jueves, 10 de julio de 2014

A las musas.

Hoy he despertado 
con el sabor amargo de las musas en el paladar.
Huían de mi las palabras
y mis dedos me resultaban torpes 
frente a la carrera de obstáculos 
que siempre supone un folio en blanco.

He decidido dejar de pensar en tu culo 
para poder concentrarme en otra cosa, 
que todas las letras que hablan de nosotros
me saben a café ácido.

Y no encuentro el maldito azúcar 
que proporcionan los puntos y finales 
cuando se hacen necesarios.

Te niego hoy en todos mis textos, 
arrugándolos hasta poder esparcirlos por tu cama 
y que ni uno solo de tus sueños eróticos 
te permita ahora dormir tranquilo.

He cosido a mi inspiración piedras en los tobillos
para que deje de darme vueltas por la cabeza 
desordenando todo lo que cuidadosamente 
he apilado en el ático de mis recuerdos.

No quiero volver a leerme
aunque eso suponga olvidarme de que existes.

Las palabras solo me resultan campos de espinas 
que se me clavan en la piel 
antojándoseme la punta afilada de un lápiz.
Como si toda yo fuese un lienzo 
por el que pasean las letras de unas líneas 
que me hacen vomitar tus promesas.

Podéis hacer las maletas
que me he cansado de ser la marioneta 
de vuestra métrica.

Y aunque sea a golpe de indiferencia
voy a deshacerme de las últimas vocales 
que me cuelgan de la yema de los dedos
y a tapar todas las ventanas 
que os permiten asomaros a mi interior.

Vamos a poner tierra de por medio:
que allí donde vayan mis manos 
no asomen vuestros planes, 
que allí donde vayan mis pies 
no se dejen caer vuestras ideas, 
que allí donde rehúse de compañía, 
no hagáis poemas la soledad.


Me deshago de las cientos de letras 
que se han apropiado de la desnudez de mis folios 
y los han movido al ritmo de una melodía 
que ya no suena en mis oídos, 
cansados de que al final
todo estribillo acabe hablándome de ti. 

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