jueves, 5 de junio de 2014

Escribir de madrugada.

Lo más peligroso que puedes hacer de madrugada, es escribir.

Todos pensamos que podemos sobrevivir a la noche
al peso de cientos de escenas teatrales 
que se repiten en nuestra cabeza sin fecha ni origen.

A un público que no aplaude
que se muestra serio y crítico.

A las muecas de todos los que encima del escenario
protagonizan contigo un arsenal de recuerdos.

Pero sobrevivir a una noche con letras
no es tarea fácil.
Como ponerte delante del whisky 
un día con demasiadas preocupaciones y asumir
antes de la primera copa
que la partida está perdida.

Pero allí estás.
Delante de un folio en blanco que te mira 
con la misma dureza que el paso del tiempo desde el espejo 
o desde las velas de las tartas de cumpleaños
reflejándose en tus ojos 
y perdiéndose en todas las ideas que brillan al fondo de tu pupila.

Estás tan sola como el firmamento cuando la luna 
decide follarte a ti y pasar del protocolo.
Y se mete en tu cama, callada, encajando contigo 
en la postura de la cuchara.

La verdad es que en noches como esta 
y las mil anteriores
se hace jodido escribir todas las originales formas 
que hemos tenido de perdernos.

Siempre has sido de los que te besan antes de decirte su nombre. 
De aquellos que se hacen una bandera con tus bragas 
y se adueñan de la orilla que se abre entre tus piernas.
Un Jack Sparrow en potencia.

Sin dirección ni buzón de sugerencias
sin libro de reclamaciones. 
Tan difícil de encontrar como fácil de perder o de follar.

Si hubiésemos contabilizado los polvos en lugar de los meses
podríamos haber hablado de relación.

La putada de la fugacidad es creerte que no existe. 
Confundir la ‘’E’’ de efímero, con la ‘’E’’ de eterno
y perderte entre significados que juegan a correr más que tú. 
Y ni dopándote llegas a tiempo de recolocar palabras, gemidos o planes. 
Te descuelgas entre relojes que giran a la inversa 
y vuelves a estar sola entre poemas de Bukowski.

Ya ves, que lo peor que puedes hacer 
es escribir de madrugada 
y ponérselo en bandeja a las preguntas suicidas
y a ti, que siempre has tenido fácil 
el acceso a mi cama y a mi falda
y por si eso fuera poco
ahora te crees en el derecho de colarte entre mis letras.

Y yo, que te sigo dando paso
segura de que si no escribo acerca de ti 
¿sobre qué iba a escribir?.


2 comentarios:

  1. Uf, sí he escrito por la madrugada. No porque quiera, sino porque las horas se pasan volando. Je, je, je. Y es que es en ese momento donde la dama soledad ya no es un estorbo sino una buena compañía aunque parece muda. Sin embargo, no sé si soy el adecuado para hablar de eso porque vivo con la soledad todos los días y su presencia no me incomoda ni molesta. Es preferible la soledad absoluta a que sentir solo mientras estás acompañado.

    Aunque la madrugada sea peligroso para escribir quizá sea el momento en donde lo malo y lo bueno de uno reluce, por desgracia o por suerte la soledad es el único testigo.

    Creo que es impresión mía, pero esto lo has escrito en la madrugada, ¿no? Je, je, je. Perdón por la humorada si te he ofendido.

    ¡Saludos!

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    1. Todo buen escritor hace buenas migas con las ''horas muertas'', con la soledad, con los recuerdos, con los anhelos, y con esas historias a medias a las que le suenan las cadenas cuando todo queda en silencio.
      Como bien dices, es mucho mejor la soledad cuando estás solo, que la soledad cuando estás acompañado, porque es como extraerle su esencia vital a lo que deberíamos entender y experimentar como soledad.
      Y si! Jajajaja lo escribí de madrugada, como casi todo jajaja
      Mil saludos!

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