jueves, 21 de abril de 2016

A los dos lados de ninguna parte.

A los dos lados de la misma parte.

Del mismo lugar 
que parece tan distinto 
pero huele igual.

En una cama con sábanas tan blancas, 
que se confunden con tu piel.

Solo se te ven los lunares, 
llenos de magia de otras bocas 
que te cantan nanas 
con las que dormirte mi recuerdo.

Pero dentro de ti 
siempre hay una chica con trenzas, 
vestida de azul, 
a la que le tiemblan las rodillas 
cuando aun te permites leer 
algo de poesía.

En voz alta, 
que sepan los vecinos 
que del amor al odio 
hay un paso tan pequeño, 
que no hace falta 
ni moverse del sitio.

El mismo lugar 
que se vuelve desconocido 
y que, 
sin embargo, 
que bien te conoce a ti 
este cielo.

Que te ha visto jurarme sin pestañear, 
por si al volver a abrir los ojos, 
me desintegraba a la mínima de tus dudas.

Que nunca han sido pocas.

Cuatro años llenos de dudas 
y de lencería en tantos cuerpos, 
menos en el mío.

Porque yo nunca me visto de regalo 
para alguien que no me desea 
en ninguna vela de las que ha soplado.

¿Entiendes ahora porque he odiado 
todos tus cumpleaños?

Los labios siempre llenos de miel 
mientras cientos de abejas 
se dan contra una ventana 
que está cerrada para no escuchar 
a una ciudad con insomnio.

A los dos lados 
de la misma parte de esta habitación, 
y entre medias, 
un océano.

Las golondrinas de Bécquer 
no sabían cantar 
y se alejaban de todos los balcones 
en los que dormían dos gatos enemistados 
a lo largo de sus siete vidas.

''¿Has pecado?''
Me preguntabas siempre que te confesaba 
que te quería un poco menos 
en todos los rincones de esta casa.

‘’Cada vez que respiro’’.

Y después vomito 
hasta que me duele el estómago 
y te siento fuera de mi.

Arrancado de donde has estado siempre 
para estar ahora en cualquier otro lugar 
que no debería interesarme 
pero me interesa.

Una pena.

''Y tú, ¿has pecado?''

‘’Cada vez que dejo de quererte’’.
Y la niña que tienes dentro
llora desconsoladamente.

Le tocas el pelo 
y le confiesas que después 
siempre me pides perdón.

Y regresas, 
pero no vuelves.

A los dos lados de este nosotros 
ya no estamos ni tú ni yo.

A los dos lados del mismo lugar 
donde siempre hemos intentado ser felices 
ya no queda ninguno de los dos.

A los dos lados de ninguna parte,
en ninguna parte de los dos.





2 comentarios:

  1. Es un poema precioso, con ese tinte melancólico en justa medida.

    Mil besitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias Auroratris, la melancolía siempre trae palabras llenas de "no sé qué magia" ¿verdad? Y para mí es un verdadero regalo que pases por aquí y busques algo de tiempo para leerme y escribirme.

      Un abrazo inmenso.

      Eliminar