo cobra sentido.

      Un abrazo!

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