domingo, 20 de julio de 2014

Pero sobre todo, te espero.

Te miro 
con los ojos llenos de mar
y la oscuridad reinante en las pestañas.

Te miro 
como se mira un sueño,
con delicadeza, 
por miedo a que estalle en mil pedazos 
y te obligue a despertar.

Te miro 
como si fueses el lugar más seguro del mundo
y tus formas y maneras, fuesen hogar.

Te miro 
y procuro perderme en lo mirado,
quedarme a vivir en lo observado. 
No tengo intención de regresar,
así que ve haciéndome hueco en tus pupilas
que ya se como quiero decorarte las retinas.

Te miro 
y me veo, como si tu alma fuese un espejo 
que guarda a mi reflejo, 
con el mismo cuidado que pones en colocar 
dentro del armario unas sábanas recién planchadas.

Te miro 
y solo a veces no te veo
por más que traten de besarse nuestros caminos.

Te beso 
con la misma fuerza que ponemos 
en agarrarnos a la última oportunidad.

Te beso 
y besándote siento como saboreo 
lo amargo de una despedida 
y lo tierno de un reencuentro.

Te beso 
con todo el amor que me cabe en un instante 
derramándose entre mis dientes.

Te beso 
y encuentro el cielo en tu paladar,
esturreado entre palabras, 
disfrazado de cotidianidad.

Te beso 
y tu saliva se me antoja droga, 
me para todos los órganos vitales, 
salvo el corazón, que lo acelera, 
marcando como un director de orquesta
el ritmo de unos latidos 
que hace mucho que me desobedecen.

Te beso 
y dejan de gustarme todas las bocas,
todos los horizontes salvo el de tu sonrisa.

Te escribo 
y mis letras le hacen el amor a los folios.

Te escribo 
y cada verso encierra uno de tus tesoros 
y me recuerda lo llena que tengo la vida de anhelos.

Te escribo 
y me persiguen los puntos finales, 
mirando desafiantes a los renglones a medias.

Te escribo 
y mis manos sienten esa especie de liberación 
que otorgan unas palabras dedicadas, 
aunque no vayas a leerlas, 
aunque no sepas que lo hago, 
incluso aunque lo sepas 
y ninguna hora del reloj sea buena para volver.

Te escribo 
para recordarme que te recuerdo 
y que el olvido no es para los valientes.

Te escribo 
con el peso del pasado sobre el lápiz.

Te deseo 
como se desea la paz mundial,
con el corazón de conductor 
y la utopía que supone el volverte a ver,
de combustible.

Te deseo 
sobre la cama, sobre la mesa de la cocina,
sobre el sofá y sobre los problemas, 
que nos ven en pelotas pidiéndole una maldita tregua.

Te deseo 
con tan poca ropa como dudas.

Te deseo 
y no lo niego
que a quienes escribimos
no les permiten ser cobardes.

Te deseo 
hecho poema, 
que tus versos salgan lento de mi boca 
y me envuelvan tus promesas hechas letras.

Te deseo 
tanto que he perdido la noción del tiempo,
que la hora en punto 
se dibuja al comienzo de tu pelo 
y la media, 
en la costura de tu bragueta.

Pero sobre todo
te espero,
te espero como se espera a la inspiración 
una noche de domingo; 
como espera un motivo el suicida 
que mira al vacío; 
de la misma forma que se espera al amor 
cuando se ha ido 
y a la promesa cuando se ha roto.


Te espero 
porque cuando vuelvas
quiero contarte todas las letras 
que me ha regalado tu ausencia. 

7 comentarios:

  1. Con algunas personas, las historias no pueden ser de otro modo, que no sea amor.

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  2. El amor nunca depende de otras personas

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  3. "Te deseo
    con tan poca ropa como dudas."
    Muy buen texto, engancha al lector no por las palabras, sino por las vivencias implícitas.

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    1. Muchísimas gracias, si, es cierto, todo lo que esconde una vivencia, aunque sea de forma indirecta, transmite mucho más.
      Gracias por tus palabras!

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