jueves, 28 de agosto de 2014

Historias para no dormir.

Algunas ojeras hablan de sueños 
que caminan descalzos por el salón de casa 
cuando bajamos las persianas 
que suponen nuestros párpados.

Les pregunto por ti a las del ojo izquierdo, 
por si están más conectadas con el corazón
y me hablan de los pasos que hay hasta tu cama
y de lo guapo que sueles estar cuando descansas 
de todas esas veces que no ha salido como esperabas.  

Cuantos insomnios tienen que llevar tu nombre 
para que me dediques alguno de tus sueños
y me dejes desnudarme con la placidez de quien duerme,
alejado de los amaneceres en compañía.

Deja de alimentarme los monstruos 
y de buscar amigos en los rincones de mis derrotas, 
tengo sobrecarga emocional.

Hay veces que por más que paseemos por un cuerpo, 
nunca nos sentimos en casa, 
nos encontramos siendo turistas en otra tierra 
que no tiene un solo local al que poder ir de tu mano, 
una sola falda que no hayas puesto en paralelo a tus deseos 
y hayas jugado con sus pliegues, 
que guardaban de todo menos compromiso.

Tengo la absurda tarea de ignorar 
el efecto de tus manos por mis grietas, 
como si olvidar fuese la meta de todas las borracheras, 
con un horario de visitas restringido 
y mis bragas en libertad condicional.

Con toda la boca llena de balas 
y cientos de besos que mueren en el paladar.

Abro el armario todas las mañanas 
y me visto con los restos que quedan de ti, 
con las decisiones mal tomadas 
apiladas en el cajón de los calcetines, 
y un cartel enorme sobre el cabecero de la cama: 
‘’se reserva el derecho de admisión’’.

Y tus promesas, que desfilan sin prisas por mis letras, 
y se mantienen en silencio, 
con la boca cerrada de quien no tiene confesiones 
y se duerme entre hojas en blanco 
llenas de declaraciones vacías, 
de poemas que bailan sin la gracia 
de las golondrinas de Bécquer.

No hay revoluciones en el parlamento de tus piernas, 
ni opiniones políticas contrarias al efecto de tus ojos 
cuando recorren aprisa la utopía de nuestro futuro, 
que se viste de luto para asistir al funeral 
de todo lo que no hemos podido ser.

Los dioses se han marchado 
de las constelaciones de tus lunares, 
y deambulan buscando otro cielo 
por el que descansar nuestros miedos, 
que llevan zapatos de tacón 
y viven en un constante sábado noche.

No hay plegarias ni oraciones 
descansando en el horizonte de tus dientes, 
y la sala de espera de tus proyectos
busca el color de mis ojos 
para cobijarse de las ruinas de tus huidas.

Las guerras sentimentales pierden el sentido 
cuando lo has perdido todo, 
o cuando todo lo que puedes ganar, 
nunca ha sido tuyo, 
lo defiendes con la ajenidad de quien besó durante años 
una boca robada al destino, 
con las prisas de ser descubierto. 

Somos el baile cuando se apagan las luces 
y se bajan las cremalleras de los cientos de vestidos 
que te hacen de distracción, de talón de Aquiles.

Se guardan los escenarios
y la partitura pasa a estar compuesta 
de momentos a medias, de trajes sin lunares
y tobillos sin arte. 
De cuerpos de sirena 
con el oleaje a demasiados kilómetros.

Pueda que ni siquiera todo esto 
nos haga de música o de magia, 
pero es cuanto tengo para contarte.

Si no hay vida en la esperanza del suicida, 
ni verano descansando en tus manos frías, 
si no hay padre para aquel que vive en un orfanato, 
ni verdad absoluta para quien guarda mentiras 
en la punta de la lengua;
si no hay botones que se te resistan, 
ni corazones que latan por otra conquista, 
entonces dime que esto es un derrota 
pero que has disfrutado del partido
y que no has tenido mejor animadora.

Dime cuanto te ha distraído mi pelo rubio
y mi culo ascendiendo por la escalera de tu cuerpo, 
dime que durante un tiempo que ha durado toda la vida, 
no sabías a donde ibas pero me querías de destino.

Que era mi falda la que te llevaba a las nubes
por mucho que hayas conocido otros cielos.

Me he roto frente a ti, 
con la elegancia de unos sueños de cristal 
y la rabia de perder algo que nunca se ha poseído; 
te he buscado en tus naufragios 
y he dado la vuelta en ochenta días 
a todo aquello que tenía la esperanza de que fueses, 
y me he perdido.

Me he perdido mientras te buscaba
y ahora tengo dos opciones:
seguir este camino de ausencias, 
sin mapa y sin destino, 
al otro lado de ti;
o darme la vuelta y regresar 
fingiendo que todo esto 
no es más que una historia mal contada 
de esas que no te dejan dormir.

2 comentarios:

  1. "No hay plegarias ni oraciones
    descansando en el horizonte de tus dientes,
    y la sala de espera de tus proyectos
    busca el color de mis ojos
    para cobijarse de las ruinas de tus huidas.

    Las guerras sentimentales pierden el sentido
    cuando lo has perdido todo,
    o cuando todo lo que puedes ganar,
    nunca ha sido tuyo,
    lo defiendes con la ajenidad de quien besó durante años
    una boca robada al destino,
    con las prisas de ser descubierto."

    Me ha gutado toda y me ha dejado un cierto sabor de recuerdos estos versos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sabes cómo me alegra A. Elisa, que de alguna forma te hayas sentido identificada.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar