viernes, 29 de agosto de 2014

Como se encierra la magia.

Voy a hablarte de él casi en silencio, 
que la poesía no escuche nada de su nombre, 
para evitar los celos que siente 
cuando ni uno solo de sus mejores versos 
alcanza la misma altura de su vuelo. 

Y todo sin levantar los pies del suelo.

Viste las formas de un macarra, 
de los que buscan faldas; 
de aquellos que beben sin el control de su hígado 
y viajan a camas improvisadas 
cuando se encienden las luces de los locales 
y el amanecer nos obliga a continuar la fiesta en otra parte.

En otras piernas.

Lleva marcada su vida en la piel, 
y créeme, si le vieras, 
ninguna historia es mejor que la de su pecho o su espalda, 
que la del número de su brazo 
o el nombre que esconde al comienzo de su pantalón.

En las manos guarda malas formas, 
poca educación y escasos modales, 
y en su bragueta, 
las ganas incontrolables de ser animales.

Pero no siempre mantiene la máscara, 
a veces te mira con los ojos llenos de esperanzas, 
como si fuese tu desnudez 
el motivo de todas sus guerras, 
y por un segundo te sientes trinchera 
y le invitas a dormir 
con la ingenuidad de quien nunca ha probado 
una droga de diseño 
y no conoce los efectos secundarios de una adicción.

Y joder, 
una vez que se queda contigo 
después del polvo y el orgasmo, 
cuando todo lo gritado entre gemidos 
ya no es más que eco, 
puedes ver en el balcón de su sonrisa 
el firmamento, 
con todas las estrellas 
encendiéndose en sus dientes, 
para dejar la marca perfecta de su visita en tu piel.

Como quien no necesita permiso de tu vida 
para quedarse en ella, 
como si viajara por tus días 
con la seguridad de un nacional en su tierra querida.

Tendrías que verle mirarte 
y fingir que no lo haces, 
solo para que no aparte sus ojos 
de los vértices de tu cuerpo 
y pudieses sentirte, por un instante, 
la mejor de sus conquistas, 
la reina de los mares que guarda en su saliva.

Dime si alguna vez te has sentido propiedad de alguien, 
si el corazón, los pulmones y el temblor de tus rodillas 
han decidido abandonarte para irse a orillas de otra cama 
y declararse prófugas 
de todo lo que no tiene que ver con sus lunares.

Deberías sentir por un instante 
como el mundo se va de viaje detrás de sus pasos
y como el sol le cabe en los zapatos; 
como conquista a la luna con pocas palabras 
y la convence para que se vaya a vivir a su ventana.

Y luego te convence a ti 
de que no hay luna más bonita 
que la que se ve desde su habitación.

Y le crees, 
porque cuando sus ojos se adentran en tus dudas 
y las enamoran, 
has perdido la partida 
por muchos ases en la manga que guardaras.

Tengo a todas las faldas 
esperando el tacto de sus dedos 
para tener un motivo por el que elevarse.

Ahora solo están guardadas, 
aburridas y planchadas, 
con la poca gracia de cualquier prenda 
que aun no sabe del poder de tu existencia.

A veces, 
cuando me confiesa que no hay nadie más que yo, 
siento como se me recolocan las esperanzas, 
las ganas de una vida compartida; 
las ansias de bajar las persianas 
con la misma prisa que la bragueta.


En serio que deberías de conocerle, 
y entenderías como se encierra la magia. 

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