A los dos lados de la misma parte.
Del mismo lugar
que parece tan distinto
pero huele igual.
En una cama con sábanas tan blancas,
que se confunden con tu
piel.
Solo se te ven los lunares,
llenos de magia de otras bocas
que te cantan nanas
con las que dormirte mi recuerdo.
Pero dentro de ti
siempre hay una chica con trenzas,
vestida
de azul,
a la que le tiemblan las rodillas
cuando aun te permites leer
algo de
poesía.
En voz alta,
que sepan los vecinos
que del amor al odio
hay
un paso tan pequeño,
que no hace falta
ni moverse del sitio.
El mismo lugar
que se vuelve desconocido
y que,
sin embargo,
que bien te conoce a ti
este cielo.
Que te ha visto jurarme sin pestañear,
por si al volver a
abrir los ojos,
me desintegraba a la mínima de tus dudas.
Que nunca han sido pocas.
Cuatro años llenos de dudas
y de lencería en tantos cuerpos,
menos en el mío.
Porque yo nunca me visto de regalo
para alguien que no me
desea
en ninguna vela de las que ha soplado.
¿Entiendes ahora porque he odiado
todos tus cumpleaños?
Los labios siempre llenos de miel
mientras cientos de abejas
se dan contra una ventana
que está cerrada para no escuchar
a una ciudad con
insomnio.
A los dos lados
de la misma parte de esta habitación,
y
entre medias,
un océano.
Las golondrinas de Bécquer
no sabían cantar
y se alejaban de
todos los balcones
en los que dormían dos gatos enemistados
a lo largo de sus
siete vidas.
''¿Has pecado?''
Me preguntabas siempre que te confesaba
que te
quería un poco menos
en todos los rincones de esta casa.
‘’Cada vez que respiro’’.
Y después vomito
hasta que me duele el estómago
y te siento
fuera de mi.
Arrancado de donde has estado siempre
para estar ahora en
cualquier otro lugar
que no debería interesarme
pero me interesa.
Una pena.
''Y tú, ¿has pecado?''
‘’Cada vez que dejo de quererte’’.
Y la niña que tienes dentro
llora desconsoladamente.
llora desconsoladamente.
Le tocas el pelo
y le confiesas que después
siempre me pides
perdón.
Y regresas,
pero no vuelves.
A los dos lados de este nosotros
ya no estamos ni tú ni yo.
A los dos lados del mismo lugar
donde siempre hemos
intentado ser felices
ya no queda ninguno de los dos.
A los dos lados de ninguna parte,
en ninguna parte de los dos.
Es un poema precioso, con ese tinte melancólico en justa medida.
ResponderEliminarMil besitos.
Muchísimas gracias Auroratris, la melancolía siempre trae palabras llenas de "no sé qué magia" ¿verdad? Y para mí es un verdadero regalo que pases por aquí y busques algo de tiempo para leerme y escribirme.
EliminarUn abrazo inmenso.